LIBROS

'Cecilia 2', el disco olvidado de la artista más singular de nuestros años 70 que ahora vuelve a la vida

Un nuevo libro del periodista Eduardo Bravo indaga en la historia del segundo álbum de la artista madrileña y el más desconocido de los suyos, a pesar de que muchos lo reivindican como el más personal y el mejor de su autora

La cantante Cecilia.

La cantante Cecilia. / ARCHIVO

Jacobo de Arce

Jacobo de Arce

En 1973, Evangelina Sobredo Galanes, la cantante a la que por entonces todo el mundo conocía como Cecilia, se enfrentaba al desafío de hacer un segundo disco que pudiera reeditar el éxito del primero, aquel homónimo Cecilia con el que había triunfado un año antes gracias a temas tan populares como Dama, dama o Nada de nada. Sin embargo, su nuevo álbum acabó teniendo mala fortuna y corto recorrido, a pesar de que para muchos sigue siendo el mejor de los suyos. Un trabajo al que el tiempo fue convirtiendo en uno de esos discos difíciles de encontrar pero que van adquiriendo la categoría de mitos. La trágica muerte de su autora en accidente de tráfico con solo 27 años, apenas tres después de publicarlo, contribuyó a ese aura de joya escondida de una voz que ya era leyenda.

Cecilia 2 fue un disco en el que tanto la compañía como la artista habían puesto mucha ilusión, pero del que se fueron desilusionando a medida que avanzaba la producción. Las razones respondieron, en buena parte, a los desencuentros que tuvieron artista y compañía relacionados con el concepto del disco. Una vez acabado, la compañía no supo cómo promocionar un trabajo que no era lo que se esperaba de Cecilia y que acabó teniendo muy malas ventas”, explica Eduardo Bravo, periodista especializado en bucear en los márgenes de la cultura popular que acaba de publicar Cecilia 2. La historia del disco que no pudo ser dentro de la colección Cara B de Lengua de Trapo y Círculo de Bellas Artes.

“A medida que transcurrían los años -prosigue el autor-, el primer disco se fue afianzando como un hito del pop español, el tercero continuó siendo un éxito de ventas gracias a temas como Un ramito de violetas, y ese segundo fue quedando olvidado, al menos para el gran público. Hasta hace unos meses ni siquiera estaba disponible en las plataformas de streaming ni se podía comprar en descarga digital”. De hecho, fue precisamente a raíz de las indagaciones que él empezó a hacer para escribir este libro cuando Sony Music decidió subirlo a plataformas como Spotify. De reediciones en formato físico, en cambio, no hay rastro, ni tampoco anuncio por ahora. “Un detalle que demuestra que la compañía sigue sin tenerlas todas consigo en lo que a este álbum se refiere. Por eso, más que de un disco maldito, creo que habría que hablar de una incomodidad que acabó convirtiéndose en desinterés”, explica.

Portada de 'Cecilia 2'

Portada de 'Cecilia 2' / ARCHIVO

A lo largo del casi centenar de páginas del libro iremos descubriendo qué ocurrió para que aquel fuera el resultado. Y lo haremos adentrándonos en la vida de la artista, en el proceso de producción del disco y también con un estudio detallado de sus canciones. Todo ello, con la ayuda de expertos en su obra y en la historia de la España de entonces, de algunos de los que participaron en aquel disco o rodeaban a la artista en el momento en que lo hizo y también de artistas posteriores, como la catalana Lìdia Pujol, que han tenido en Cecilia su principal inspiración.

Un espíritu cosmopolita

Evangelina había nacido en Madrid en 1948. Hija de un diplomático, se crio en buenas residencias y colegios de países como Estados Unidos, Reino Unido, Portugal o Jordania, y aprendió a cantar y tocar la guitarra con una monja americana. Fanática de los Beatles, cuando su familia se instaló de nuevo en España la joven estudiante quiso dar salida a su afición por la música cantando en la que por entonces era su primera lengua, el inglés. Compuso sus propias canciones, participó en concursos de jóvenes cantautores y, con sus amigos Nacho Sáez de Tejada y Julio Seijas, montó su primer grupo, Expresión. En el primer sencillo que firmaron los tres, compuesto por las canciones Try catch the sun y Have you ever had a blue day?, ella todavía firmaba con su nombre, Eva Sobredo. Fue su amor por Simon y Garfunkel y su tema Cecilia lo que determinó su cambio de nombre artístico.

La vida cosmopolita que había marcado su infancia y adolescencia convirtió a Cecilia en una rara avis dentro del panorama cultural de una España todavía muy rancia. Un modelo de mujer muy diferente al que imperaba en aquel país al que el desarrollismo había hecho avanzar algunos pasos, pero en el que seguían dominando los valores impuestos a fuego por la dictadura y su moral nacionalcatólica. Evangelina provenía de una familia conservadora y era una mujer creyente, pero a su manera.

“El hecho de haber crecido en el extranjero, ser políglota y haber conocido regiones tan diferentes como Estados Unidos u Oriente Medio hizo que Cecilia fuera, si no una antítesis, sí una excepción entre las mujeres de los primeros 70. Especialmente, en lo que se refiere a ese modelo de mujer/madre/hermana/esposa promovido por el franquismo. No hay más que ver sus letras para darse cuenta de que sus preocupaciones o su forma de abordar determinados temas eran completamente diferentes a las de sus coetáneos. En la época no había demasiadas artistas que compusieran e interpretaran sus canciones, y las que lo hacían, salvo en el caso de Mari Trini, otra figura difícil de encajar en la cultura española de la época, eran artistas tan amables con las propuestas (o imposiciones) de vida del franquismo como María Ostiz”.

Eduardo Bravo es el autor de 'Cecilia 2. La historia del disco que no pudo ser'.

Eduardo Bravo es el autor de 'Cecilia 2. La historia del disco que no pudo ser'. / Miguel Balbuena

Cecilia 2 es un buen destilado de todos esos pensamientos que recorren a una artista que no se ajusta a los moldes de un régimen que, por vía familiar, tenía tan cerca. En un álbum completamente a contracorriente para su época, hay una canción dedicada al suicidio -Si no fuera porque-, otra sobre los muertos de la Guerra Civil -Un millón de sueños- y una melancólica canción sobre la soltería que en realidad era una irónica reivindicación de esta posibilidad -Me quedaré soltera-. En otra critica la contaminación que había traído el desarrollo urbano - Mi ciudad y su ecologismo primigenio- y hay varias -Me iré de aquí, Equilibrista...- en las que quedan claros sus anhelos de emancipación y los de tantas mujeres de su época.

Si hubiera sido por Cecilia, descubrimos también en el libro, el componente rompedor de su segundo disco habría llegado todavía más lejos. La artista quería que se titulase precisamente Me quedaré soltera, su canción favorita, y propuso que se utilizasen para su portada unas fotos en las que Pablo Pérez-Mínguez, más tarde un nombre destacado de la Movida madrileña, la fotografiaba como si estuviese embarazada. Pero proyectar la potencial idea de una madre soltera era demasiado rompedor para la época, y el responsable de CBS en España, Tomás Muñoz, frenó en seco aquella opción. Al fin y al cabo, se trataba de una multinacional y no era fácil dejar al margen sus intereses comerciales y políticos.

“Creo que en otra coyuntura Tomás Muñoz hubiera apoyado la propuesta pero, en 1973, era correr un riesgo excesivo. Para entender la situación no hay más que recordar que Un millón de muertos tuvo que retitularse Un millón de sueños y su radiodifusión fue prohibida por la Censura -recuerda Eduardo Bravo-. Además, Cecilia fue procesada a consecuencia de ese tema, acusada de hacer referencia a la Guerra Civil. En lo que se refiere a la represión, en 1973, el régimen todavía se andaba con pocas bromas”.

A pesar de aquella decisión, Muñoz, un declarado opositor al régimen, apostó desde el principio por la propuesta de la artista, como también lo hicieron los otros dos nombres clave del proyecto, el productor José Luis de Carlos, después uno de los padres del flamenco pop, y el arreglista José Nieto, colaborador de artistas como Julio Iglesias, Marisol o Vainica Doble y con un puñado de Goyas en su haber como compositor de bandas sonoras. Todos ellos tuvieron claro que las ideas y la libertad de Cecilia, que las defendía con uñas y dientes, debían ser respetadas en la medida de lo posible.

Mujeres a contracorriente

Resulta curioso que la publicación de este libro, en el que se pone en valor el más personal y diferente de los discos de Cecilia, coincide en el tiempo con la reivindicación de otras creadoras de su época, como la escritora y periodista Montserrat Roig o las fotógrafas Colita y Pilar Aymerich, que están viendo republicadas sus obras estos días o que han tenido importantes exposiciones recientes. Unas mujeres de marcada personalidad que, como ella, vivieron y trabajaron a contracorriente, y que fueron clave para ampliar los espacios de libertad de su sexo en los años 70. “No solo por sus aportes en el campo de la cultura, sino también por su valentía a la hora de ponerse en riesgo en un momento en el que tenían muchos menos derechos que los hombres y, además, estaban sometidas a un escrutinio social especialmente cruel y despiadado”, sostiene el autor, que lamenta que su obra, durante años, haya estado "olvidada, cuando no directamente ignorada, mientras llevamos décadas aguantando a señores mediocres tanto en obra como en actitud que han sido ensalzados como faros de la intelectualidad”. Que cada uno ponga los nombres que considere. Hay de sobra.

Todo el aire fresco que la autora de Mi querida España trajo a un país todavía en color sepia se plasmaba también en el propio sonido y en la forma de construir sus canciones. Aunque el boom de los Beatles y del pop británico y americano habían tenido un eco importante en la península, los principales cantantes de entonces se inspiraban de una manera más natural en sus vecinos franceses o italianos. Ella, en cambio, había mamado desde niña aquellos sonidos anglosajones. “Esa herencia, que en otros artistas suena impostada tanto en las letras como en el dominio del idioma, en su caso es totalmente natural -apunta Bravo-. Además, Cecilia supo combinar esos referentes del pop anglosajón con elementos pertenecientes a la cultura española y ciertos toques de humor, ironía y crítica social”.

Esa mezcla hace que sus canciones resulten diferentes a lo que se estaba haciendo en una época en la que, en ocasiones, se tendía a lo solemne y lo épico en lugar de a lo sencillo y lo cotidiano. “En sus letras hay una sinceridad inusual para el pop de entonces. Canciones como Mi gata, Cuando yo era pequeña, Si no fuera porque o Nada de nada tienen muchos elementos autobiográficos -explica Eduardo Bravo-. Y eso generó también una relación especial de confianza y cercanía con el oyente que, a diferencia de lo que sucedía con otros cantautores, no se sentía juzgado por su mayor o menor compromiso social y político, sino acompañado y comprendido”. Cecilia 2 fue el condensado perfecto de esa fórmula. Como lo define en el libro quien era su pareja entonces, el también músico Luis Gómez-Escolar, todo un "strip-tease emocional" de la cantante. Una obra muy singular a la que ahora, por fin, se le vuelve a hacer justicia.

'Cecilia 2. La historia del disco que no pudo ser'.

'Cecilia 2. La historia del disco que no pudo ser'. / Lengua de Trapo - Círculo de Bellas Artes