PREMIO NACIONAL DE DANZA

Ana Morales: "Si el flamenco quiere seguir creciendo, nuestro cuerpo sigue estando ahí para que lo haga"

La bailaora recibe el galardón en la modalidad de Interpretación, mientras en Creación recae en el también bailaor Andrés Marín: "A veces nos cuesta trabajo entender que el arte está vivo"

La bailaora Ana Morales durante el estreno en París de su obra 'Peculiar'

La bailaora Ana Morales durante el estreno en París de su obra 'Peculiar' / ALAIN SCHERER (COMPAÑÍA ANA MORALES)

Ángeles Castellano

Ángeles Castellano

"La conozco desde que era una niña. La recuerdo comiéndose los bocadillos en el Centro Andaluz de Danza y currando como ella sola", explica Andrés Marín sobre la también bailaora Ana Morales. La bailaora responde: "Andrés es un referente dentro y fuera del escenario, yo he crecido a través de él". Y ambos repiten la misma expresión para referirse al otro: "Es familia". Andrés Marín y Ana Morales son los galardonados con el Premio Nacional de Danza 2022: Marín en la modalidad de Creación, Morales, en la de Interpretación. Es la primera vez que el premio se otorga, en sus dos modalidades, a artistas flamencos. Y en este caso, además, son artistas cercanos, puesto que Morales fue alumna y bailaora en la compañía de Marín, en el espectáculo Asimetrías, estrenado en 2005.

Marín (Sevilla, 1969) tiene una trayectoria más dilatada que Morales. Pertenece a la generación hoy ya consagrada de Israel Galván y Rocío Molina -ambos también galardonados con el mismo reconocimiento en años anteriores- que lucharon hace un par de décadas por ampliar los horizontes del baile, renovar la puesta en escena y mezclarlo, a partir de la tradición, con elementos de otras disciplinas. A la vez, construían un discurso extremadamente personal. Morales, sevillana nacida en Barcelona en 1982, ya ha crecido en el baile bebiendo, entre otras fuentes, del trabajo de estos pioneros, y de manera natural está construyendo un lenguaje propio que desarrolla en sus diferentes espectáculos.

Ambos han recibido el premio con sorpresa. Marín cuenta, por teléfono, que la llamada del ministro de Cultura del pasado jueves le pilló en la playa de vacaciones con su mujer, "destascando un lavabo". "No me lo esperaba ya, porque pensaba que es un premio generacional y que a mí ya me había saltado", explica. Morales, sin embargo, estaba trabajando, en el local de ensayo, porque estrenaba ese mismo día una pequeña pieza en Barcelona, así que cuando por fin contestó la llamada -"¡Me quedé en shock! El cuerpo me empezó a temblar", indica- se encontraba entre los nervios del estreno y el arropamiento que da estar rodeada de sus familiares. Para los dos el reconocimiento supone un impulso a su trayectoria, aunque de manera diferente.

Marín, que destaca el hecho de que el jurado haya decidido los premios por unanimidad, lo recibe desde la serenidad que da la madurez. "Fue una sorpresa, pero hoy me encuentro tranquilo", dice, 24 horas después de recibir la noticia. "Lo he vivido como un objetivo cumplido. Creo que la madurez y la solera son muy importantes, pero yo me sigo sintiendo como un principante cada día, con la misma ilusión. El día que no la tenga me voy con dignidad".

Morales, sin embargo, lo recibe como un respaldo a estar en el camino correcto. Viene de estrentar su último proyecto de gran formato, Peculiar, en París (Teatro Grande Halle de La Villete), Barcelona (Festival Grec) y Sevilla (Bienal de Flamenco), un espectáculo coral, pero no a la manera tradicional del baile: cada uno de los artistas que participan en el montaje se mezcla con el resto del elenco saliéndose del papel asignado. Morales no ocupa un lugar protagónico ni omnipresente y sin embargo muestra cómo su lenguaje corporal sigue creciendo, ensanchándose, sin perder la elegancia y fuerza que le caracteriza, a caballo entre el flamenco y la danza contemporánea. "Después de embarcarme en un espectáculo un poquito más especial, más valiente, más en los límites, que suscita controversia, no para mí, pero para determinados sectores, un premio así te da un poquito más de confianza", admite. "Viene en un momento muy bonito".

De Marín, el jurado ha dicho reconocer "su capacidad de transitar la línea entre la tradición y la vanguardia", con un lenguaje coreográfico "muy personal, que dialoga sin apriorismos con otras disciplinas que incorpora con naturalidad". Él se reconoce en esas palabras. "A mí lo que siempre me ha interesado más es la creación, me han dado un premio muy acorde con mi personalidad artística", explica. Morales, de quien el jurado valora su "incansable búsqueda personal, arriesgada y valiente" y "su capacidad para crear universos diferentes", también. "Esa frase me conmovió mucho", explica, y después de una pequeña pausa, reflexiona: "Bueno, lo pienso y me sigue conmoviendo", dice con la voz medio quebrada de la emoción. "Porque sí, es cierto, hay una búsqueda incansable sobre el movimiento, encontrar algo de ti y seguir ahondando más si cabe. Es muy conmovedor leerlo desde fuera".

El veterano bailaor ha estrenado recientemente Yarin (junto al bailarín tradicional vasco Jon Maya) en la XXII Bienal de Flamenco de Sevilla que concluyó el 1 de octubre. La suya era, en este festival, la propuesta de un veterano. "Está en un momento de de tranquilidad, de sosiego y de disfrute absoluto", dice Morales, que acudió al estreno como espectadora. "Para mí verlo como un artista ya con esa madurez tan arrolladora, desde la seguridad y sin la inquietud de demostrar nada es muy bello. Pero yo me quedo con el Andrés provocador al máximo que hace que se nos vuelva del revés la cabeza".

Durante años, la crítica flamenca se cebó con él, por considerarlo fuera de los cánones. Pero en esta ocasión su espectáculo, un diálogo entre las dos disciplinas en un espacio depurado, mínimo, ha recibido grandes alabanzas. ¿Ahora se entiende mejor a Andrés Marín? "Yo creo que no. La verdad es que yo creo que nunca se me va a entender", dice él. "Lo que sí creo es que el público está más acostumbrado a verme".

El hecho de que el Premio haya recaído por primera vez en dos bailaores que se mueven en los márgenes del flamenco y que están presentes en los grandes teatros europeos tiene una significación para el flamenco mismo, reconocen ambos. "El flamenco tiene un nivel muy alto de las artes escénicas, es reclamado no sólo por grandes teatros, sino también por los grandes nombres de otras disciplinas que quieren acercarse a este lenguaje", dice Marín. "A Rocío Molina le acaban de dar el León de Plata de la Danza en la Bienal de Venecia. ¿Es que se tiene que llevar toda la vida bailando la guajira de Oro viejo, que por cierto es una maravilla? No. Nos cuesta entender que el arte está vivo, que tiene que evolucionar, que no está en un museo encerrado".

Morales coincide. "Yo creo que este premio pone en valor que el flamenco sigue creciendo, se sigue mezclando y abriendo sus alas. Y si quiere seguir creciendo, nuestro cuerpo sigue estando ahí para darle permiso para entrar".