RUGBY | 6 NACIONES

El rugby y la mentira mejor contada de la historia

De cómo una charla con Martí Perarnau, atleta olímpico y narrador del V Naciones en Televisión Española, deviene en la creación del 'Gabinete Mackie de Desobedientes Ovales' para restituir la autoría del escocés James Mackie en la carrera fundacional del rugby y desarmar la farsa del inglés Webb Ellis

Jonny Wilkinson y el príncipe Harry observan la carrera de un figurante que personifica a William Webb Ellis

Jonny Wilkinson y el príncipe Harry observan la carrera de un figurante que personifica a William Webb Ellis / England Rugby Workd Cup 2015

Fermín de la Calle

Fermín de la Calle

Regresa el 6 Naciones y con ello se volverá a repetir la mentira mejor contada de la historia. Esa que dice un día de 1823, en el patio del colegio inglés de Rugby, el joven William Webb Ellis “tomó la pelota con las manos, y con fina desobediencia de las reglas del fútbol, corrió con ella originando el juego del rugby”.

'Gabinete Mackie de Desobedientes ovales'

El pasado jueves, a poco más de una semana para el inicio del “5 Naciones más uno”, se produjo, sin premeditación ni alevosía, el encuentro fundacional del ‘Gabinete Mackie de Desobedientes ovales’ (creado por el leguleyo y arqueólogo rugbístico Tornarugby y el plumilla abajo firmante), compartiendo mesa y mantel con un notario de excepción para tan señalada cita, Martí Perarnau, atleta olímpico en pértiga en Moscú 80, además de escritor y periodista que dirigió en su día el emblemático ‘Estadio 2’ del canal VHF, y que durante años fue la voz del rugby en Televisión Española. En estos días Martí ha presentado el libro que cierra su trilogía sobre Pep Guardiola, 'Dios salve a Pep’, volumen que recoge los siete años del entrenador de Santpedor al frente del Manchester City

Era un encuentro pendiente con alguien que ha mostrado siempre amor y respeto al oficio y al rugby, además de una vasta cultura polideportiva. Se habló inevitablemente de cómo el establishment sustentó la farsa de Webb Ellis, ejemplar y discreto alumno cuyo gran mérito fue ser inglés, mientras a ‘Jem’ Mackie le pesó su origen escocés. La afirmación de que Webb Ellis inventó el juego no surgió hasta cuatro años después de su muerte, y fueron tantas las dudas suscitadas que cuando la Old Rugbeian Society lo investigó, el veredicto final de su comité sentenció haber sido “incapaz de obtener evidencia de primera mano de que hubiera sido Webb Ellis”.

Por contra, Thomas Hughes aseguró en la investigación que se realizó en 1895 que “entre 1838 y 1839 un niño de la Escuela de Rugby llamado ‘Jem’ Mackie fue el primer gran corredor”. Añadiendo que el chico fue expulsado más tarde por un incidente no aclarado. En 1845, los chicos de la Escuela escribieron por primera vez un conjunto de reglas para la versión del fútbol que jugaban en Rugby, que venía a coincidir con lo que ahora es el rugby. Y el periodista inglés Gordon Rayner sostiene que la razón de la expulsión de Mackie dañó su reputación hasta el punto de transferir la invención del rugby a Webb Ellis, versión que vendría respaldada por una importante donación a la Biblioteca de la Escuela de Matthew Bloxam, anticuario y exrugbier del colegio, que pese a no coincidir en el tiempo con Webb Ellis, aseguraba que fue él su inventor. Hecho capital, el de la donación, para dotar de oficialidad a su versión sobre Webb Ellis y no a la de Mackie. Hasta Michael Rowe, regente del museo de Twickenham, en Londres, ha sentenciado categóricamente que “William Webb Ellis no inventó el rugby”.

Estatua de William Webb Ellis en el colegio de Rugby

Estatua de William Webb Ellis en el colegio de Rugby / Rugby College

De los mocasines de Martí a los relojes adelantados de Twickenham

Recordó Martí durante la comida su debut en el "V Naciones" como comentarista en Twickhenham en el 86, en un Inglaterra-Gales en el que le informaron que compartiría tribuna de prensa con ilustres luminarias del rugby como Gareth Edwards o Jonathan Davies, y del periodismo, como el escocés Bill McLaren. “Y allí me fui con mis mocasines para presentar un dresscode a la altura de la cita. No contaba con la nevada que cayó en Edimburgo y aún no me he sacado del cuerpo el frío que pasé aquel día”. Perarnau es padre de una jugadora de fútbol profesional y un músico, además de pareja de Loles Vives, bióloga especializada en nutrición deportiva y, sobre todo, una reconocida velocista española. En su modestia, Perarnau recordó que “con la marcha de Celso Vázquez se abrió la necesidad de encontrar al alguien que supiera de rugby. A mí me entusiasmaba por herencia de mi padre, deportista también y lector habitual de L’Equipe, lo que me permitía conocer la situación del rugby francés. Y me lancé sin paracaídas a recoger el testigo de Celso”.

“Era otro rugby”, sostiene. “Viendo el Mundial de Francia uno se da cuenta de que es otro deporte a aquel que comentaba yo en los 80. Ahora cuesta explicar la dinámica del juego con tanta patada. De hecho, después he visto partidos de diferentes ligas y me ha parecido que se juega mejor, que se propone más en esos partidos que en los del Mundial. Eran demasiado preventivos, como si todos quisieran evitar el error”. Es obvio que Martí sí entendió la dinámica y que es el rugby el que ha cambiado.

Después de comentar largo y tendido la nueva morfología de los tres cuartos, o la velocidad y agilidad de los delanteros, Perarnau añadía con lacónica nostalgia, “pero aquellos viajes y aquellos años…”. Fue un privilegiado que vio y contó desde lugares emblemáticos batallas como la de Nantes del 86 entre la Francia achampanada de Sella y los All Blacks, o los encuentros épicos de la Inglaterra de “Christopher Robert Andrew” ante la emocionante Escocia de Gavin Hastings o una Irlanda irreductible y tozuda. Una vez consiguió convencer a su mujer para que viajase con él a un partido, “fue un Twickenham, en una de aquellas cabinas colgantes a modo de voladizo a la que se accedía subiendo por una escalera de bomberos que se descolgaba al vacío. Pensé que nos matábamos”. También en Londres recuerda, como no podía ser de otra forma, los relojes adelantados de Twickenham. Marcando cinco minutos antes la hora para que nadie se retratase, y así han seguido durante años. El tren que pasaba por debajo de la vieja tribuna de Landoswne Road en Dublín o las fiestas en el parking de Twickers y sus bañeras son otros recuerdos que afloraron en la comida mientras dábamos buena cuenta de un pastel de puerros y un cachopo de cecina en el cuartel oficial de la logia de conspiradores de Mackie, La Montaña, en Vallehermoso.

La mercantilización, a manos del marketing, especialmente tras la aparición del documental de Netflix del 6 Naciones, también se debatió. Más allá de si Finn Russell es el Messi del rugby o no, todos convenimos que la deriva del rugby hacia la Superbowl desfigura a un deporte en el que lo importante es lo que pasa dentro del campo. Las espantosas llamaradas que reciben a los equipos restan liturgia a los himnos y el TMO ha terminado por desenfocar el juego. Martí añadía con espanto que “ahora todos protestan al árbitro y antes se veía cómo les pitaban 10 metros por hablar cuando alguno se aventuraba a decirle algo”.

Más allá de esta farandulización del rugby, también se alcanzó el consenso cuando el invitado concluyó que “los valores, a mi entender, más que pertenecer a un deporte, pertenecen a los deportistas que lo practican. Pero no es menos cierto que hay reglas de comportamiento en cada disciplina que ayudan y educan, y el rugby es notable en esto de educar en el respeto. Igual que los de baloncesto levantan la mano cuando hacen una personal admitiendo la responsabilidad de la falta”.

Programa del partido entre un combinado del V Naciones y otro del resto del mundo

Programa del partido entre un combinado del V Naciones y otro del resto del mundo / IRBF

La comida concluyó con el descubrimiento de un tesoro, sin duda lo fue para Phil, cuando Martí sacó de una caja una docena de programas de partidos antiguos a los que había acudido, como regalo por la invitación. Fue el colofón a la comida fundacional de este ‘Gabinete Mackie de Desobedientes ovales’, que sin organizarlo ni pretenderlo, tuvo a Martí como testigo primigenio, en justo honor a la voz que nos narró el primer partido que vimos con jugadores sudafricanos por televisión o la primera expulsión de un jugador francés en un partido.

Sostenía William Churchill que “hay una cantidad terrible de mentiras sobre el mundo, y lo peor es que la mitad de ellas son verdad”. Desde aquí levantamos nuestras pintas en honor a Mackie para restituir la autoría de su fina desobediencia en lugar de perpetuar la mentira mejor contada de la historia. Merci, Martí. ¡Larga vida al rugby y a la memoria del desobediente Mackie!