VIOLENCIA MACHISTA

El embarazo, momento de vulnerabilidad y riesgo para las víctimas de violencia de género

Las etapas de la gestación y el puerperio pueden intensificar y agravar el maltrato machista y los servicios sanitarios son claves para detectar esta violencia, que tiene graves consecuencias tanto para la madre como para el bebé.

Archivo - Embarazo.

Archivo - Embarazo.

Violeta Molina Gallardo

Violeta Molina Gallardo

Maialen estaba embarazada de gemelos y Arantxa esperaba su primer hijo cuando fueron asesinadas por sus parejas en mayo. El embarazo y el puerperio aumentan la vulnerabilidad de las víctimas de la violencia de género y sus bebés, momentos vitales de riesgo en los que el maltrato machista puede intensificarse y agravarse.

Es conocido que la maternidad es un factor de riesgo en la violencia de género: la mitad de las víctimas de casos activos del sistema policial VioGén tienen menores de edad a su cargo y el Consejo General del Poder Judicial encontró, al analizar los primeros mil asesinatos contabilizados de mujeres a manos de sus parejas o exparejas en España, que el 75 % de las víctimas tenía al menos un hijo o una hija. Sin embargo, es menos sabido que el embarazo es un momento vital de riesgo que aumenta la probabilidad de sufrir violencia. Una violencia que va a tener consecuencias graves tanto en la madre como en el bebé.

Así lo recoge el Ministerio de Sanidad en su Instrumento común estandarizado para la detección temprana de la violencia de género en el Sistema Nacional de Salud .

"Existen etapas vitales como el embarazo y puerperio que aumentan la vulnerabilidad ante la violencia y, en particular, la probabilidad de sufrir violencia de género. El embarazo es un detonante de la violencia de género; en ocasiones, es en esta etapa cuando la violencia empieza a ser evidente. En el contexto de una relación de violencia de género que ya existiera, actúa agravando la situación. Un porcentaje importante de malos tratos por parte de la pareja se inician en este periodo, incluyendo violencia psicológica, física y sexual", precisa Sanidad en el documento destinado a la detección precoz del maltrato machista en el Sistema Nacional de Salud.

Mayor riesgo

La violencia durante la gestación es considerada, tanto por el Ministerio del Interior como por el de Justicia, un indicador de aumento del riesgo al que está expuesta la mujer víctima. La guía de procedimiento de valoración policial del riesgo y el protocolo de valoración forense urgente del riesgo así lo contemplan y piden tenerla en cuenta para valorar la intensidad y la gravedad de las lesiones o amenazas sufridas por la mujer y la evolución del historial de violencia padecido.

Clara Jiménez, psicóloga experta en violencia de género de la red pública de Extremadura, explica que es "muy habitual" que las víctimas cuenten que el primer episodio de violencia física que sufrieron se dio en el embarazo y que, en las relaciones donde ya había violencia ésta no cesa durante la gestación. Incluso, en ocasiones, el propio embarazo es el resultado de la violencia sexual ejercida.

El embarazo es un momento de cambio para la mujer: cambio físico y fisiológico, pero también a nivel emocional y psicológico. Como indica la también experta en violencia Mónica Sánchez Gallego, psicóloga perinatal de la Asociación de Psicología y Psicoterapia Feminista, "cuando nace un bebé, nace una madre, la identidad materna se está desarrollando y las mujeres están en búsqueda de reconocerse a sí mismas, especialmente en la primera maternidad". Eso lleva, precisa, a que en las relaciones donde se perpetra violencia de género, el miedo de la víctima se incremente.

Miedo a que el bebé pueda sufrir un daño, miedo a la soledad o a la vulnerabilidad económica que implicaría dejar a la pareja,... "Cuando somos vulnerables, la emoción más presente es el miedo", señala Sánchez Gallego.

El aislamiento que va favoreciendo el agresor con respecto a las relaciones significativas de la mujer puede multiplicarse durante el embarazo y el puerperio: "Puede llegar incluso a dificultar las revisiones, el contacto con la familia de origen, las amistades, etc. Este aislamiento llega al extremo durante el posparto y el puerperio", sostiene la terapeuta. A la soledad hay que añadir la presión que ejerce el que el mito del "embarazo feliz y la dulce espera", que dificultan explicitar que la relación es abusiva y, mucho más salir de ella.

Jiménez sostiene que es un momento crucial para la toma de consciencia del maltrato: antes han podido justificar o no identificar las agresiones, pero cuando se dirigen hacia el hijo que va a nacer detectan la gravedad y las justifican menos. Sin embargo, añade que eso no tiene por qué llevar a la separación porque puede haber mucha dependencia emocional, vulnerabilidad por los cambios hormonales que hagan muy difícil romper la relación, miedo o incluso ilusión por la creación de una familia.

Un maltratador no puede ser un buen padre

Expresa esta psicóloga lo "terrible" que es para una mujer en la situación de cansancio y estrés que implica el puerperio tener que estar las 24 horas del día protegiendo al bebé y a ella misma.

"También se sigue teniendo la falsa idea de que tener hijos puede mejorar una relación que no funciona. Igual que sigue estando la idea de que un maltratador puede ser un buen padre: no va a ser un buen padre nunca, ni cuando la madre está gestando", defiende Jiménez.

¿Y por qué se agrava la violencia de género? Algunas hipótesis son que el agresor se siente desplazado (considera que debe ser la prioridad de la víctima) y tiene celos del futuro bebé; el cambio físico del cuerpo de la mujer le desagrada y la encuentra menos deseable; ella no está siempre disponible para sus demandas sexuales...

Sánchez Gallego dice que los maltratadores se permiten en esta etapa hacer cosas que anteriormente no se habían atrevido. "Hay que mirar lo que le pasa al hombre para potenciar aún más su capacidad de ser violento, incluso sádico. Hay una cosa perversa cuando la violencia se dirige hacia las hijas, los hijos, los bebés", sentencia.

Los agresores llegan a controlar y a apropiarse de los procesos: les dicen a las mujeres cómo tienen que vivir el embarazo, las juzgan, las critican por engordar demasiado, impiden o insisten en que vayan más a las revisiones médicas. En el parto, pueden presionarlas para que se pongan la epidural en contra de su deseo, o bien decirles que tienen que parir sin anestesia "como las mujeres de toda la vida". Sánchez Gallego incide en que la violencia de control puede incluso llegar a la lactancia, cuando a las víctimas las presionan para dar el pecho como "las mujeres de verdad" o bien a no darlo porque quieren sus pechos "no se estropeen" y mantenerlos para su disfrute propio.

En el puerperio, continúa la experta, en el hombre "puede producirse mucho conflicto interno" cuando toda la atención y el amor de la madre se dirigen al recién nacido y el maltratador puede llegar a sentir emociones más amplificadas como la rabia y la frustración, porque siente que pierde su cuota de tener a la mujer a su servicio.

Detección sanitaria

Los servicios sanitarios pueden desempeñar un papel crucial en la detección de esta violencia. Es un momento crítico que debe ser evaluado por los profesionales sanitarios por las secuelas que la violencia tiene tanto para la madre como para los bebés.

Sanidad apunta que "todo embarazo en una mujer que sufre malos tratos se considera de alto riesgo", ya que puede aumentar la morbilidad materna y perinatal "en relación con cuadros de estrés, infecciones, anemias, abortos espontáneos, amenaza de parto pretérmino, parto pretérmino, recién nacidos de bajo peso, distrés fetal y muerte fetal y neonatal".

En su Guía de actuación ante la violencia de género durante el embarazo, Médicos Mundi Sur alerta de que la prevalencia de este maltrato en las mujeres gestantes es más elevada que otras patologías específicas del embarazo, como la diabetes gestacional o la preeclampsia. También de que un embarazo no deseado aumenta 2,5 veces el riesgo de sufrir violencia emocional.

Un estudio elaborado en Andalucía en 2014 revelaba que una de cada cinco embarazadas sufrió violencia psicológica durante el embarazo y un 3,6 %, física.

Clara Jiménez insiste en la importancia de que los servicios sanitarios hagan cribados de violencia machista durante la gestación y el puerperio, momentos en los que las mujeres acuden a controles de salud, oportunidad de detectar el maltrato.

El Ministerio de Sanidad pide a los profesionales que hagan un cribado una vez al trimestre y en el puerperio. En su instrumento estandarizado, el departamento de José Manuel Miñones detalla indicadores de sospecha que deben ser tenidos en cuenta en las revisiones médicas de embarazadas y recién paridas.

Deben alertar la ausencia de control de la fecundidad (que haya muchos embarazos, embarazos no deseados o no aceptados), la presencia de lesiones en genitales, abdomen o mamas de la embarazada, un historial de abortos repetidos, hijos con bajo peso al nacer o un retraso en la solicitud de la atención prenatal.

En el puerperio son indicadores de sospecho los desgarros, una mala recuperación postparto, la petición de anticoncepción lo antes posible por presión de la pareja para reiniciar relaciones sexuales, retraso en la visita neonatal o depresión postparto con ansiedad en al relación madre-bebé.

Pide ayuda

El 016 atiende a las víctimas de todas las violencias contra las mujeres. Es un teléfono gratuito y confidencial que presta servicio en 53 idiomas y no deja rastro en la factura. También se ofrece información a través del correo electrónico 016-online@igualdad.gob.es y asesoramiento y atención psicosocial mediante el número de Whatsapp 600 000 016. Además, los menores pueden dirigirse al teléfono de ANAR 900202010.

Las víctimas de maltrato sordas, con discapacidad auditiva, ciegas o sordociegas pueden llamar al 016 con 900 116 016, SVisual, ALBA, Telesor, ATENPRO y la app PorMí. Todos los recursos contra la violencia de género.