BURGOS

Este pueblo de la España vaciada tiene paro cero, gana habitantes y busca trabajadores: "De aquí emana el dinero"

Anguix, con 157 habitantes censados, tiene dos bares y un restaurante y nueve bodegas de la DO Ribera del Duero

"No sabemos cuánto durarán las vacas gordas", dice la alcaldesa del pueblo, donde la mitad de la población es ya inmigrante

Una vecina de Anguix lee el periódico en BarBecho, uno de los tres establecimientos de hostelería del pueblo.

Una vecina de Anguix lee el periódico en BarBecho, uno de los tres establecimientos de hostelería del pueblo. / ALBA VIGARAY

Roberto Bécares

Roberto Bécares

Anguix, en la comarca burgalesa de La Ribera, tiene dos bares y un restaurante gastronómico, mucha cosa a priori para un pueblo de 157 habitantes censados. Son apenas las once de la mañana de un jueves cualquiera, pero el Barbecho, uno de los bares, está ya a un tercio de entrada. Varios paisanos echan un cigar en la entrada y, dentro, algunos tardeyunan y otros están a punto de almorzar. Una pizarra anuncia que las especialidades del amplio local son los callos, el morro, la oreja y el pulpo. En la tele unos tertulianos debaten sobre el impasse de Pedro Sánchez, pero la parroquia está a sus cosas.

Uno de los temas de los que más se habla son las recientes heladas nocturnas, que se han “llevado mucha uva” por delante. No es baladí en un pueblo que es una de las capitales de la Denominación de Origen Ribera, con nueve bodegas en total asentadas aquí (Pagos, Los Astrales, Tarsus, Campos Góticos, Aster. Yotuel...). Los viñedos se expanden desde los límites del municipio como una mancha de aceite.

Un vecino de Anguix, en Burgos, donde la tasa de paro es cero, pasea por una de las calles.

Un vecino de Anguix, en Burgos, donde la tasa de paro es cero, pasea por una de las calles. / ALBA VIGARAY

“La verdad es que tener dos bares que den comidas es algo atípico por aquí”, admite Marcos, unos treintayalgo, uno de los poquísimos jóvenes que se ha quedado en el pueblo. Llevaba este bar precisamente, pero aparte de producir su propio vino, Nivel, elaborado con uva de viñedos de hasta cien años y que tiene el nombre más que justificado -produce solo 8.000 botellas y entre los expertos es uno de los mejores de la Ribera-, llevaba todos los viñedos propios y de sus padres através de una empresa de servicios de aquí de Anguix, lo que le quitaba ya mucho tiempo. “Ya no podía con todo, el trabajo en la cooperativa, las viñas...”, razona Marcos, que está echando en una esquina de la barra un vino con casera a la espera de los amigos con los que ha quedado a almorzar una caldereta de cordero.  

Pocos jóvenes

“Este pueblo tiene vida y tiene trabajo”, tercia Pilar, una vecina del pueblo mientras toma con una amiga una tostada con tomate en una de las mesas. “Lo único malo del pueblo es que pocos jóvenes se quedan, pero alguno hay”, cuenta la mujer. Si la gente no se queda no será, desde luego, porque no tiene trabajo. “Trabajo hay, pero no hay gente para trabajar”, comenta Vasco, al que Marcos arrendó el bar y que desde hace tiempo busca a alguien para trabajar en el establecimiento los fines de semana: “No encontramos a nadie”.

La zona de bodegas particulares de Anguix, con los viñedos al fondo.

La zona de bodegas particulares de Anguix, con los viñedos al fondo. / ALBA VIGARAY

Normal. Las estadísticas lo atestiguan. Anguix es el pueblo con paro cero más grande de toda Castilla y León. Si en 2020 había dos desempleados entre sus vecinos, desde 2021 no hay ninguno. La creación de empleo ha hecho que muchos inmigrantes, sobre todo marroquíes, se hayan asentado en la localidad. El efecto llamada. “Es un orgullo, la verdad”, confiesa Teresa Arquero, la alcaldesa, que afirma que aunque se ha perdido población local se ha compensado con los inmigrantes que llegan, principalmente a trabajar en los viñedos [el pueblo ha pasado en diez años de 126 a 157 vecinos].

“El viñedo es el que atrae. La convivencia hasta ahora ha sido muy buena”, cuenta la primera edil sobre un pueblo que se ha convertido en una arcadia de vida en plena España vaciada, con niños volviendo a gritar y chillar por sus calles. Una delicia, vamos, como la Castilla de los 80. En Anguix hay 18 zagales, todos marroquíes, y van al colegio en ruta escolar a la cercana Roa. 

La mitad, inmigrantes

Al pueblo vienen sobre todo familias enteras de marroquíes con sus hijos, y muchos han comprado ya su casa propia. “Igual población local somos el 50% y el resto es ya inmigrante”, reconoce Arquero, que asegura que ahora tienen un grave problema ya que “no hay vivienda” disponible porque, de haberla, la población seguiría creciendo. Es un mal común de Castilla. Pese a la despoblación, no hay casas para arrendar, ya sea por el mal estado de los inmuebles, por el recelo de los locales a alquilar a gente de fuera o porque la vivienda pertenece a varios herederos que no se ponen de acuerdo. “Yo misma de hecho he tenido que buscar fuera del pueblo a alguien para trabajar en el ayuntamiento para limpiar”, atestigua la alcaldesa sobre esa carencia de personal.

Marcos (izq.) y Urbano, ganadero jubilado (dcha.) charlan con otro paisano en la barra del Barbecho.

Marcos (izq.) y Urbano, ganadero jubilado (dcha.) charlan con otro paisano en la barra del Barbecho. / ALBA VIGARAY

La falta de mano de obra parece que viene de lejos, de muy lejos, de hecho: “La tierra cultivable asciende a unas 1.000 fanegas, de las cuales se siembra la mitad cada año, labrándose además 50.000 cepas de viñedos, cuyas cosechas han disminuido considerablemente por falta de brazos, y por consiguiente de cultivo”. Así describía Anguix a mediados del siglo XIX el tomo II del ‘Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar’ impulsado por el entonces ministro de Hacienda Pascual Madoz.

Un restaurante también de nivel

“No sabemos cuanto durará esto de las vacas gordas”, admite la alcaldesa sobre un pueblo que parece tocado por la varita. Hace menos de un año abrió Arrenes, en las instalaciones de la bodega Valtoñar, un establecimiento gastronómico que atrae a clientes ya de toda España. Canela en rama. Lo llevan José, portugués, ex cargo de la clínica Tecnon de Barcelona y responsable de cardiología de HM Delfos que dejó todo por venirse al campo, y Tomás, el chef, que ha aprendido en los mejores restaurantes del Levante.

José y Tomás, los dueños del exitoso restaurante Arrenes, en la bodega Valtoñar.

José y Tomás, los dueños del exitoso restaurante Arrenes, en la bodega Valtoñar. / ALBA VIGARAY

Aparte de dominar los arroces, ofrece cocina de la tierra con influencias japonesa y peruana en un restaurante con espacio solo para 16 comensales, que se dan un festín mirando por la ventana a las viñas por un menú degustación entre 40 y 50 euros. Han venido a probarla ya foodies de toda España.   

“Está siendo un éxito, y todo por el boca a oreja”, admite José en un castellano que tiene notas a catalán mientras cruzamos el pueblo camino del restaurante, situado en una preciosa casa solariega a la salida del municipio, en pleno viñedo. “Una línea directa de tren entre Madrid y Aranda de Duero sería fundamental, es lo que falta, porque no hay nada de turismo, el enoturismo no está explotado. El desarrollo de la zona depende del tren”, vaticina el chef, que trabaja mucho producto de la tierra y de temporada, concretamente de la huerta que tiene en su casa. Entre sus especialidades, los ceviches, los tartares, la pastela de cordero y la berenjena a la llama con queso del páramo de Guzmán [que fue en su momento elegido el mejor queso del mundo].

Una de las mesas del restaurante Arrenes, con vistas a los viñedos, en Burgos.

Una de las mesas del restaurante Arrenes, con vistas a los viñedos, en Burgos. / ALBA VIGARAY

Uvas a 1,50 euros el kilo

Al pueblo le va bien, esos es así, pero todos son conscientes de que si no fuera por los inmigrantes “el pueblo estaría desierto”, admite Maxi, que ya cumplió hace tiempo los 75 y llega al Barbecho a “echar un café o un vino” con su furgoneta Citröen C15, que aguanta el pedregal que le eches. “Aunque al pueblo le va bien, hay gente que nunca está contenta”, asegura el jubilado, que viene de arrancar unas hierbas de las viñas y estuvo un tiempo de concejal, así que sabe de lo que habla. “Lo que no tenía que haber son casas derruidas, eso no puede ser”, suelta Maxi sobre una casa de adobe cercana que se ha desplomado.

“Aquí se maneja dinero, hay tres que tienen tractores”, admite el vecino, que hace su propio vino con uvas Tempranillo, Cabernet Sauvignon y Garnacha, y que como el resto ha vendido la uva este año a 1,50 euros el kilo, un precio muy alto en el mundo del vino. “Yo no tengo viñas, por eso vivo bien”, suelta, por el contrario, Raimundo, que está plantando calabazas en un huerto lindando a su casa. Lleva trabajando desde los 14 años y ha sido tractorista durante 40. Ahora la huerta le tiene entretenido, pero no le verán podando los nietos de la viña como hacen muchos en el pueblo: quien más y quien menos a nivel personal tiene su pequeña bodega en lo alto de la loma de Anguix, junto a la iglesia, a las que han puesto nombres y todo: La Porlija, El cojo...

Raimundo, uno de los vecinos del pueblo, en su huerto, donde está plantando calabazas.

Raimundo, uno de los vecinos del pueblo, en su huerto, donde está plantando calabazas. / Alba Vigaray

Empresa de albañilería

Los inmigrantes marroquíes se han adaptado a la realidad de Anguix perfectamente. Uno de ellos tiene incluso una empresa de albañilería y otro ha abierto una tienda de ultramarinos, donde uno puede encontrar (casi) de todo, como antiguamente. “Se hacen autónomos y se van contratando entre ellos”, matiza la alcaldesa.

“Si es que el que quiere trabajo tiene trabajo”, presume de pueblo Urbano, ganadero jubilado, que mantiene 30 ovejas por el gusto del quehacer -el único que tiene-, pero recuerda aquellas épocas que había lo menos ocho pastores en el pueblo. Se apunta a tomar algo en la barra del Barbecho, donde llegaron a tocar los Porretas -"hubo mil personas viéndoles-, cuando ya frisa el mediodía. “Yo no me quiero ir, el pueblo me merece mucho la pena. A mí Madrid no me lo des”, recalca Marcos, que pone como ejemplo de la creación de empleo que una de las bodegas del pueblo busca tractorista y añade que como en todas las localidades de la zona en verano y Semana Santa se “masifica”. Al ir a pagar la consumición, el viticultor suelta medio en broma medio en serio (quién sabe): “Aquí no vais a pagar, ¡eh! Que de este pueblo emana el dinero”.  

Maxi, uno de los más conocidos del pueblo, en su furgonetilla Citroen, llega al Barbecho

Maxi, uno de los más conocidos del pueblo, en su furgonetilla Citroen, llega al Barbecho / ALBA VIGARAY