RUGBY

Mundial de Francia 2023: Mucho más que rugby

Francia y Nueva Zelanda abren este viernes (21:00 horas) un Mundial que durará 50 días, verán más de mil millones de espectadores y puede servir a Macron para reconectar al país en torno al XV del gallo

El presidente francés Emmanuel Macron junto al seleccionador Fabien Galthie (izq.) y el capitán Antoine Dupont

El presidente francés Emmanuel Macron junto al seleccionador Fabien Galthie (izq.) y el capitán Antoine Dupont / EFE/EPA/LUDOVIC MARIN / POOL MAXPPP OUT

Fermín de la Calle

Fermín de la Calle

El 24 de junio de 1995 se produjo una de las mayores gestas de la historia del deporte, además de un acontecimiento decisivo para explicar la Historia, con mayúsculas, de Sudáfrica. El triunfo de los Springboks en la final del Mundial de rugby, un deporte al que solo jugaban los blancos y que llegó a estar vetado para los negros, provocó el 'reconstrucción' sobre la que Nelson Mandela edificó la Sudáfrica actual.

Mandela evitó una guerra civil en el 95

Madiba vio en el rugby una poderosa arma para unir a los sudafricanos, integrando en la selección a un jugador negro, el ala Chester Williams, que se convirtió en uno de los héroes de unos bokkes que no entraban en ningún pronóstico para ser campeones. Lo hizo ganando a la Nueva Zelanda del joven Jonah Lomu que al final del partido apuntó: “No hemos caído ante un equipo de rugby, nos ha ganado un país”. John Carlin, autor del libro 'El factor humano', que luego Clint Eastwood convirtió en la película 'Invictus', me contaba que "entonces el rugby evitó una guerra civil y abrió las puertas a un futuro mejor para una nación como Sudáfrica". La clarividencia de Mandela vio en el rugby el cómplice perfecto.

Imágenes del partido entre Francia y Australia

Imágenes del partido entre Francia y Australia / EFE/EPA/LUDOVIC MARIN / POOL MAXPPP OUT

Este viernes 8 de septiembre de 2023 arranca en París la décima edición de la Copa del Mundo de rugby. Lo hace en un país con una inquietante problemática social que vive días tumultuosos para una población emigrante implantada en los banlieue, donde la población negra y musulmana es mayoritaria. Toda Francia, incluidos los suburbios, miran a este Mundial en el que el XV del gallo se ha autoimpuesto el cartel de favorito después de ganar en los últimos tres años a todos los rivales del hemisferio sur (Sudáfrica, Nueva Zelanda, Australia y Francia). Y lo hace con un equipo multicultural en el que hace muchos años que hay jugadores de todas las razas y creencias.

Jugadores con ascendencia africana como Sekou Macalou (nacido en el suburbio parisino de Sarcelles), el deslumbrante Gael Fickou, o el segunda Cameron Woki, otro jugador referencial nacido en el banlieue de Saint-Denis, uno de los epicentros de las protestas sociales. También hay jugadores de ascendencia oceánica como Uini Atonio, Peato Mauvaka, Yoram Moefana o Sipili Falatea, y no pocos practican la religión musulmana. Un crisol cultural y deportivo en el que Emmanuel Macron ha depositado muchas expectativas para ejemplificar que una Francia ecléctica puede triunfar si trabaja unida. Emulando así a Mandela en el 95.

Los All Blacks escenifican la haka 

Los All Blacks escenifican la haka  / NZRU

Incidente racista con Chalureau

En medio de este escenario ha saltado la chispa con la convocatoria del segunda línea Bastien Chalureau, que sustituye al lesionado Paul Willemse. Chalureau, acusado de una presunta agresión racista en 2020, fue despedido de su antiguo equipo, el multicampeón Stade Toulousain, fichando por Montpellier. Su inclusión ha abierto una polémica ya que el diputado Thomas Portes (LFI) ha pedido a la ministra de deportes, Amélie Oudéa-Castéra, la no selección del jugador para el Mundial. Oudéa-Casteraha advertido: “Que hay que dejar a la justicia realizar de manera serena su trabajo, respetando la presunción de inocencia”. Y hasta Macron se ha pronunciado: “No queremos que la controversia se salga de control”.

Francia sueña con que su selección reúna en torno al rugby a un país fracturado. Y que lo haga con el mundo como testigo directo en un Mundial que ya es un evento planteario que reúne a tres millones de espectadores en los estadios (el 40% extranjeros) y una cifra que por primera vez superará en esta edición los 1.000 millones de espectadores en televisión. Más allá de los más de mil millones de euros que dejará el torneo en un Francia en la que las audiencias de rugby superan a las de fútbol. El deporte oval, a diferencia del balompié, que se instaló al norte, está implantado en el sureste de Francia, donde hay 170 clubes de rugby y 35.000 jugadores federados.

Dos Irlandas, cuatro provincias, una selección

Si en Sudáfrica evitó una guerra civil y en Francia Macron aspira a convertirlo en un elemento aglutinador, en Nueva Zelanda el rugby es el mejor embajador del país. Un deporte que trasciende al campo y exporta la mejor versión de la nación de la nube blanca, donde el oval es el deporte rey. En Irlanda no lo es, sin embargo, el rugby ha sido el primero capaz de reunir a las dos Irlandas en una misma selección. Irlandeses del sur y del norte, católicos y protestantes, bajo una misma bandera, la de las cuatro provincias, y un himno común que les invita a luchar “hombro con hombro” por llevar lo más lejos posible al trébol. Y como líderes del ránking mundial, los de Isla Esmeralda no contemplan otro resultado que no sea ganar la final del 28 de octubre. Eso supondría el triunfo de una idea que trasciende a la política, a la religión y a las cuentas pendientes. En Francia no solo se juega un Mundial, que también. Esto es mucho más que rugby.