CONSERVACIÓN DEL ARBOLADO

El reto de mantener el arbolado de Madrid: más de un millón de ejemplares que no son "mobiliario urbano"

Los fuertes vientos de la semana pasada en Madrid provocaron la caída de centenares de árboles y el fallecimiento de una joven

Según los expertos, el cambio climático y la compleja gestión suponen un riesgo para el arbolado y el entorno urbano que urge analizar

La Comunidad de Madrid en alerta por la posible caída de árboles

Imagen del árbol caído tomada desde un edificio cercano.

Imagen del árbol caído tomada desde un edificio cercano. / Imagen cedida | @DragoneGigi

Héctor González

Héctor González

Con sus 322.123 ejemplares presentes en más del 55% de sus calles y los 745.001 árboles más distribuidos en los grandes parques y jardines de la capital, según los datos oficiales del Ayuntamiento, Madrid es una de las ciudades más arboladas de todo el mundo. El pasado mes de marzo, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), y la Fundación Arbor Day (Día del Árbol) reconocieron a la capital, por cuarto año consecutivo, como 'Ciudad arbórea del mundo 2022'. En suma, el patrimonio verde es uno de los grandes atractivos naturales y paisajísticos de la urbe, fuente de belleza, bienestar y una mejor salud medioambiental. Pero también representa un activo de gestión compleja que, si no se lleva a cabo adecuadamente, puede suponer un riesgo para las personas y el entorno urbano.

La semana pasada, la caída de un árbol en el centro de Madrid causó la muerte de una joven de 23 años. Las fuertes rachas de viento provocaron el desplome del ábrol, un olmo siberiano de grandes dimensiones, sobre un paso de peatones en el número 1 de la calle Almagro, en la confluencia con Alonso Martínez. La joven quedó atrapada debajo del tronco, falleciendo sin que los servicios de Emergencias pudieran hacer nada por evitarlo. Más allá de este trágico suceso, otros 411 árboles sufrieron caídas o roturas, entre ellos 11 de “gran tamaño” en el parque del Retiro, fruto de los intensos vientos registrados durante finales de la última semana.

El fallecimiento de la joven es un hecho aislado - en total, se han producido cinco muertes por esta causa desde 2014-; sin embargo, los problemas de afectación al arbolado han comenzado a ser una noticia relativamente más habitual de lo acostumbrado durante los últimos años. El caso más notorio fue lo ocurrido con el temporal Filomena en 2021: alrededor de 800.000 árboles se vieron afectados, de los cuales cerca de 80.000 cayeron o tuvieron que ser talados. Más recientemente, la DANA que asoló el centro de la Península el pasado septiembre también resultó, entre muchos otros destrozos, en centenares de árboles dañados. La suma de eventos meteorológicos cada vez más extremos y frecuentes debidos al cambio climático, y la complejidad de gestionar un parque de árboles tan extenso y, en muchos casos, de gran antiguedad, son las principales causas de un fenómeno que despierta cierta preocupación.

Revisiones y evaluación del riesgo

A raíz del mencionado accidente, el Ayuntamiento de Madrid convocó para esta semana una reunión de la Mesa del Árbol, órgano colegiado de asesoramiento en materia de arbolado, y dio instrucciones a las empresas de conservación y mantenimiento de zonas verdes para que “intensifiquen la inspección y revisión” de los árboles para analizar si “pudiera quedar alguno afectado que pudiera generar una situación de riesgo”, tal y como informó el delegado Urbanismo, Medio Ambiente y Movilidad, Borja Carabante.

“A lo largo de los próximos días harán una revisión más exhaustiva que la habitual para detectar si hubiera algún árbol que pudiera todavía tener mal estado y que no se haya caído y, por tanto, poder actuar con la mayor rapidez posible", expuso Carabante. Según fuentes del área, el árbol caído "no sufría ninguna patología ni daño previo al vuelco". En los últimos dos años, el Servicio de Evaluación y Revisión Verde (Server) había revisado ese ejemplar en dos ocasiones debido a su gran porte: el 25 mayo de 2023 y el 28 de mayo de 2022. En ninguna de las dos inspecciones se detectó ningún defecto.

De acuerdo con el delegado, anualmente se revisan en torno a 450.000 árboles madurados en la ciudad, los que tienen “una determinada edad o altura”. Detrás de estas inspecciones está el Server, el servicio municipal que evalúa el riesgo del arbolado y actúa en caso de emergencia. Creado en 2018 por el Gobierno de Manuela Carmena y dotado con 136 técnicos especializados, el Server también se encarga de elaborar una base de datos sobre cada ejemplar para poder anticipar posibles situaciones de riesgo. Además de este servicio, el Consistorio también cuenta con la Mesa del Árbol, el órgano colegiado de asesoramiento y coordinación en materia de arbolado; así como con el Consejo Asesor del Arbolado, constituido tras Filomena con siete expertos para orientar científicamente al Gobierno municipal en materia de protección, conservación y mejora del arbolado.

La herencia recibida y el modelo de gestión

Para Gabriel Dorado, profesor de la Universidad Politécnica de Madrid y director del Máster en Jardines Históricos y Servicios Ecosistémicos de la Infraestructura Verde, el Ayuntamiento de Madrid tiene "uno de los mejores equipos técnicos del mundo". No obstante, el manejo del arbolado de una ciudad como Madrid supone una serie de retos muy complejos. Por un lado, gran parte de los ejemplares son muy antiguos y arrastran la herencia histórica de una gestión deficiente a lo largo de los años. "Muchos de estos árboles son muy añosos y han sido muy maltratados, con podas severas y muy excesivas que debilitan al árbol", explica este profesor. Por otro, en muchos casos, el arbolado viario no reúne las condiciones adecuadas, con "alcorques demasiado pequeños" que no permiten una sujección suficiente en relación con la copa que tienen. A esto se suma que "otros servicios municipales no toman en consideración al arbolado", tratándolo como "mero mobiliario urbano" que se puede "mover, cortar y quitar".

Juan Narbona, coordinador obras y arboricultura de Foret, una empresa de servicios ambientales que colabora puntualmente con inspecciones municipales, coincide con este análisis. Según este experto, la gestión heredada de los árboles "no tenía un criterio técnico y científico como el que se tiene ahora". Asimismo, en Madrid, como en muchas otras grandes ciudades, hay un "gran factor olvidado: el subsuelo". Las distintas obras realizadas en el mismo, las zanjas sucesivas y los elementos que se incorporan, como tuberías y cableado, van "encajonando a las raíces", "suprimiendo la cantidad de suelo disponible" y dañando la estructura de los árboles. Teniendo en cuenta estos hechos, Narbona considera "totalmente normal" que se produzcan sucesos como los de la semana pasada cuando se suman determinadas circunstancias. Eso sí, el riesgo es poco significativo: "la proporción entre el número de árboles grandes y los accidentes que se producen es muy baja", matiza.

Más crítico con la gestión actual es Fernando Gómez, técnico forestal y fundador de la Asociación Mesa del Árbol de Carabanchel, un proyecto social en defensa de los árboles y la educación ambiental. En su opinión, Madrid adolece de "dejadez y falta de mantenimiento" del arbolado debido a la privatización de los servicios de limpieza y medioambiente. Según Gómez, "quienes mandan son las contratas", que se limitan a "plantar y olvidarse de los árboles", sin cumplir con las obligaciones de los pliegos en materia de mantenimiento y riego. Al igual que los casos anteriores, este experto también señala las obras próximas como un problema: "no respetan las ordenanzas, se hacen zanjas a menos de un metro y medio de los árboles, se cortan raíces y se ponen alcorques demasiado pequeños". Para Gómez, no se trata de una cuestión de dinero, sino de cómo se invierte. "Se destina muchísimo dinero a medioambiente, pero falta supervisión", subraya.

Afrontar el reto climático y la convivencia con los árboles

Como casi siempre, identificar los problemas resulta mucho más sencillo que ponerles solución. "La gestión del arbolado es muy compleja, no existe una receta única", apunta Miguel Ángel Soto, responsable de las campañas de Bosques y Empresas y DDHH en Greenpeace, en una apreciación compartida por el resto de expertos consultados. El asunto implica conjugar varias cuestiones: conservar el patrimonio verde histórico y sus beneficios para el ecosistema; garantizar la convivencia con el entorno urbano y las personas, y afrontar los efectos de la creciente crisis climática.

Para Soto, frente a la inexistencia de una opción idónea, la clave pasa por analizar los casos concretos y determinar si merece la pena hacer el esfuerzo de conservar o si deben priorizar cuestiones más pragmáticas o de seguridad. "La solución ahora no puede ser talar sin ton ni son", señala Fernando Gómez, que apuesta por invertir más tiempo y esfuerzo en analizar todos los árboles, detectar problemas y tomar medidas de conservación. En este sentido, Juan Narbona considera esencial elaborar bases de datos exhaustivas para identificar "puntos rojos" sobre los que actuar, como ya está haciendo el Server, y aplicar sistemas de convivencia entre los elementos del subsuelo y los árboles, "que existen, aunque en Madrid quedan muy lejos todavía".

Eso sí, "que se pongan las pilas", advierte Gómez, porque cada vez "hay más olas de calor, llueve menos, hay más temporales y los árboles sufren mucho". Pone como ejemplo el olmo siberiano, la especie del árbol caído en Almagro, al que le afecta mucho la sequía y puede secarse por dentro sin que se aprecie desde el exterior. La tendencia ahora, explica, es "ir sustituyéndolo y dando paso a otras especies", pero "el que está hay que intentar mantenerlo", siempre que no resulte peligroso.

Ahondando en este punto, Gabriel Dorado ve imprescindible llevar a cabo una "investigación seria" sobre qué especies se pueden adaptar mejor a las nuevas condiciones climatológicas. Por el momento el riesgo es bajo, pero "el cambio climático va a acelerar los problemas", asegura Dorado, que considera que "ya llegamos tarde". Por ello, urge estudiar "qué tipo de especies tenemos que implementar en nuestras ciudades para poder mantener la funcionalidad de los ecosistemas", e ir introduciéndolas progresivamente. Además, conviene repensar también dónde y cómo se sitúan los distintos ejemplares, garantizando que los más grandes tengan hueco suficiente para desarrollarse y sustituyendo el arbolado por otro tipo de vegetación, como arbustos y plantas, en espacios más reducidos. Pero, sobre todo, es muy importante "estar concienciado con esto y entender que la infraestructura verde es algo que no puede estar aislado, sino absolutamente conectado entre sí para proporcionar todos sus beneficios ecosistémicos a la sociedad”, reflexiona Dorado.