Opinión | CALEIDOSCOPIO

Campanadas

Dentro de un año nadie se acordará ya de los independentistas catalanes prófugos y, en cambio, el país seguirá hablando del no-vestido de la presentadora de la televisión, que repetirá actuación (no así el vestido) en la Nochevieja

Alberto Chicote y Cristina Pedroche en las Campanadas 2023 de Antena 3.

Alberto Chicote y Cristina Pedroche en las Campanadas 2023 de Antena 3. / Antena 3

Un país que se pasa días comentando el vestido de una presentadora de televisión en la retransmisión de las campanadas de Nochevieja, y eso todos los años, tiene un problema. El problema no es la amnistía a los independentistas catalanes fugados al extranjero precisamente. Sin embargo, hay mucha gente que lo cree (y cree que España se va a romper), sin reparar en que dentro de un año nadie se acordará ya de los independentistas catalanes prófugos y, en cambio, el país seguirá hablando del no-vestido de la presentadora de la televisión, que repetirá actuación (no así el vestido) en la Nochevieja.

El tiempo pasa, pero lo secundario queda. Bastaba ver en otro canal de la televisión la misma noche de fin de año el revival de actuaciones de músicos del último medio siglo para darse cuenta de que es así. Ya casi nadie sabría decir quién era el presidente del país ni los principales problemas de este cuando se grabaron esas actuaciones, pero todo el mundo podía repetir unas canciones que parecerían destinadas en su mayor parte a la desaparición. Hasta los intérpretes mismos parecían renacidos, tan reales y vivos aparecían en la pantalla a pesar de llevar ya algunos de ellos tiempo muertos. Es lo que tiene la eternidad.

Los periodistas se empeñan en que lo importante y lo que queda es lo que ellos escriben en los periódicos, pero lo que queda en la memoria de un país, pasado el tiempo, es lo que despreciaron por insustancial o porque lo consideraron efímero. Cualquiera que coja un periódico de hace un año observará que nada de lo que se cuenta en él tiene sentido ya, con excepción del vestido de la presentadora en las campanadas esa Nochevieja. Incluso se comparan de un año a otro para ver cuál dejaba a la vista más parte del cuerpo de aquella. Lo que quiere decir que a los españoles lo que verdaderamente les importa es eso y no las circunstancias en las que tiene lugar, que al cabo de unos pocos meses habrán cambiado como las nubes. Todo pasa y todo queda, decía Antonio Machado, al que todo el mundo cita ahora venga o no venga a cuento.

Las campanadas de este año han alumbrado, no obstante, una novedad que es la de la presentadora invitada, algo que en el mundo editorial ya está inventado hace tiempo, solo que en sentido inverso: en lugar de encargarte un libro o de darte un premio por ser un presentador de televisión conocido, aquí lo que se ha hecho es convertir en presentadora a una persona famosa por otra razón. Y no por una razón cualquiera: por haber sido objeto de una agresión sexual a la vista de todo el mundo, pues se transmitió en directo por televisión. Lo que asombra es que la agredida haya aceptado la invitación tan contenta, en vez de tomarla como lo que es: una nueva agresión a su persona, pues no se la invitó por ser futbolista, sino por haberse hecho famosa por la agresión sexual sufrida, pues futbolistas hay muchas en España, dos de ellas declaradas las mejores del mundo en los dos últimos años, y nadie las invitó a presentar las campanadas de Nochevieja vestidas de fiesta. 

Esperemos que no se convierta en otra variante imaginativa de las cadenas televisivas, que luchan entre ellas por atraer a la mayor cantidad de espectadores en ese momento en el que todo el país está mirando la televisión y se repita en los siguientes años renovando al presentador o a la presentadora con morbo, no su vestido, como en el caso de la que lo provoca ella a base de reducirlo más cada vez.