Opinión | INVASIÓN RUSA

Un desafío existencial para Europa

Resulta vital que la UE reaccione, supere sus divisiones y refuerce la alianza transatlántica

Atardecer en un cementerio de carros de combate en Borodyanka (Ucrania).

Atardecer en un cementerio de carros de combate en Borodyanka (Ucrania). / EFE

Los dos años de guerra en Ucrania que se acaban de cumplir no solo presentan un balance atroz en términos de muertes, heridos, desplazados y destrucción. Suponen un desafío existencial para Europa. Los daños son tan descomunales que Ucrania apenas ha reconocido 31.000 soldados muertos y Putin los esconde para seguir haciendo creer a los rusos que las batallas ganadas auguran un triunfo final. Entre los balances publicados suele considerarse como el más realista el publicado por ‘The New York Times’ en agosto pasado, citando fuentes del Pentágono: unos 70.000 muertos ucranianos, entre militares y civiles, y 120.000 fallecidos del lado ruso, principalmente soldados. Añadiendo a esto los 15 millones de ucranianos que han huido de sus hogares como consecuencia de la guerra, estamos ya, sin duda, ante la mayor catástrofe bélica en suelo europeo desde la Segunda Guerra Mundial.

Con todo, la mayor trascendencia de esta guerra es política. Las sanciones que Occidente impuso para ahogar al Kremlin han fracasado, o no han alcanzado sus objetivos, y no parece que las nuevas medidas decretadas por la UE en respuesta a la muerte del opositor Navalni vayan a modificar este balance. Putin ha conseguido sortearlas, jugando sus cartas en el tablero internacional, en particular con China y los países del llamado Sur Global. Al mismo tiempo, poniendo todos los recursos del país al servicio de la guerra (con un presupuesto militar que rebasa el 7% de su PIB) y mandando a la frontera ucraniana oleadas de rusos reclutados fuera de Moscú y San Petersburgo, ha conseguido retomar la iniciativa.

La Unión Europa asiste al avance ruso con más estupor que capacidad de reacción. Por mucho que Zelenski visite los países de la UE, y se desgañite ante la OTAN y la Conferencia de Seguridad pidiendo más apoyo económico y militar, este no llega en una medida suficiente para parar los pies a Putin. Los líderes europeos parecen paralizados entre dos fuegos. El de una Rusia cada vez más peligrosa (con nuevos proveedores de armamento y amenazas explícitas hacia países bálticos) y un Estados Unidos imprevisible con unas elecciones más inciertas que nunca a siete meses vista y una prioridad estratégica en el Pacífico. Resulta especialmente significativo el desmarque de todos los aliados ante la idea francesa de enviar tropas terrestres a Ucrania y la respuesta ayer mismo de Putin amenazando con desatar un infierno nuclear.

Mientras tanto, a los países de la UE les falta munición para reequilibrar la ratio de 1/5 obuses y misiles con la que combate el ejército ucraniano. No solo eso. Si Putin fuera más allá, le faltarían hombres, aviones de transporte, sistemas de comando y control y satélites militares. Un déficit que se no resuelve de hoy para mañana. No es baladí, de hecho, el llamamiento de Ursula von der Leyen a abordar compras conjuntas de armamento. Por todo ello, resulta urgente y vital que Europa reaccione, supere sus divisiones y refuerce la alianza transatlántica, antes de que sea tarde. Ello no supone cerrar la puerta a una negociación que ponga fin a la guerra. Significa poder afrontarla desde una posición de fuerza y desde la defensa de la soberanía y los valores europeos. Cualquier otra salida no solo supondría una catástrofe para Ucrania. Pondría en tela de juicio la misma existencia de la Unión Europea.