Opinión | INVASIÓN DE UCRANIA

La energía como arma política

La Unión Europea está atrapada entre la necesidad de castigar a Putin por haber llevado la guerra a Ucrania y garantizar el suministro de gas y petróleo

Archivo - UE.- Bruselas plantea compras conjuntas de gas en la UE en caso de problemas graves de suministro

Archivo - UE.- Bruselas plantea compras conjuntas de gas en la UE en caso de problemas graves de suministro / COMISIÓN EUROPEA - Archivo

Mientras Rusia se lanza al asalto de las grandes ciudades en el sexto día de guerra con Ucrania y busca el control de las telecomunicaciones, la Unión Europea se encuentra atrapada entre dos necesidades insoslayables: garantizarse el suministro de gas y petróleo y castigar a Vladimir Putin para que detenga la peligrosa escalada de la guerra en Ucrania.

Pero, habida cuenta de que Rusia es el primer exportador de energía a los países de Europa central, el riesgo de que el Kremlin interrumpa el servicio no deja de pesar como un freno a la hora de quebrar el espinazo de la economía rusa. Se concreta así el riesgo largamente presentido de que la falta de diversificación del suministro energético es el talón de Aquiles de los europeos, dependientes ahora de los designios de Moscú.

Varios factores han contribuido a generar una situación de incertidumbre. En primer lugar, la creencia de que Rusia era un socio fiable, con una gran compañía como Gazprom con medios suficientes para atender las necesidades europeas, un supuesto solo cierto en una situación de normalidad, pero que ahora se tambalea.

En segundo lugar, la precipitación de Alemania al prescindir de la energía nuclear, quedar a expensas del gas que fluye por dos gaseoductos –el del norte, a través del mar Báltico; el del sur a través de Ucrania– y dejar de buscar proveedores alternativos. En tercer lugar, la lentitud en los cambios del modelo energético, con la consiguiente dependencia de los combustibles fósiles.

Por si esto fuera poco, el vínculo del excanciller alemán Gerhard Schroeder con el sector energético ruso –es presidente de la estatal rusa Rosneft y de la junta de accionistas de Nord Stream AG– proyecta una sombra de sospecha sobre la razón última de muchas decisiones estratégicas de su país.

Ciertamente, mantener la energía nuclear no es deseable y la decisión de tenerla por una energía limpia durante la transición energética, como ha hecho la Comisión Europea, es algo más que discutible, pero que Alemania tenga previsto echarle el cerrojo a corto plazo se traduce en quedar sin alternativa posible y en manos de un autócrata como Putin.

Casi el 60% del gas que precisa Alemania procede de Rusia, y es cierto que Rusia perdería del orden de 200 millones de dólares al día si dejara de enviarlo al corazón de Europa, pero las sanciones complican el pago del gas comprado y Putin puede pensar que mejor cerrar la espita.

No se trata de hacer un lavado de imagen a la energía nuclear, sino más bien de reconocer hechos tan relevantes como la mayor independencia energética de Francia, donde el 60% de la electricidad producida procede de centrales nucleares. O de apreciar realidades tan preocupantes como que la importación de gas licuado procedente de Estados Unidos y de Oriente Próximo difícilmente cubrirá las necesidades energéticas si Rusia corta el suministro o lo reduce al mínimo, con la consiguiente alza de precios.

Es este el momento de rescatar la propuesta defendida siempre por España de que la seguridad de los suministros energéticos depende de la coordinación de los Veintisiete, de la diversificación de las importaciones y de la interconexión de sus redes de generación y suministro, unido a una reforma del sistema de cálculo de las tarifas eléctricas.

Porque de lo que no hay duda es de que el modelo en vigor es muy lesivo, ha contribuido decisivamente a disparar la inflación y no ha servido para avanzar hacia un mecanismo de recambio que, llegado el caso, contrarreste la eventual utilización por Rusia de la energía como arma política. En este escenario de máxima incertidumbre, España negocia con Argelia el aumento del aprovisionamiento de gas para toda Europa.

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