Opinión | Política

El laboratorio fallido de Castilla y León

El candidato del PP a la Presidencia de la Junta, Alfonso Fernández Mañueco, a su llegada al hotel de seguimiento de la noche electoral.

El candidato del PP a la Presidencia de la Junta, Alfonso Fernández Mañueco, a su llegada al hotel de seguimiento de la noche electoral. / EUROPA PRESS

Nunca sabremos a ciencia cierta si el presidente de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco, decidió disolver su parlamento por primera vez por voluntad propia o presionado por su jefe de filas en el PP, Pablo Casado. En todo caso, ninguno de los dos ha conseguido el objetivo que perseguía. Mañueco no podrá gobernar en solitario y, sobre el papel, podría estar obligado a cambiar a Ciudadanos por Vox, un socio mucho más incómodo. Casado no podrá asediar como pretendía a Pedro Sánchez con el argumento de que les pisa los talones elección tras elección. El frágil líder popular ha quedado en manos de Santiago Abascal, que ahora tiene la ocasión de vengarse del vapuleo que le infringió en la moción de censura de Vox. Además, el protagonismo en esta campaña electoral de Isabel Díaz Ayuso dará aire a quien muchos en el PP ya consideran la alternativa del actual presidente. Casado tiene aún la posibilidad de agrandar su error de cálculo si acepta que Vox no solo apoye con sus votos a Mañueco sino que, por primera vez, entre el en gobierno de esa comunidad. Si es el resultado final de la jugada, Casado dejará claro que en su estrategia del todo vale para recuperar el poder no tiene escrúpulo alguno y está dispuesto a romper con la tradición de su partido en toda Europa de aislar a la extrema derecha. El único consuelo que le queda al PP es que ha vuelto a superar al PSOE en Castilla y León, circunstancia que tratarán de vender como un síntoma de la decadencia de Sánchez pero que, en este caso, no ha jugado a su favor.

Solo Vox ha conseguido sus objetivos, PP y PSOE deberían empezar a pensar cómo aseguran la estabilidad y aíslan a la extrema derecha"

Por esta, y por muchas otras razones, el PSOE tampoco puede sacar pecho de sus resultados en estos comicios. Ha perdido apoyos y escaños. Y es incapaz de construir una alternativa a la mayoría del PP con Vox. La primera prueba en las urnas del Gobierno de Sánchez tras marcha de Pablo Iglesias y los cambios en las filas socialistas no la ha superado con buena nota. Es cierto que esta no es una comunidad clave en el voto socialista pero la fórmula de fiarlo todo a los fondos europeos y a las mejoras salariales y/o sociales no parece ser efectiva. El despliegue de medidas en la última semana, incluido un PERTE para el campo y la subida del Salario Mínimo Interprofesional, no ha movilizado al electorado socialista y aún menos al de sus socios de Podemos. Está claro que a este Gobierno le falta iniciativa política para demostrar que tiene un proyecto propio, con aliados estables y con algo más que dinero para atraer a los votantes.

Tampoco han tenido el éxito que auguraban algunos gurús los partidos de la España vaciada. Quizás es el momento de volver a la realidad. Más que piruetas electoralistas, lo que España necesita es estabilidad. Un buen primer paso podría ser que el PSOE invistiera a Mañueco a cambio de nada.


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