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El antes, durante y después del rock radical vasco: "Con la desaparición de ETA se produce un momento musical hedonista"

Hablamos con el autor de ‘Party & Borroka: jóvenes, músicas y conflictos en Euskal Herria’, una historia de la música contestataria del País Vasco

La Polla Records, durante un concierto organizado en 2013.

La Polla Records, durante un concierto organizado en 2013. / ARCHIVO

Cuando se habla de la música contestataria hecha en Euskadi, especialmente si la conversación tiene lugar fuera de allí, casi todo el mundo habla del rock radical vasco: la escena musical surgida en el País Vasco y Navarra, que agrupó a músicos de diferentes estilos como punk, rock, heavy, ska y hasta reggae, pero bajo una misma actitud crítica contra el Estado, la policía, la monarquía, la iglesia o el ejército.

La Polla Records, Barricada, Eskorbuto, Kortatu o M.C.D. son algunos de los grupos más representativos de este periodo caracterizado también por su apoyo al movimiento independentista vasco y a la lucha armada de ETA. Un tema este último que, como veremos, no siempre fue exactamente así.

De cualquier modo, los orígenes de la música contestataria vasca son mucho más antiguos y complejos de lo que la mayoría de la gente piensa. De eso trata Party & Borroka: jóvenes, músicas y conflictos en Euskal Herria, editado por Txalaparta. Un análisis serio y riguroso, escrito por el sociólogo y profesor de la Universidad del País Vasco Ion Andoni del Amo, que recopila todo lo que pasó antes, durante y después del rock radical vasco. Un ensayo de fácil lectura pero de gran profundidad8 que mezcla cultura, contracultura, política y, sobre todo, mucha música.

Los orígenes

Para buscar los antecedentes del rock radical vasco tenemos que ir hasta los años 60, momento en el que surgió lo que se bautizó como la Nueva Canción Vasca —en euskera Euskal Kantagintza Berria—, un movimiento que estaba muy relacionado con lo que estaba pasando en muchos otros lugares del mundo como Estados Unidos con el movimiento folk, cuyos máximos exponentes fueron Bob Dylan y Joan Baez, pero también en Latinoamérica o en España con la Nova Cançó catalana y otros artistas como Paco Ibáñez, por poner un ejemplo entre muchos.

“Este surgimiento de la Nueva Canción Vasca”, explica Ion, “además de con el auge del folk a nivel global, también está relacionado con un impulso a la recuperación de la cultura vasca en general que aparece como reacción a la represión franquista”.

Este afán de recuperación tiene también un carácter de renovación, de actualización de las tradiciones ancestrales y de creación de una nueva estética e identidad nacional vasca. “En este sentido”, señala Del Amo, “el papel de los intelectuales del momento es muy importante. La renovación se extiende por todos los planos culturales, desde la arquitectura a la pintura, pasando por la escultura”.

También a la música, de hecho, esta juega un papel muy importante. Probablemente el colectivo más célebre que surge en este momento es Ez Dok Amairu, en el que participan fundamentalmente músicos y escritores y cuyo alma mater es el artista Jorge Oteiza y que está volcado en la recuperación y la renovación del euskera. Mikel Laboa o Xabier Lete son algunos de los cantantes más reconocidos de este grupo.

“Estos músicos presentan muchas similitudes con los de la nova cançó y el resto de cantautores del Estado español”, asegura Ion, “aunque en este momento el papel de la política en esta música no es explícito. Hay cantautores con registros más políticos en las letras pero, en general, no hay mensajes políticos en sus temas. Incluso algunos de ellos pronto rechazan las posiciones más políticas y se inclinan hacia registros más bien poéticos”.

La política, según Del Amo, está más presente en el ambiente que rodea a las actuaciones de estos artistas, los kantaldi (recitales o conciertos en euskera). El movimiento nacionalista ya llevaba un tiempo cogiendo fuerza en la zona —ETA se había fundado en 1958— y los kantaldi, por el hecho de que se cantaran canciones en euskera, atraían a un público reivindicativo en lo políticocultural que solía acabar entonando cánticos independentistas o exhibiendo en algún momento una pancarta reivindicativa o una ikurriña, que por entonces estaba prohibida.

“Los kantaldi se convierten debido a esto en una ‘experiencia emocional’”, aventura Ion. “No solo por la música, sino porque nunca sabes lo que va a pasar. Pueden acabar disueltos por la policía y que tengas que salir corriendo en un determinado momento. Eso añade cierta épica a estos encuentros y los convierte, en cierta manera, en actos reivindicativos”. Ion señala cómo a través de estos actos se va desarrollando una estética vasca en el vestir, ya que la gente acude con ropa tradicional como txapelas, kaikus [un tipo de chaqueta tradicional vasca] y otras prendas tradicionales”.

La llegada de los años 70

Según nos cuenta Del Amo, tras la muerte del dictador en 1975, todo cambia, también en lo relativo a la música en Euskadi. Poco a poco, la repercusión pública de los kantaldi se va reduciendo. Las personas que acudían a esos recitales, comienzan a verlos como algo rutinario, demasiado solemne y hasta aburrido.

Por otro lado, la creación de nuevas instituciones culturales por parte del Gobierno Vasco a principios de los 80, hace que muchas de las personas que habían participado en ese movimiento, acaben colocándose en puestos de trabajo creativos en la televisión, en la radio o en los nuevos medios de comunicación vascos que están naciendo en ese tiempo. “De esta forma, ese movimiento cultural se institucionaliza”, afirma, “con lo que pierde esa parte emocional que le proporcionaba su situación de casi clandestinidad que se sentía en los kantaldi”.

Es en este contexto cuando el punk explota en Euskadi. En su surgimiento tiene mucho que ver la reconversión industrial, que afecta especialmente a algunas zonas de Vizcaya como Arrasate o Mondragón. Es decir, las zonas que eran tradicionalmente más industriales.

El desempleo, especialmente juvenil, se dispara pero, por si esto fuera poco, la hecatombe económica coincide con la entrada de las drogas en el territorio y, especialmente, de la heroína. “Todo esto creó una fuerte ruptura generacional entre los jóvenes y la generación anterior. Al igual que los cantautores se habían inspirado en Dylan y otros artistas folk para adaptarlos a su cultura, los jóvenes de finales de los 70 y primeros 80 se fijan en Inglaterra y en lo que están haciendo grupos como los Sex Pistols y la explosión estética del punk”.

La actitud de los punks británicos encaja como anillo al dedo en los jóvenes vascos, que necesitan urgentemente dar salida a toda su rabia contenida. A la crisis económica y social, se le unen las múltiples violencias presentes en la sociedad vasca: la violencia de ETA, la de la policía, del Batallón Vasco Español o los primeros atentados de los GAL. “Todo el tiempo se suceden manifestaciones que acaban normalmente en altercados con la policía e incluso con muertos”, explica el autor. “Y esa situación de crispación hace que los jóvenes vascos hagan suyo el mensaje del punk, el ‘no hay futuro’”.

El mundo abertzale, la parte más radical del movimiento anterior, desconfía en estos primeros momentos de los punks, que además, en muchos casos, provienen de barrios obreros poblados fundamentalmente por inmigrantes españoles que habían llegado a Euskadi entre los 60 y los 70 y que cantan fundamentalmente en castellano.

Su filosofía “antitodo” también se opone a la política, al nacionalismo, etc. “Incluso la reivindicación antimilitarista, que se dirigía sobre todo contra el servicio militar, se convierte en problemática para grupos vinculados a ETA, ya que también se opone a su lucha armada”, apunta Del Amo. “El uso de las drogas se ve por parte de grupos como Herri Batasuna (que se había fundado en 1978) como una influencia externa indeseable, pues va en contra del idioma y actúa como agente desmovilizador de la juventud. Aparte de la sospecha de que parte de los estupefacientes han sido introducidos en los barrios por los propios entramados policiales”.

Poco a poco, sin embargo, esto fue cambiando. El movimiento punk cada vez tenía más adeptos y los jóvenes punkis empezaron a crear sus propios espacios autogestionados, los gaztetxe, que se inspiran en los squat británicos. El movimiento comienza a tomar forma y a estos espacios comienzan a acudir también jóvenes vinculados a la izquierda abertzale. “Poco a poco se fue asumiendo por parte de los nacionalistas, a través de la coincidencia en espacios, de gustos musicales y también debido a que medios como Egin, el periódico de la izquierda nacionalista, comienzan a reseñar y a hablar de los nuevos grupos punk, que los punks tampoco son tan ajenos. Esto provoca una reflexión política en ese entorno y que se decida no solo dejar de enfrentarse con los punks, sino asumirlos como propios. Quizá el punto de inflexión es la organización en 1985 por parte de la propia Herri Batasuna de una gira con los grupos punkis más importantes del momento”.

Los cambios al llegar el siglo XXI

En su libro, el autor no entra muy en profundidad a hablar sobre el rock radical vasco. Lo cierto es que existen multitud de libros y artículos escritos sobre este periodo. Sin embargo, hay mucha menos literatura sobre lo que ha llegado después y esa es, quizá, una de las mayores aportaciones del libro de Ion Andoni del Amo.

Según cuenta el sociólogo, a finales de los 90, el panorama vasco volvió a cambiar. Por un lado, la cultura vasca y el euskera ya no se percibían como algo en riesgo. Por otro, las expresiones contraculturales de los 80 y los 90, protagonizadas fundamentalmente por el rock radical vasco, comenzaron a resultar un poco repetitivas y vacías de contenido. Finalmente, el rechazo creciente de la lucha armada, que se concretará en el alto el fuego de 2010 y el cese definitivo de la actividad armada por parte de ETA en 2011, contribuyen a un cambio sociocultural sin precedentes.

“Con el debilitamiento de la contracultura rock de los 90, comienzan a aparecer otro tipo de grupos que experimentan con otros idiomas como el inglés, con nuevos sonidos, con nuevas estéticas y con otro contenido en sus letras”, explica Ion. “Con la desaparición de ETA se produce una especie de momento musical hedonista en el País Vasco. Eso hace que hasta en las txosnas [las tabernas que se montan en las fiestas populares en el País Vasco y Navarra], que habían estado copadas por el rock radical vasco, comience a escucharse pop, rap y hasta reguetón”.

Para Ion, la diversificación que ha traído el nuevo siglo y la normalización política de Euskadi ha resultado positivo y opina que la salud de la música vasca de hoy en día es excelente. “Creo que la liberación del cánon de la estética rock ha sido muy positivo. Hay grupos experimentando con todo tipo de músicas, algo que encaja también en cómo se escucha la música hoy en día, donde todos escuchamos un poco de todo”.

Portada de 'Party & Borroka'.

Portada de 'Party & Borroka'. / ARCHIVO

'Party & Borroka'

Ion Andoni del Amo

Txalaparta

388 páginas | 17,10 euros