ENTREVISTA

José María Velázquez-Gaztelu: "Yo soy el culpable del camino de El Niño de Elche"

Veterano periodista y poeta, fue responsable de una inigualable serie documental grabada y emitida en los años 70 en TVE, 'Rito y geografía del cante flamenco'. Reúne en un libro cerca de un centenar de entrevistas a lo largo de 50 años de profesión

José María Velázquez-Gaztelu, en Madrid.

José María Velázquez-Gaztelu, en Madrid. / ALBA VIGARAY

Ángeles Castellano

Ángeles Castellano

Ha sido testigo del flamenco del último medio siglo. Pero no sólo testigo. José María Velázquez-Gaztelu (Cádiz, 1942) ha sido un actor más, con un papel muy destacado en su divulgación. Cuenta que conoció esta música con tres años, cuando su familia se instaló en Arcos de la Frontera (Cádiz), donde pasaría su infancia. Su casa estaba pegada a la cárcel de la localidad, y allí había una extraña tradición: todos los Viernes Santos, la procesión del Nazareno pasaba por delante de la cárcel y los presos le cantaban saetas. Al mejor, las fuerzas vivas del pueblo le daban la libertad. Un José María niño escuchaba a los presos ensayar todo el año a través de las paredes.

Periodista y poeta, fue uno de los responsables del fundamental Rito y geografía del cante, un programa documental de la TVE de principios de los 70 que combinaba entrevistas y actuaciones en el ambiente natural de los grandes nombres del momento, pero también de artistas desconocidos, que Velázquez-Gaztelu, Pedro Turbica (ambos como guionistas), y Mario Gómez (director) se encargaron de dar a conocer. Después repetiría con Rito y geografía del baile. Mantiene en antena desde 1984 el programa de Radio Clásica Nuestro flamenco, es el coordinador de lo que sobre este arte se escribe en El Cultural y ha publicado recientemente De la noche a la mañana. Medio siglo en la voz de los flamencos (Athenaica, 2022), en el que reúne entrevistas a casi un centenar de artistas, pasados y presentes, realizadas en los últimos 50 años. Es habitual verle como público en festivales, donde suele ir además invitado como conferenciante. Sigue atento a las propuestas actuales sin dejarse llevar por la nostalgia, y muestra siempre un gran respeto por la creación y los artistas, a los que sigue escuchando de manera activa. Con motivo del Día Internacional del Flamenco, EL PERIÓDICO DE ESPAÑA conversa con el veterano periodista sobre sus vivencias profesionales y personales en torno al arte jondo.

P. En el libro incluye casi un centenar de entrevistas. Es una cantidad de material apabullante. ¿Le ha quedado alguien sin entrevistar en cinco décadas de trayectoria profesional?

R. Sí, naturalmente, siempre falta alguien. Pero no sobra ninguno. Esta es una selección absolutamente subjetiva de lo que a mí personalmente me ha parecido significativo, por lo que dicen y por la relación que establezco con ellos de amistad, de confianza. Todos me hablan con sinceridad. Establecer una relación de confianza y de cariño es importante y da como resultado una entrevista que en la que yo lo que intento es explicar al personaje, comprenderlo sin prejuicios.

P. Debe ser difícil dejar a un lado los prejuicios cuando se vive el flamenco tan desde dentro como lo ha vivido usted.

R. Yo no tengo prejuicios. Afortunadamente el arte es muy amplio y siempre digo que el flamenco se expresa en muy distintos niveles, con muy distintas aptitudes musicales, interpretativas, expresivas, y esa diversidad enriquece al género. Yo creo que actualmente hay propuestas muy creativas, muy valientes, rompedoras, aunque mal entendidas, mal criticadas y mal observadas y, en muchos casos, mal analizadas, con poca profundidad. Yo siempre recuerdo La consagración de la primavera de Stravinsky cuando se estrenó, me parece que fue en París, a principios del siglo XX. El pateo y el griterío que se formó, decían algunas crónicas que parecía que se iba a venir abajo el teatro. La crítica lo puso como los trapos y ahora es una obra que se estudia en todos los conservatorios del mundo y se interpreta por todo las grandes orquestas del mundo. Comprendo que a veces el artista se adelanta a su tiempo y no es entendido. Eso ocurre también en el flamenco, naturalmente, y más en una época como esta, que tiene una dinámica creativa muy viva. A veces no les comprendemos, pero eso forma parte de la dinámica del arte. Yo siempre digo que el flamenco es una vieja tradición en continuo proceso evolutivo. Si no fuera así, no sería un arte.

Periodista y poeta, fue uno de los responsables del fundamental 'Rito y geografía del cante'.

Periodista y poeta, fue uno de los responsables del fundamental 'Rito y geografía del cante'. / ALBA VIGARAY

P. Sería folclor…

R. No sé lo que sería, pero no sería un arte. El arte está vivo, está continuamente cambiando y los artistas están aportando cosas. El artista tiene que ser libre, hacer lo que le dé la gana y eso tenemos que respetarlo. Yo salgo a veces a dar conferencias fuera de España y el respeto que se le tiene en otros países a los artistas es verdaderamente maravilloso. Hagan lo que hagan. Son respetados, queridos y admirados. Después el tiempo dirá, claro. El arte nos enriquece espiritualmente, nos ayuda a vivir y nos abre la mente para ver otros niveles y otras percepciones de las cosas. Es posible que lo que ahora digamos que es una barbaridad, a lo mejor dentro de 40 ó 50 años estará en los museos.

P. ¿Y no ha tenido alguna vez la sensación de que las polémicas son un poco falsas? Pienso en Israel Galván o El Niño de Elche, de quien incluye una entrevista en el libro, que hacen correr ríos de tinta y luego sus propuestas están llenas de referencias a obras previas.

R. En mi opinión, El Niño de Elche es un artista muy interesante. Yo le conozco desde que presentó su primer disco en mi programa de radio, Mis primeros llantos se llamaba, fíjate tú, y tenemos muy buena relación. Las entrevistas que le he hecho a Paco [Contreras, Niño de Elche] han sido con la intención de que se entienda el personaje y como él es sincero conmigo, pues me lo cuenta. Y ahí están todas sus contradicciones, todos sus miedos, sus dificultades para ver con claridad las cosas, porque a veces tiene unas confusiones muy profundas. Pero bueno, dentro de su personalidad artística esa es su característica, ¿no? Y hay que entenderlo. No me cabe duda de que El Niño de Elche es un provocador. Lo que pasa es que dentro de lo suyo, la provocación forma parte de la propuesta. Porque si la gente pasara olímpicamente y no le hicieran caso a pesar de sus provocaciones, tendría que ir por otro lado. Fíjate tú, que en su último disco, que es un disco muy tradicional, un guitarrista y un cantaor, como hace 50 años, la gente, sin escucharlo, ya le están atacando. Yo recuerdo que en sus inicios coincidió que yo había estado en el Museo del Prado viendo una exposición, magnífica pero muy intensa, del pintor Francis Bacon. Paco también lo vio y me mandó un video en el que hacía una especie de performance sobre la exposición. Tras ver el vídeo, hice una reflexión, lo llamé y le dije: "Paco, por aquí tienes un camino". Así que yo soy culpable del camino que ha seguido El Niño de Elche. Esto está en la entrevista del libro, lo cuento, pero bueno, lo quiero subrayar porque efectivamente por ahí hubo un camino y por ahí se metió, ¿no?

P. El flamenco siempre estuvo presente desde su infancia en Arcos de la Frontera (Cádiz), en su entorno, pero ¿cómo llega al flamenco de manera profesional, como periodista?

R. Pues mira que no lo sé. Yo empecé a conocer el flamenco a los cuatro años y se me quedó. Para mí es un misterio que aún no he podido descifrar. Yo tenía mucha amistad con la gente de Jerez, con los Peña de Lebrija, con los Mairena, con los Morao, con los Terremoto, con los Sordera, etcétera. Y entraba en su casa como uno más de la familia. Bueno, eso fue una experiencia muy enriquecedora porque lo viví muy de cerca. Yo he estado en bodas donde el único no gitano que había en esa boda era yo. Pero además, todo el ritual de camisas que se rompen y la alboreá (que es un cante gitano que sólo se canta en las bodas), y el rito del pañuelo a la novia y todo eso, que es una hermosura. Yo me acuerdo cuando nació mi hija y la bautizamos, que invité a la cantaora María la Perrata, que era muy amiga nuestra, y a Juan El Lebrijano y a los Bacán. Y llegó un momento en que un grupo estaba bailando y cantando, otro grupo, charlando... Lo estábamos celebrando en una venta a las afueras de Arcos, en un sitio así ajardinado, muy bonito, había interior y había exterior también. Y de pronto, viene Pedro Peña, era la 01:00 de la madrugada, había una luna preciosa. Me dice Pedro: mira, José María, que dice mi madre que ha llegado el momento. Y la niña, recién bautizada, lloraba y lloraba, y mi mujer no conseguía calmarla. Y de pronto, la cogió María la Perrata, empezó a mecerla y a cantarle una nana y se quedó callada. Ese es el flamenco que yo he vivido. Y esas reuniones se hacían siempre alrededor de una mesa con compás. Por eso yo le decía el flamenco de mesa camilla. Se cantaba de otra manera. También había momentos en los que unos cantaban con letras alusivas a alguien más que estaba presente y el otro le contestaba en el mismo compás, por bulerías o por fandangos o lo que sea. Ese es el flamenco que a mí me ha enriquecido mucho, que ha sido una base importante para mi experiencia.

"Hoy hay propuestas creativas, valientes, rompedoras... pero mal entendidas y mal observadas"

P. ¿Cree que eso se sigue produciendo? Porque al hilo de la digitalización, se dice que los jóvenes acceden al flamenco ahora de otra manera. No tanto con esa vivencia familiar.

R. Hay pocos lugares, en Jerez, en Lebrija, en Utrera, donde eso se mantiene. No tanto como antes, porque la música formaba parte de la vida de las personas. Ahora, las circunstancias socioeconómicas también influyen. Los lugares donde ellos vivían antes eran más abiertos, con espacios comunes, y la música y el cante para ellos era no solamente un arte, sino también un medio de expresarse y de comunicarse. Y eso ha ido a menos, todo va cambiando, ¿no? La vida cambia continuamente. Ahora los jóvenes vienen a decirme que ven cantar en Rito y geografía del cante a tía Anica la Piriñaca, o a Antonio Mairena o Manolo Caracol y les impresiona mucho, porque no han vivido eso, pero claro, yo todas esas reuniones que salen en Rito las había vivido desde chico.

P. ¿Cuál fue la intención primera de hacer esa serie documental?

R. Había varias intenciones. Una de ellas era descubrir cosas desde el mundo flamenco que no estaban ni en los discos ni en los escenarios. Esa Andalucía profunda que te digo. También queríamos procurar situaciones muy cómodas para los artistas fuera del escenario, rodeados de sus amigos, esas reuniones que se daban en los años 70 de forma natural. Por eso en la serie se producen esas situaciones tan especiales. Y otra intención también fue mostrar lo que ahora llamaríamos la vanguardia. La gente de nuestra edad: Enrique Morente, José Menese, Paco de Lucía, Camarón, Manolo Sanlúcar... que además coincidíamos, digamos, en la actitud política. Entonces buscábamos la democracia y la libertad, estábamos en contra de la dictadura franquista y ahí estábamos todos de acuerdo.

P. ¿Cómo se puso en marcha? Me imagino que convencer a Televisión Española no tuvo que ser sencillo.

R. Yo me acuerdo cuando presentamos el primer borrador a la segunda cadena de entonces: las risotadas salían de los despachos y llegaban a los pasillos. Se mofaban de los nombres de los artistas. Pero milagrosamente había una persona con poder de decisión, una persona respetada en la directiva, que era Romualdo Molina, San Romualdo Molina. Dijo: esto hay que hacerlo. Habló con el director de La 2, habló con el jefe de programas de Radio Televisión Española, lo movió todo y lo puso en marcha. Y cuando ya llevábamos 100 programas, dijimos: aquí falta Juan Valderrama, falta Serranito, que entonces vivía más tiempo fuera que dentro de España y era difícil pillarlo, falta Juan Barea, falta el Sevillano, falta Naranjito de Triana, falta un joven Rancapino… Pero nos dijeron: "No, no, llevan cien programas, se acabó". Está incompleto, pero bueno, la realidad es incompleta. No están todos lo que nosotros hubiéramos querido que estuvieran y que entonces vivían.

P. No se planteó cerrado desde el principio, entonces.

R. Bueno, aparte del proyecto inicial, la norma era presentar 13 programas, que son tres meses. Presentábamos, lo aprobaban y nos íbamos a rodar, traíamos material, nos metíamos en la sala de montaje, lo dejábamos preparado para que se fueran emitiendo y mientras, habían aceptado otro bloque de 13. Esa era la dinámica. Rodábamos, montábamos, presentábamos. Así durante tres, casi cuatro años. Yo los conocía a casi todos. Tú ibas a casa de María la Sabina, la madre de Santiago Donday, que era una señora enigmática, silenciosa y muy introvertida, también tímida. Y claro, entonces para rodar no era como ahora, que vas con una cámara pequeñita y no necesitas ni luz. Entonces era cine, rodábamos en 16 mm en blanco y negro, y necesitábamos una cantidad de luces... Incluso teníamos una plumita, como una pequeño grúa para hacer un plano, una vía de travelling… Claro, la señora ve que entra todo ese circo en su casa, un montón de gente, iluminadores, electricistas, tres cámaras, ayudantes de cámara, sonido, ayudante de sonido... Un equipo bastante considerable. Y claro, la señora se asusta. Así que lo que hacíamos es lo siguiente: entrábamos como un elefante en cacharrería, metíamos las luces, lo que fuera necesario. Y no rodábamos. Dejábamos eso puesto y el equipo se iba a tomar un café o un bocadillo o lo que fuera. Y yo me quedaba charlando con ella. Y a las dos o tres horas decía: bueno, venga, vamos a empezar que yo tengo ya ganas de cantar. Ella se había acostumbrado ya a los focos, a los ruidos, a todo ese circo. Y entonces es cuando lo hacíamos. Pero ellos mismos marcaban el comienzo del rodaje. No nosotros. Y esperábamos a que ellos estuvieran absolutamente a gusto. Hombre, los grandes profesionales no, porque ya estaban acostumbrados. Recuerdo por ejemplo en casa de Manolo Caracol, que tú sabes que tenía una seguiriya verdaderamente apoteósica, y la pudimos grabar para Rito allí con sus invitados, su gente más íntima, su familia. Incluso su nieta Salomé aparecía por allí y bailaba.

P. En la última Bienal de Flamenco de Sevilla un sector de la crítica ha machacado las propuestas más vanguardistas. ¿Cómo valora este fenómeno?

R. La Bienal de Sevilla es un ciclo muy largo, de un mes prácticamente, incluso a veces es un poco apabullante porque no puedes atender a todo. Esa es una característica propia de este festival. Esto hace que entren muchas cosas en la programación. Pero quizá su aspecto más destacable es el de enseñar la realidad del flamenco en este momento. A mí me critican porque doy voz en mi programa de radio, por ejemplo, a El Niño de Elche. Pero el mío no es un programa selectivo, ni es un programa excluyente. Es decir, ¿quién soy yo para decir este señor no, porque es muy feo, porque le pica la boca, tiene la oreja muy grande? El flamenco es de todos. Yo lo que intento es mostrar lo que se está haciendo, unas te llegarán más y otras menos. Y en la Bienal pasa lo mismo.

P. Al hilo de esto, no sé qué opina del fenómeno Rosalía...

R. Rosalía me parece una muchacha muy inteligente. Y los que llevan la carrera de Rosalía son genios. ¿Que Rosalía se acerca al flamenco? Lógico, porque es una muchacha con sensibilidad, claro, como antes el flamenco ha interesado a Manuel de Falla, y lo incluye en su obra, o a Turina, por ejemplo. Numerosos artistas se han acercado al flamenco desde siempre.

P. ¿Le gustaría entrevistarla?

R. Sí. Sí. Con muchísimo gusto. Encantado. Además me parece una muchacha estupenda. Yo apoyo todo lo que sea arte, y por supuesto a los muchachos más jóvenes que están ahí luchando y haciendo cosas distintas. Es un mundo maravilloso. Claro que hay que estar ahí. Hombre, naturalmente, uno tiene una sensibilidad y hay cosas que me llegan más y otras menos, o no me llegan nada o me dejan indiferente.