CASO RUBIALES

'Manual de resistencia 2': lo que Rubiales aprendió de Pedro Sánchez

Quien quiera su cabeza se la va a tener que arrancar de cuajo, porque va a agotar todas las posibilidades que tenga de regresar de la isla de Elba, como hizo con éxito, una y mil veces, el presidente del Gobierno en funciones

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Víctor Francos, Luis Rubiales y Pedro Sánchez durante la recepción en La Moncloa a las campeonas del Mundial femenino de fútbol.

Víctor Francos, Luis Rubiales y Pedro Sánchez durante la recepción en La Moncloa a las campeonas del Mundial femenino de fútbol. / Europa Press

Sergio R. Viñas

Sergio R. Viñas

A estas alturas de la película, ya resulta más que evidente que todos hemos subestimado a Luis Rubiales. Desde el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, hasta el ciudadano menos interesado en el escándalo, pasando por los medios de comunicación. Rubiales es un tipo impulsivo, como demostró con su inaceptable comportamiento en la final del Mundial en Sídney, pero no es tonto. Ni mucho menos. De hecho, es tan listo que ha sabido rodearse de los mejores asesores jurídicos para encauzar esa impulsividad y exprimirse a sí mismo todo su jugo cuando las pulsaciones no están bordeando la taquicardia.

Muchos creímos que aquel quíntuple "no voy a dimitir", menos de 24 horas después de decirle a los suyos "sí voy a dimitir", era fruto de un calentón, de un “por mis cojones” más de los muchos que han marcado su presidencia de la RFEF, ahora suspendida. Una semana después, no es atrevido concluir que todo era parte de una medida estrategia.

Veamos: le dice a todo el mundo que va a dimitir, consigue así que la asamblea se llene de personas que le tienen cierto aprecio para arroparle en su presunta inmolación y logra desatar una inercia de bochornosos aplausos que nacen del pavor que sus propios trabajadores y asambleístas le tenían (y le tienen) y de la falta de tiempo para digerir el giro de guion presenciado. Lo que no les exime de que su comportamiento sea completamente censurable, claro.

Rubiales había calculado sus opciones

Resulta obvio, en fin, que Rubiales y su equipo jurídico (se supone que Andreu Camps y Tomás González Cueto ya no pueden trabajar para él, suspendido como está, pero…) habían medido todas sus opciones. Y lo habían hecho mucho mejor que la opinión pública y los medios de comunicación y, también, mucho mejor que el propio Gobierno y su en teoría inigualable ejército legal.

Rubiales (y los suyos) echó cuentas a partir de la Orden Ministerial que rige los procesos electorales en las federaciones deportivas y se dio cuenta de que, por calendario, ya no le podían presentar una moción de censura, como ya informó este periódico. Se dio cuenta, en definitiva, de que él era el único en la RFEF, mediante una dimisión, que podía apretar el botón rojo de su cese definitivo y sin vuelta atrás. El fútbol español no le podía ni le puede matar.

Y, sobre todo, supo valorar que había posibilidades, muchas o pocas, de que el Tribunal Administrativo del Deporte no estimara faltas "muy graves", sino solo "graves" en su comportamiento en Sídney, impidiendo así que el Consejo Superior de Deportes pudiera suspenderle ‘sine die’. Sobre la posible influencia de Camps y González Cueto en los miembros del TAD, órgano del que formaron parte en el pasado, no se puede pasar de una especulación carente de respaldo factual.

La FIFA, el único cabo suelto

Quizá lo único que no vio venir Rubiales (y los suyos) fue la suspensión por parte de la Comisión Disciplinaria de FIFA, un órgano habitualmente lento como un perezoso que en este caso resolvió su suspensión en apenas 48 horas. Confiaba seguramente el dirigente andaluz en la máxima federativa de que ‘perro no come perro’ y ahí es donde encalló su estrategia para seguir siendo, hoy, presidente de la RFEF a todos los efectos. El presidente de la FIFA, Gianni Infantino, le ha bajado el pulgar y ese es ahora mismo su principal problema, sin aparente solución fuera de un juzgado ordinario.

Por el camino, el Gobierno ha quedado en ridículo, anunciando hasta la saciedad que iba a suspender a Rubiales en cuanto el TAD resolviera como ellos querían que lo hiciera. Convocando una rueda de prensa del presidente del CSD, Víctor Francos, el lunes por la tarde para valorar una decisión que el TAD no notificó hasta el viernes por la tarde. Sacando a hablar al ministro Miquel Iceta sobre los pasos a seguir sin que tuviera en su poder los argumentos jurídicos de la decisión del TAD. Presumiendo de que “se acabó”, aun después del revés del tribunal, cuando no han conseguido que se acabe.

Los lamentos del Gobierno

Ahora, muchas voces en el Gobierno (presentes y pasadas) se rasgan las vestiduras, lamentando no haber cortado las alas a Rubiales mucho antes, habiendo tenido sobradas oportunidades para ello sin la premura que ahora le exige la sociedad. Calentar la cabeza a Pedro Sánchez con la idea de organizar un Mundial en España, el de 2030, le sirvió para atornillarse en el puesto, pues el Gobierno lo convirtió en un proyecto de país y a ningún proyecto de país le convienen los conflictos. Fue la primera jugada magistral de las muchas que ha ejecutado Rubiales (y los suyos) en estos cinco años.

Supo persuadir al PSOE de que él era uno de los suyos (ahí estaba su padre, exalcalde socialista de Motril, como aval), frente a Javier Tebas, presidente de LaLiga y orgulloso votante de Vox. Supo colocar en el CSD a un director general afín como Albert Soler, aunque luego el tiro le saliera por la culata. Supo, en definitiva, convencer al Gobierno de que él era el malo conocido frente a un bueno por conocer, para que el caso Supercopa no le colocara en la rampa de salida de la RFEF.

El Tribunal Administrativo del Deporte deja en infracción grave el comportamiento de Rubiales y el Gobierno ya no tiene en su mano suspenderle cautelarmente

Agencia ATLAS

Nunca se ha explicado bien en qué consiste esa buena relación que en su día cultivaron Sánchez y Rubiales, más allá de un puñado de mensajes de Whatsapp publicados por ‘El Confidencial’ en el que el ahora presidente del Gobierno en funciones exhibe frialdad con su interlocutor. Solo ellos dos conocen la profundidad, superficial o profunda, que llegó a tener esa presunta amistad. Pero es evidente que Rubiales supo aprender de Sánchez.

Rubiales y la isla de Elba

Lo hizo ya cuando presentó su candidatura a la RFEF, imitando la estrategia de recorrerse España en coche para ir sumando apoyos, uno a uno, como hizo el dirigente socialista para volver a ser secretario general de su partido, tras su dimisión por el “no es no” a Rajoy. Sin ánimo, por descontado, de comparar la legítima posición política de Sánchez de negarse a facilitar un gobierno del PP con la presunta “agresión sexual” y demás barbaridades perpetradas por el dirigente futbolístico en los últimos días.

Ahora, Rubiales ha consumado un plagio literario al 'Manual de resistencia' que publicó Sánchez para mayor gloria propia. El suspendido presidente de la RFEF ha decidido que, aunque todo el mundo le ha dado la espalda y se esté cebando a golpes con él, no va a levantar la bandera blanca. Que quien quiera su cabeza se la va a tener que arrancar de cuajo, porque va a agotar todas las posibilidades que tenga de regresar de la isla de Elba. Como hizo, con éxito, Pedro Sánchez. Una y mil veces.

El Gobierno celebra la suerte que ha tenido de que FIFA haya actuado con decisión para borrar a Rubiales de su estructura, enjugando así la sensación de fracaso del Estado para actuar con determinación en un caso así. La RFEF de Pedro Rocha y los barones territoriales, por el momento, no encuentra el valor ni, quizá, los argumentos jurídicos, para borrar de inmediato el ‘rubialismo’ de Las Rozas. Rubiales (y los suyos), mientras tanto, se dispone a escribir el siguiente capítulo del 'Manual de resistencia 2', convencido de que, como el autor de la precuela, va a ganar.