RUGBY

El drop, la última alternativa para ganar un Mundial

La suerte del botepronto está abandonada en el juego moderno, pero ha servido para ganar Mundiales y en Francia 2023 la ha recuperado el apertura inglés George Ford

Jonny Wilkinson patea un drop como jugador del club francés Toulon

Jonny Wilkinson patea un drop como jugador del club francés Toulon / Toulon RC

El drop es la herramienta más infravalorada, o tal vez nostálgica, para conseguir puntos en el rugby, y eso que ha dado más de un campeonato del mundo. La teoría es fácil, la técnica no tanto. Se trata de dejar caer el balón de las manos y, tras impactar en el suelo, propinarle una patada dirigida a que una pelota de forma ovalada que puede llegar a pesar unos 460 gramos pase entre palos. Vamos, lo que viene a ser un botepronto. Hay pocos jugadores que busquen obtener tres puntos de esta forma, si bien hasta 1948 el premio era mayor: cuatro puntos. Es como si fuera un recurso a la desesperada cuando el partido está igualado. Y si no que se pregunten a los argentinos después de que el inglés George Ford convirtiera tres seguidos en solo diez minutos para inclinar la balanza del lado de Inglaterra cuando el marcador reflejaba un empate (3-3). El caso es que en sus 80 caps Ford solo había anotado dos drops. El último en 2017 en Santa Fé contra Los Pumas. Casualidades de la vida.

De Stransky a Wilkinson

Ahora metidos ya de lleno en la cita mundialista los buenos aficionados al rugby no olvidan los nombres del sudafricano Joel Stransky o del inglés Jonny Wilkinson. Sus exitosos drops son parte de la historia. La película de Clint Eastwood, “Invictus,” es un fiel reflejo de lo que ocurrió aquel 24 de junio de 1995 en el estadio Ellis Park de Johannesburgo. Sudáfrica buscaba su primera Webb Ellis Cup y tenía como rival a la Nueva Zelanda de Jonah Lomu. El partido había acabado en empate (9-9) y sin ninguna ensayo. Nadie conseguía romper la igualdad en la prórroga. Hasta la jugada decisiva, el apertura neozelandés de origen sudafricano Andrew Mehrtens había anotado la totalidad de los puntos de su equipo gracias a tres golpes de castigo y un drop, lo mismo que Stransky con los suyos.

Cómic con los equipos participantes en el Mundial de rugby 2023 /.

Cómic con los equipos participantes en el Mundial de rugby 2023 /. / WR

La nación arco iris, la rainbow nation que reivindicaba Nelson Mandela, empujaba a los suyos. Acariciaban el sueño de ser campeones del mundo. Fue el mítico medio de melé Joost van der Whesthuizen el encargado de sacar un balón del suelo ganado por sus delanteros y enviárselo con celeridad a las manos de su apertura. Stransky miró a los palos, dejó botar el balón y a continuación lo golpeó con tal fuerza que alcanzó una altura que casi supera a la de los palos. Años después reconoció que aquella victoria “nos ayudó a unirnos de alguna manera porque fue un momento de incertidumbre que sirvió para permanecer todos unidos. Nelson Mandela es un hombre increíble y sus esfuerzos en este periodo fueron enormes”. 

En esa misma edición de la Copa del Mundo pasó a la historia otro drop que no sirvió para decantar la victoria de un lado u otro. Y es que el jugador que pateó  con éxito a palos no fue otro que el número 8 de Nueva Zelanda Zizan Brooke. En el partido entre Inglaterra y los All Blacks ya había imágenes para el recuerdo como el ensayo de Lomu pasando por encima de cuatro ingleses, pero Brooke quería también su momento de gloria. Rob Andrew, el apertura inglés, pateó desde su línea de ventidós. El balón botó más allá del centro del campo a escasos metros de la línea de touch. El delantero neozelandés lo cogió con las dos manos, dio cinco pasos adelante y sin ninguna oposición lanzó un drop que dejó a todos boquiabiertos, Pocas veces se ha visto algo así a nivel internacional. Sólo hace unos pocos años el italo-argentino Sergio Parisse hizo algo similar en su equipo el Stade Francais  contra los galeses del Ospreys durante un partido de la fase de grupos de la Hieneken Cup

En la edición de 1999 el drop se convirtió en la herramienta más efectiva en las semifinales. Australia había ganado su grupo con facilidad y después arruinó el sueño de los galeses de conseguir en su país la Webb Ellis Cup. Los wallabies se plantaron en la semifinal donde les esperaba el vigente campeón. Las crónicas de los periódicos hablan de un choque épico.  Y debió de ser así. El encuentro acabó con empate a 18. Stephen Larkham, la estrella de los australianos, estaba lesionado de su rodilla y tenía problemas de visión. Incluso llegó a reconocer que era incapaz de leer los letreros con publicidad del campo.

El infalible Jannie de Beer

Pese a todo, su medio de melé, George Greagan, le puso el balón en sus manos y lo pateó con acierto desde 48 metros. Las mismas crónicas hablan de que  Larkham jamás en su vida había intentado hacer un drop.  Viendo el vídeo de youtube y la cara de incredulidad de David Campese la historia adquiere aún más veracidad. La casualidad quiso que en aquel partido tuviera enfrente a Jannie de Beer, otro apertura que para llegar a semifinales había metido cinco drops a Inglaterra en 80 minutos. La historia de ambos se cruzó en aquel fatídico partido. Larkham ganó aquella Copa del Mundo y su carrera fue de lo más exitosa mientras que De Beer representa la otra cara de la moneda. Falló todos los intentos de drops en aquella semifinal y sólo logró uno más en sus 13 caps con Sudáfrica.

La otra semifinal enfrentaba a Francia y los All Blacks. Los neozelandeses eran favoritos hasta que emergió la figura de Christophe Lamaison que hizo que los neozelandeses mordieran el polvo (43-31). Los franceses perdían en la segunda parte 24-10. Todo parecía perdido y, de repente, la magia del apertura galo comenzó a dar sus frutos. Al término del partido había anotado 28 puntos, con dos drops, incluidos, y había logrado un full house, es decir, anotar en un mismo partido un drop, un ensayo, una trasformación y un golpe de castigo. Hazañas de este tipo están alcance de mitos como el argentino Hugo Porta quien lo consiguió en 1982 frente a Sudáfrica durante la gira de un combinado de jugadores sudamericanos llamado Jaguares.

El 22 de noviembre de 2003 se produjo el momento más icónico de la historia del rugby mundial junto al instante en que ocho años antes el capitán de Sudáfrica, Francois Pienaar, había levantado la Webb Ellis Cup ante los ojos vidriosos de Mandela. En el ANZ Stadium de Sidney se habían dado cita para jugar la final Australia, el anfitrión del torneo, e Inglaterra, que nunca antes había llegado tan lejos en una cita mundialista. Con el tiempo de la prórroga casi acabado y con un marcador que reflejaba un empate a 17, el balón cayó en manos de Wilkinson. Lo dejó botar y lo pateó con su pierna derecha, a pesar de que era zurdo. De esta forma la nación que había inventado el rugby conseguía por primera y única vez romper la hegemonía de los países del hemisferio sur cuando nadie apostaba por ellos.

Almeida patea un balón de rugby.

Almeida patea un balón de rugby. / FER

Además de Porta, cuando en Argentina se habla de mitos sale a colación el nombre de Juan Martín Hernández, “el mago”, y el recuerdo de lo que hizo el apertura de Los Pumas durante el mundial de 2007 celebrado en Francia. A la selección albiceleste le había tocado en el denominado “grupo de la muerte”. Quedó primera derrotando a la anfitriona, Georgia, Namibia e Irlanda. En este último partido ocurrió algo mágico. Hernández había logrado un hat trick de drops. Cuando intentó con la izquierda el cuarto, erró. Fue entonces cuando sus compatriotas le aclamaron al grito de “Maradona, Maradona”. Ese mismo cántico se escuchó una semana más tarde en París cuando el “10” argentino pateó desde unos cinco metros por delante de su línea de 22 y el balón llegó hasta la zona de marca contraria. “Maradona, Maradona”, volvieron a corear sus compatriotas.

No todos los drops son exitosos. Es más, algunos se convierten en calamitosos si la persona encargada de ejecutarlo está técnicamente poco capacitada. Y si no, que se lo pregunten al expilier de los Cardiff Blues, Adams Jones, cuyo torpe intento provocó la hilaridad del público. Hasta él mismo sonrió un tanto avergonzado. Una pena, pero no exista constancia visual de lo que pudo decir su entrenador de aquel intento fallido.

En España aún se recuerda al jugador ruso Konstantin Rachkov que logró en 2003 seis drops frente al XV del León. A nivel de selección algunos señalan a Manolo Moriche como el mejor especialista en esta suerte del rugby, y en lo que respecta a la liga española el más destacado en las últimas ediciones ha sido el argentino del AMPO Ordizia, Valentín Cruz. En España parece que ejecutar un drop da bastante pereza. De hecho, según las estadísticas que recoge la Real Federación Española de Rugby (RFER), en la pasada liga de División de Honor solo tres jugadores lo consiguieron. Eso sí, solo en una ocasión. Se trata de Bastien Jegou y Bautista Güemes, ambos del Barça Rugby, y de Gonzalo Vinuesa, del Complutense Cisneros

La 'coz' de Steyn

Para los amantes de las estadísticas, el libro Guiness de los récords atribuye el drop convertido más lejano que data de 1932 al sudafricano Gerald Hamilton. El balón voló 77,7 metros y pasó por encima de los palos durante un encuentro entre Sudáfrica e Inglaterra. En la era de la televisión a color el drop más bestial que se recuerda es el del también sudafricano Frans Steyn durante una semifinal del Top 14 entre Racing y Clermont. Lo hizo desde 60 metros. Llama la atención también que en la lista de jugadores de talla internacional con mayor éxito con los drops no haya ningún neozelandés. Encabezan el ranking Jonny Wilkinson (Inglaterra, 36), Hugo Porta (Argentina, 28),  Rob Andrew (Inglaterra, 23) y Diego Domíguez (Italia 20). Les siguen todos ellos ya por debajo de la veintena Nass Botha (Sudáfrica), Stefano Battarello (Italia), Dan Parks (Escocia), Jean-Patrick Lescarboura (Francia), Ronan O´Gara (Irlanda) y Jonathan Davies (Gales).