Opinión | ANÁLISIS

Plan para África

Los expertos prevén que si en los últimos tiempos la presión migratoria sur-norte se desarrollaba en el Mediterráneo oriental, en el futuro inmediato los flujos llegarán sobre todo a Italia y a España, incluyendo las Islas Canarias

Probamos a fondo la Honda Africa Twin en Marruecos

Probamos a fondo la Honda Africa Twin en Marruecos

Uno de los principales temas, si no el más importante, de la presidencia española del Consejo de la Unión Europea es la regulación de la inmigración en Europa, que, después de las oleadas de inmigrantes procedentes del este, nos llegará ahora, según todas las previsiones, desde el sur, desde África, un continente de más de 1.200 millones de habitantes en que la pobreza es endémica y que está siendo manipulado por los grandes actores internacionales.

Rusia, en concreto, ha tomado posiciones en él para crear un foco de tensión que alivie la presión de Bruselas a favor de los ucranianos en la guerra inicua que Moscú ha abierto en el corazón de Europa.

El acuerdo es urgente porque las próximas elecciones europeas son en 2024 y tras la actual presidencia española, corresponden la belga y la húngara, y esta última no tendrá el menor interés en adquirir compromiso alguno sobre inmigración.

Los expertos prevén que si en los últimos tiempos la presión migratoria sur-norte se desarrollaba en el Mediterráneo oriental, en el futuro inmediato los flujos llegarán sobre todo a Italia y a España, incluyendo las Islas Canarias. La inestabilidad de los emisores acentúa como es natural los movimientos migratorios, que protagonizan los individuos más audaces de las sociedades africanas empobrecidas, y todo indica que la zozobra está en aumento, en buena medida a causa de la presencia del grupo Wagner de mercenarios costeado por Moscú.

Lamentablemente, ha triunfado el golpe de Estado en Níger, pese a la condena de USA, la UE y la ONU; la misión de Naciones Unidas en Mali, la Minusma, se ha retirado del país tras la invitación de las autoridades a marcharse; hay una enconada guerra abierta en Etiopía, que está causando gran mortandad y una potente hambruna; y se están desarrollando diversos conflictos en Burkina Faso, Somalia, Congo, Mozambique… Y en todo el Sahel, de donde Francia está marchándose, campan por sus respetos los yihadistas de Al Qaeda, secundados por Wagner. Es evidente que esta situación impulsa numerosos movimientos migratorios internos en África y, en menor medida, hacia el exterior, donde reside la verdadera redención de los africanos.

Sería hipócrita negar que si se examina la intervención occidental en el continente africano se llegará a la conclusión de que la movilización desesperada de las personas es la guinda de una larga y tremenda expoliación de recursos naturales que, administrados de otra manera, habrían debido bastar para que todos los africanos pudieran vivir en sus lugares de origen. Pero la realidad es otra, incluso en los países más ricos de África. Como ha escrito Cristina García, del Departamento de Economía Aplicada de la Complutense, "que la mayor parte del continente africano es pobre, es una idea interesada.

No basta con incrementar la cooperación con esos países para que frenen a sus emigrantes

Efectivamente, hay regiones que carecen de recursos, pero esto también sucede en muchos países de Europa y la situación en ellos es bien distinta. África posee enorme riqueza en recursos naturales como oro, platino, cobre, diamantes, uranio, petróleo, gas y coltán; grandes reservas pesqueras tanto de agua dulce como oceánica; cultivos cuya exportación debería aportar alta rentabilidad a extensas regiones; bosque tropical y ecuatorial e importantes recursos turísticos. Si de todo ello se derivasen industrias autóctonas, y si tantos conflictos armados no estuvieran patrocinados por intereses foráneos, probablemente la penosa historia de las pateras, cayucos y verjas fronterizas no se produciría".

Así las cosas, las políticas de inmigración no serán eficaces ni tienen demasiado sentido si no parten de una nueva diplomacia de largo alcance y de elevadas miras. No basta con incrementar la cooperación con esos países para que frenen a sus emigrantes: es necesario reconocer que en las políticas de las primeras cinco décadas del siglo XX está el origen del neocolonialismo, el neopatrimonialismo y la corrupción que han dado lugar al “enriquecimiento sin desarrollo” de África, que ha sido explotada sin rubor. Y urge establecer un nuevo sistema de relaciones que frustre la interesada tarea de seducción que lleva a cabo Rusia para contrarrestar la influencia europea.

Una vez institucionalizada esta nueva política, la UE debe intentar organizar los movimientos migratorios de motivación socioeconómica, estableciendo cupos reglados y mediante el establecimiento de acuerdos generosos con los países productores de emigración (se da por supuesto que el derecho de asilo ha de ser atendido en todo caso).

Y una vez planteado así el asunto, es lógico pretender que la inmigración al interior del espacio europeo sin fronteras sea un asunto también comunitario, del que no puede desentenderse ningún estado miembro. Aunque se pueda quizá aceptar que algún país rechace ocasionalmente flujos de inmigrantes siempre que contribuya económicamente al sostenimiento del sistema.

De cualquier modo, fracasaremos si pensamos que la presión migratoria proveniente del sur es solo un problema de seguridad y no también, y sobre todo, un problema político y diplomático de gran calado derivado del insoportable gradiente de renta y de desarrollo entre el norte y el sur.