RUGBY

Asamblea caliente en el rugby español: La Federación propone nacionalizar la liga y profesionalizar a los jugadores

La Federación propone a la asamblea una nueva reglamentación a partir de esta temporada que apuesta por el jugador español o formado aquí y diferencia entre profesionales y no profesionales

Imagen del torneo Festivval Nacional de Rugby disputado en Valladolid.

Imagen del torneo Festivval Nacional de Rugby disputado en Valladolid. / JCR/VAR

Fermín de la Calle

Fermín de la Calle

El rugby español está en una encrucijada que marcará su futuro a corto, medio y largo plazo. A día de hoy, sus dos categorías profesionales, División de Honor y División de Honor B, están copadas por jugadores extranjeros que han llegado a nuestro país tratando de dar el salto desde sus países de origen para poner el pie en Europa y desde aquí tratar de conseguir contratos que le permitan vivir del rugby. Algo que en España puede hacer un número de jugadores que se cuentan con los dedos de las manos.

Condiciones precarias

Jugadores que además cobran en especies, es decir, con pagos como el ingreso en alquilados en ‘pisos pateras’ en el que se amontonan varios jugadores, comiendo en comedores asociados al club e ingresando un dinero que muchas veces no llega a la mitad del salario mínimo interporfesional, cuanto no un tercio. Esta situación complica que los jugadores nacionales tengan hueco en las plantillas, más allá de clubes que históricamente han apostado por la cantera. Sirva como dato que la nacionalidad dominante en estas dos primeras categorías en número de licencias es la argentina. Ni siquiera los españoles dominan los equipos, con incorporaciones de fuera que complementan y mejoran las plantillas. A día de hoy se puede afirmar que el rugby español es de todo menos español. Y eso provoca que muchos jugadores que llevan años jugando en la cantera abandonen el rugby cuando llegan a su mayoría de edad, momento clave en que llegan a las primeras plantillas de sus clubes, pero se convierten “en sacos de placaje de los ‘profesionales”. Una apuesta, por otro lado, totalmente legítima, que prioriza la competitividad instantánea sobre la apuesta por los jugadores formados en su cantera.

Tani Bay, medio melé de Aparejadores Burgos y jugador de la selección de XV y de VII

Tani Bay, medio melé de Aparejadores Burgos y jugador de la selección de XV y de VII / FER

¿Por qué ocurre esto? La primera razón que se nos ofrece es siempre la misma “el jugador español no está preparado para competir a este nivel”. El nivel de la Liga, que en realidad es pseudoprofesional, la sitúa en un tercer escalón junto a belgas, alemanes o portugueses. A años luz de los profesionales de verdad, los países del 6 Naciones, y un nivel por debajo de georgianos y rumanos. Ante este panorama los jóvenes rugbiers españoles optan mayoritariamente por dos alternativas. La primera es irse a jugar a escuelas y academias de formación en Francia e Inglaterra, donde militan gran parte de los internacionales de categorías inferiores. Y la segunda, dejar el rugby al llegar a la Universidad y se centran en los estudios, en los amigos, dejando los clubes en los que no encuentran oportunidades para jugar y crecer. Se da además la circunstancia de que actualmente el rugby español vive el mejor momento de su historia en cuanto a la existencia de escuelas y cantera de clubes con más de 12.000 niños jugando al deporte oval con menos de 12 años. Algo que no había pasado nunca en la historia del rugby en España.

Ante este contexto, y tras ver cómo España era eliminada en las dos últimas ediciones de la Copa del Mundo por negligencias administrativas de su Federación y escándalos de falsificación de pasaportes, los nuevos dirigentes del rugby español han optado por tomar una decisión tan controvertida como necesaria a medio y largo plazo para el rugby nacional: españolizar el rugby y puntualizar qué jugadores son profesionales y cuáles no. Proponer una reestructuración de los equipos para primar la participación de jugadores nacidos en nuestro país o que acumulan cuatro años jugando aquí con anterioridad a los 21 años. Una medida ‘proteccionista’ que debe ser aprobada en la asamblea, lo cual se antoja complicado porque los clubes en el rugby español siempre se han destacado por no mirar más allá de su ombligo.

Nuevo propuesta: categorías A, B y C

La propuesta de la nueva Federación es una iniciativa que irá ‘españolizando’ progresivamente las plantillas buscando apostar por los jugadores formados en estos clubes. Este sábado se celebrará la asamblea del rugby español, que no se podrá ver en streaming, por más que lo ha promovido la FER, porque un asambleario se ha negado y se necesita la unanimidad.

Entre los documentos que se presentarán a los asambleístas, la Federación ha llegado a un acuerdo con los clubes para plantear un documento en el que se dividirá a los jugadores en tres categorías. La primera, la categoría A, englobará a jugadores de hasta los 21 años que han tenido licencia con clubes españoles o una federación autonómica durante al menos tres temporadas consecutivas o cuatro alternas. También serán jugadores de la categoría A los que han participado al menos en dos Campeonatos de España de Selecciones Autonómicas (CESA) de rugby XV o 7 en categoría Sub-14, Sub-16 o Sub-18.

Los jugadores y jugadores de rugby 7 de España antes de partir a Cracovia

Los jugadores y jugadores de rugby 7 de España antes de partir a Cracovia / FER/Walter de Girolmo

En la segunda B entran aquellos que han estado inscritos durante al menos dos años consecutivos o tres alternos, en equipos de competición nacional senior de la FER, habiendo jugado al menos dos partidos con cualquier selección nacional española M18 o superior de rugby XV, o en al menos dos torneos oficiales de rugby 7 de categoría M18 o superior y que sigan siendo seleccionables. Y la categoría C serían el resto.

La propuesta es que en cada convocatoria haya un mínimo de 11 jugadores de la categoría A, un máximo de 12 de la categoría B y un máximo de 3 tres de la C. Además, en todas las demás competiciones nacionales (DHF, DHBM y DHBF) deberán estar jugando por equipo al menos nueve jugadores “de formación”. Se consideran “de formación” aquellos que entre los 14 y los 22 años, ambos inclusive, hayan tenido licencia federativa en un club o Territorial durante al menos cuatro (4) temporadas, sean consecutivas o no, y un mínimo de seis meses de cada una de ellas. En el caso de la competición M23 el mínimo de jugadores “de formación” que deberán estar sobre el terreno de juego será de doce (12).

Valga como ejemplo un dato. El pasado 7 de mayo, el día después de que Real Madrid y Osasuna se midiesen en La Cartuja en la final de Copa, se disputó a cien metros del estadio Olímpico la final de Copa de rugby entre el VRAC Quesos Entrepinares y el Recoletas Universidad de Burgos. Cada equipo presentó una convocatoria de 23, por tanto participaron en la final 46 jugadores, de los que solo había 13 españoles (7 en el equipo vallisoletano y 6 en el burgalés). Los otros 33 eran foráneos. Si hacemos el mismo ejercicio con los titulares, solo 7 de los 30 eran formados aquí.

Agradeciendo el enorme aporte que hacen al rugby español jugadores argentinos, polinesios, franceses, neozelandeses, sudafricanos, australianos, ingleses, italianos, rumanos, portugueses, africanos y de muchas otras nacionalidades, parece lógico que la institución que rige el rugby en España y que tiene la tarea de promoverlo se preocupe por dar espacio a los jugadores nacionales. Una medida que a corto plazo puede hacer que el rugby español se resienta porque el nivel de las competiciones domésticas bajaría (del tercer escalón al cuarto), pero a medio y largo plazo ofrecería a los chicos una oportunidad de disputar minutos de calidad y más exigencia lo que hará crecer al rugby español más tarde que temprano.

Jugadores profesionales y pagos en especies

El otro problema en el que se pone el foco es en la condición de “profesionales” de los jugadores. La FER se acoge a la nueva Ley del deporte, que advierte que son deportistas profesionales, “quienes, en virtud de una relación establecida con carácter regular, se dedican voluntariamente a la práctica deportiva por cuenta y dentro del ámbito de organización y dirección de un club o entidad deportiva a cambio de una retribución”. Y son deportistas no profesionales “aquellas personas que se dedican a la práctica deportiva dentro del ámbito de una entidad deportiva, sin relación laboral con la misma y que perciben a lo sumo, la compensación de los gastos derivados de su práctica deportiva. Estas percepciones exigen ser justificadas documentalmente”.

Eibar RT posa con la copa de campeón de las GPS Copa de la Reina Iberdrola.

Eibar RT posa con la copa de campeón de las GPS Copa de la Reina Iberdrola. / FER/toquefem

Además, se especifica que tendrá “la consideración legal de salario todas las percepciones que el deportista reciba del club o entidad deportiva, bien sean en metálico o en especie, como retribución por la prestación de sus servicios profesionales”. En el rugby español el pago en especie es habitual, si no genérico.

La Federación apunta demás en su circular que “la realidad actual de las competiciones oficiales estatales organizadas por la FER, tanto masculinas como femeninas, es que predominan en ellas los deportistas profesionales -a efectos laborales y de la Seguridad Social-, incluidos los que perciben de sus clubes prestaciones en metálico, en metálico y en especie (frecuentemente alojamiento y manutención), o sólo en especie. Es, de hecho, una “anomalía legal” que en una competición calificada de aficionada, la mayoría de los jugadores y técnicos participantes en la misma sean profesionales. Una anomalía que demuestra que la evolución natural de dichas competiciones está en su no lejana conversión en liga profesional para cuya consecución, lo exigido en esta Circular constituye un primer y esencial paso”.