Opinión | CRISIS PP

Y el populismo llega al centro liberal

En un partido como el Partido Popular, cada agrupación y cada provincia cuentan

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso y el presidente del PP, Pablo Casado, en una imagen del pasado mes de enero.

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso y el presidente del PP, Pablo Casado, en una imagen del pasado mes de enero. / EUROPA PRESS / Isabel Infantes

Solo surgen preguntas. ¿El Partido Popular dejará de ser un partido de cuadros y pasará a depender de la capacidad de movilizar a sus bases? ¿Los círculos del antiguo Podemos se reconvierten ahora en las manifestaciones "espontáneas" en las plazas? ¿El culto al líder va a transmutarse en el hooliganismo? ¿El nuevo partido seguirá teniendo un poder centralizado en la dirección nacional o las amenazas territoriales de detonación podrán volverse a suceder, convirtiéndose así en una organización más confederada que centralista, concepto del que tanto abominaron? ¿Quién mandará y con qué legitimidad la militante, la congresual, la electoral? ¿Con mayoría absoluta o relativa? ¿Cuál de las dos almas del partido conservador se impondrá, la de centro derecha tradicional o la que es permeable a un programa como el de Vox, a unos acuerdos con Vox, a un gobierno en coalición de Vox?

Mientras la guerra abierta continua en el Partido Popular, una vez que, tras la última conversación de Casado con Ayuso, el primero cumplió su parte de cerrar la carpeta de los casos de contratación irregular de la Comunidad de Madrid, y la presidenta madrileña no hizo lo propio con los expedientes de espionaje, el futuro de la organización va mucho más allá de si continua Pablo Casado al frente.

En estas horas de recuento de poder por cada uno de los bandos, en el que se afinan los cálculos para saber quien alcanza los 2/3 de la Junta Directiva Nacional necesarios para convocar un Congreso extraordinario que adelantaría en pocos meses el Congreso ordinario previsto para julio, se trasluce la labor de fontanería que supone no solo ganar sino mantener el poder en un tablero de intereses cruzados. 

No es en las portadas o en las editoriales de los medios afines donde se ganan las guerras políticas. En un partido con una implantación territorial tan amplia y firme como es la del Partido Popular, cada agrupación, cada provincia cuenta y se hará repaso hasta del último de los posibles activos. No se abandona fácilmente la posición de jefe de la oposición en el Congreso de los Diputados ante un posible candidato que ni siquiera reúne la condición de estar en posesión de un escaño, aunque la agonía del control semanal al Gobierno, como se alargue mucho esta situación de interinidad, sería también un calvario para Pablo Casado

No hay una solución unívoca en este conflicto, si las alianzas que se vuelven a tejer para expulsar a un atrincherado Casado dan la mayoría, la ya todopoderosa Isabel Díaz Ayuso tendrá el botón nuclear por mucho que al frente de la presidencia aparezca otro nombre, y el giro populista será inevitable.