Opinión | LA CARTILLA DE LA DIRECTORA
Feijóo y la obsesión por Andalucía
El presidente popular y su entorno son conscientes de que está obligado a vencer el 28-M, aunque sea en votos, para mantener el estado de ánimo colectivo en el partido
En apenas unas semanas el líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, pasará su primer examen electoral en clave nacional. Sabe que no ha venido a Madrid para perder. Él no es Pablo Casado y en la cabeza de los suyos no cabe un escenario que les defraude. Tantos años le han esperado en el PP que el presidente popular y su entorno son conscientes de que está obligado a vencer el 28-M, aunque sea en votos, para mantener el estado de ánimo colectivo en el partido. La travesía en el desierto tras la moción de censura a Mariano Rajoy y el tortuoso relevo de Casado, que terminó en fusilamiento político, ha dejado herida. Y aunque la histórica mayoría absoluta de Juanma Moreno en Andalucía sirvió de bálsamo, los seguidores del partido de la gaviota esperan una sanación más global a las puertas de este verano y, de paso, una primera foto de su jefe en el balcón de la madrileña calle Génova… Isabel Díaz Ayuso mediante.
Hablando de Ayuso y de Moreno: de la primera esperan en la dirección del PP una mayoría absoluta que sin duda empoderaría aún más a una dirigente con clara proyección nacional (nadie mejor que Feijóo sabe que las baronías con mayorías aplastantes detrás cotizan con el tiempo al alza en la vida interna de los partidos), pero que además podría debilitar a Vox en los meses previos a las generales. De Moreno su líder ansía el próximo 28 de mayo una gran misión no exenta de riesgos: que afiance el vuelco andaluz en municipios y diputaciones, desbancando al PSOE de sus pueblos y agrociudades y arrancando a la ultraderecha de la cabeza de cientos de agricultores descontentos.
Tan relevantes son esos objetivos que el otro barón con posibilidades sucesorias cuando llegue el momento, el andaluz, se ha metido en el fango de Doñana y mantiene (por el momento preelectoral) viva en su Parlamento una iniciativa indigerible sobre el reparto del agua en un país con sequía y sensibilidad verde y que, además, resulta provocadora para una Europa que no para de lanzar advertencias. Pero en el campo hay muchísimo voto en juego y hasta después de los comicios será difícil que se encauce este asunto que ha provocado un choque sin precedentes entre la Junta, el Gobierno central y la Unión Europea.
En todo caso Andalucía bien vale un enfrentamiento semejante, se debe de pensar… dado que sigue siendo uno de los dos graneros de votos en España con los que hay que hacerse para poder llegar a la Moncloa. El otro es Cataluña, al que los populares no tienen acceso y que favorece claramente a Pedro Sánchez, tanto por apoyos directos al PSC como por alianzas políticas de presente y seguramente también de futuro. Así que la batalla andaluza, donde no tocan elecciones autonómicas pero sí locales, es para Feijóo una necesidad. Una obsesión. Una apuesta para su propia apuesta, aunque no sea del territorio del que más hablen en estas jornadas sus estrategas.
Esos estrategas apuntan hacia las autonomías donde el presidente del PP centrará a priori con más ahínco su trabajo electoral de estas semanas: la Comunidad Valenciana, Aragón, Baleares, Castilla-La Mancha y Extremadura. Es allí donde creen tener mayores posibilidades de arrebatar gobiernos a un PSOE que se enfrenta al 28-M con más fortaleza en las encuestas de lo que se preveía y con decenas de anuncios que riegan los mítines del líder socialista, a la sazón presidente del Gobierno. Tanto populares como socialistas saben que junto a la fortaleza o debilidad de sus propias marcas y candidatos para afrontar los inminentes comicios, será crucial el aguante que demuestren sus potenciales socios en las urnas para poder hacer cábalas de mayorías suficientes para gobernar. De ahí el seguimiento que en el cuartel general de la calle Ferraz se hace a las tendencias demoscópicas que marca Vox y, en el de Génova, al futuro que le plantean los sondeos a Podemos y partidos a la izquierda del PSOE en según qué lugares.
Los dos grandes partidos se miran de reojo. El 28-M es una primera vuelta de un examen que para la izquierda es una moción de confianza y, para Núñez Feijóo, un trampolín que sabe que no puede esquivar si pretende saltar con posibilidades a unas generales en las que todo el PP le da ya como ganador. Pese a los meses que restan para la gran cita.
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