DANZA

Picasso vuelve al flamenco en Granada en el cuerpo de Andrés Marín

Con la dirección de Carlos Saura hijo y el bailaor Andrés Marín, el espectáculo 'Picasso y la danza, un encuentro con Lorca en Granada' protagoniza este año el ciclo Lorca y Granada durante el mes de agosto

'Picasso y la danza, un encuentro con Lorca en Granada' estará en cartel en el teatro del Generalife de Granada entre el 2 y el 26 de agosto.

'Picasso y la danza, un encuentro con Lorca en Granada' estará en cartel en el teatro del Generalife de Granada entre el 2 y el 26 de agosto. / Alejandro García (Cedida)

Ángeles Castellano

Ángeles Castellano

"Pasados muchos años volví a ver a la Trini. Una fue en 1919, cuando llevé hasta Málaga a Diaguelev y Falla para que la oyeran cantar. Estábamos preparando El sombrero de Tres Picos y yo les había sugerido incluirla como cantaora estrella, cosa que aplaudieron en cuanto la oyeron. (...) Recuerdo muy bien una coplilla que dijo ser del joven granadino Federico García Lorca. Pero al final, fue ella la que no aceptó". Pablo Ruiz Picasso (1881-1973), el icónico pintor, el malagueño universal, también tuvo una conexión con el flamenco.

La relación con la danza fue intensa, de la mano del empresario ruso Sergei Diaguelev, creador en París Los Ballets Rusos, con quien trabajaría en varios espectáculos a los que creó en ocasiones el vestuario, en otras los telones de fondo o los de boca. Y lo hizo en obras en las que también participaban Erik Satie, Manuel de Falla o Igor Stravinsky y en los que, su trabajo como pintor iconoclasta y de vanguardia, también se relacionó con el flamenco y la tradición artística popular de su lugar de origen.

El relato de Picasso, que recoge Antonio D. Olano en su libro Picasso íntimo (Dagur, 1971), se refiere a la Trini, una de las cantaoras de la llamada Edad de Oro del Flamenco (primeras décadas del siglo XX), ese tiempo en el que quedaron más o menos fijados los palos, las formas del flamenco, pero en el que el flamenco también era libre y no penalizaba la creación personal en aras de la tradición.

No es un tópico relacionar a Picasso con el flamenco. Tampoco con la danza. Esas relaciones fueron reales -tan reales que en aquellos años Picasso se casaría con una de las bailarinas de los Ballets Rusos, Olga Khokhlova, su primer matrimonio- y ahora esta relación vuelve al escenario. Lo hace, en el año en el que se conmemoran 50 de su fallecimiento, de la mano de Carlos Saura (hijo) y Andrés Marín (Sevilla, 1969), que son los directores de Picasso y la danza, un encuentro con Lorca en Granada, un espectáculo que se estrenó el 2 de agosto en el Teatro del Generalife de la capital nazarí y que estará en cartel hasta el 26 del mismo mes, protagonizando así la 22ª edición del ciclo anual Lorca y Granada que organiza en este emplazamiento la Junta de Andalucía.

Es la obra póstuma del director de cine Carlos Saura, que se había comprometido a dirigirla y de la que llegó a autorizar, en sus últimos momentos, la elección del director artístico (Andrés Marín) y la estructura de la obra. Con un elenco de 13 bailarines / bailaores (entre las que destacan nombres como el de Lucía Vázquez), cuatro músicos que actúan en vivo y un abrumador plantel de artistas invitados que irán desfilando en las diferentes semanas -Rocío Molina, Rosario La Tremendita, Israel Fernández o Farruquito, que estuvieron en el estreno- pero también Ana Morales, Manuel Lombo, Antonio Canales y Manuela Carrasco-, la obra homenajea, a partir de diferentes escenas independientes, el trabajo de Picasso en diferentes espectáculos de danza.

"A mí me interesaba mucho saber cómo se comporta la música de Sati o de Stravinsky, esas esencias de las vanguardias, en los cuerpos de hoy", explica Andrés Marín -Premio Nacional de Danza 2022-, director artístico y coreográfico de la obra, en una conversación telefónica con EL PERIÓDICO DE ESPAÑA unos días antes del estreno. "Estos artistas eran muy rupturistas, básicamente hacían lo que les daba la gana, y ese espíritu he tratado de mantenerlo, respetando sus códigos".

Cuatro trabajos para los Ballets Rusos

El espectáculo estrenado en Granada repasa las cinco colaboraciones que hizo Picasso con los Ballets Rusos de Diaguelev: Parade (1917), con música de Erik Satie y puesta en escena de Jean Cocteau, coreografía del propio Diaguelev y Léonide Massine -uno de los nombres fundamentales para la danza del siglo XX- y vestuario y escenografía de Pablo Ruiz Picasso y Giacomo Balla; El sombrero de tres picos o Le Tricorne (1919), coreografiado por Massine cuya música compuso Manuel de Falla -los Ballets Rusos estaban refugiados en España bajo la protección de Alfonso XIII mientras duraba la Gran Guerra- en el que Picasso se encargó de telones y vestuarios -y con ellos quiso homenajear a Francisco de Goya-; Pulcinella (1920), de nuevo con coreografía de Massine, música de Pergolese revisada y arreglada por Igor Stravinsky y de nuevo escenografía y vestuario de Picasso; y Le train blue (1924), con coreografía de Nijinska, en el que el vestuario fue creación de Coco Chanel y en el que Picasso se encargó de la ilustración del programa de mano y la pintura del telón de fondo.

La bailarina contemporánea Lucía Vázquez en un momento del preestreno de 'Picasso y la danza, un encuentro con Lorca y Granada', en una escena correspondiente a Le train blue, en la que Picasso hizo los decorados y Coco Chanel el vestuario. / ALEJANDRO GARCÍA (CEDIDA)  


Pero antes de esta, el malagueño participó en la aproximación más directa que Diaguelev, a partir de su experiencia española, quiso hacer al arte español que más le interesó: Cuadro Flamenco (1921), que estrenó con elenco español como una escenificación de los cafés cantantes -un formato escénico anterior al actual tablao- que existían en aquel momento -con malagueñas, tangos, farruca, jotas, alegrías, garrotín y sevillanas- y en esta obra, Picasso también se encargó de los decorados.

"La relación con el flamenco es mucha, no sólo por la colaboración con Picasso, sino porque los Ballets Rusos, en su etapa española, se enamoran del flamenco y se contaminan mucho de él", explica Marín. "Y el flamenco se contamina también mucho de ellos, esa es la bendición de este arte, que lo absorbe todo y lo que no quiere lo escupe".

Sin embargo, el elemento rupturista y de vanguardia de Picasso y el resto de creadores que participaron en estas obras también están presentes. Por un lado, explica Marín, ha buscado en los lenguajes dancísticos actuales para apoyarse, como las danzas urbanas y la contemporánea. Pero por otro, también está su propia visión del flamenco. "La productora barajó varios nombres y yo creo que me lo propusieron a mí por el trabajo de deconstrucción del flamenco que yo he hecho durante mi carrera", explica. "Yo ya había trabajado sobre la obra de Picasso, tenía cercanía al personaje". Se refiere a Carta blanca, estrenada en 2015, una obra para la cual el Musée National Picasso de París dio carta blanca al bailaor y coreógrafo para coreografiar su pintura. "Me cerraron el museo durante una noche y yo bailaba frente a sus obras", recuerda.

Entonces le inspiraron cuadros como Las bañistas, Arlequín o La Celestina. Pero ahora, además de dirigir las escenas que componen la obra, él ha querido trabajar sobre un elemento concreto muy característico de Picasso: el fauno. "Me interesa hacer un fauno en el flamenco porque nunca se ha hecho, con música de Debussy. Lo hizo Nijinsky, del que he sido admirador desde que empecé, pero nunca se ha acercado al flamenco".

Amplio elenco especializado

El elenco que baila en las diferentes escenas, explica, ha sido seleccionado en función de la variedad dancística que quiere mostrar: danzas contemporáneas, urbanas, pero también danza española o escuela bolera. "Al contar con tan poco tiempo para poder trabajar, he apostado a caballo ganador. He tratado de seleccionar a muchos de los mejores", explica Marín. Un elenco que, además, viene complementado por una lista de invitados especiales realmente especiales. Pero advierte: "las figuras están al servicio de Picasso y del trabajo de Carlos Saura, no son creaciones personales". Los invitados, elegidos por Marín, son una muestra de la amplia diversidad de estilos que conviven en el flamenco. Algunos, como Israel Fernández o Farruquito, sólo aparecerán en el estreno ("ojalá hubiera podido tener tiempo para trabajar con Farruquito y poder proponerle algo más dialogado", dice). Otros, como Rocío Molina, Ana Morales o Manuela Carrasco, participarán en varias representaciones cada semana. Molina, de hecho, concluyó su participación este sábado.

No coincidirán en el escenario, advierte Marín, porque cada uno tiene su espacio en una de las escenas que componen la obra, pero con algunas de las invitadas sí ha podido preparar algo un poco más dialogado. Lo hará con Rocío Molina, con quien recientemente bailó unas sevillanas acompañadas por el cante de Niño de Elche y la guitarra de Yerai Cortés en Tablao, una instalación de Ernesto Artillo en el Museo de Arte Contemporáneo de la Comunidad de Madrid. Y también con Rosario La Tremendita, cantaora con la que ha trabajado en varios espectáculos y con quien prepara "un guiño, un garrotín grotesco en el que intentamos hacer esa contraposición entre lo actual y lo pasado".

¿Y qué papel juega, en todo esto, Carlos Saura? "Yo no he podido conocer a Carlos Saura padre, la dirección artística la ha asumido su hijo, con las directrices que él dejó marcadas. Es una persona maravillosa, es muy fácil trabajar con él", explica Marín. "Su dirección es minimalista, sabe muy bien dónde cortar, está siendo una experiencia muy bonita". Parte de esa dirección incluye, además, el respeto por los vestuarios originales, algunos de los cuales estuvieron diseñados por Picasso, pero otros también por Coco Chanel.

Tres diseños de Picasso en 1919 para el vestuario del ballet 'El sombrero de tres picos (Le Tricorne)', una de las colaboraciones que el pintor malagueño hizo con los Ballets Rusos de Diáguilev.

Tres diseños de Picasso en 1919 para el vestuario del ballet 'El sombrero de tres picos (Le Tricorne)', una de las colaboraciones que el pintor malagueño hizo con los Ballets Rusos de Diáguilev. / EFE/Manuel Ruiz Toribio

Picasso y Lorca

Picasso y Federico García Lorca coincidieron en el tiempo, pero nunca se llegaron a conocer. "Yo estoy seguro de que se miraban de reojo", dice Marín sobre la relación entre ambos creadores. No debe ir muy desencaminado si se considera el testimonio en el Picasso íntimo de Olano. "Los dos trabajaban en la vanguardia, pero ambos tenían siempre presente la tradición. Los dos sabían que la vanguardia sin tradición no es nada, que tiene que partir de ahí".

Dado que el espectáculo forma parte del ciclo anual Lorca y Granada, Marín ha querido trabajar sobre la vertiente más surrealista de Lorca, con unas sevillanas ambientadas en una romería sobre el Solo del pastor bobo, una pequeña escena de la obra que Lorca dejó inconclusa, El Público. "La pieza se llamará El hueco, la idea es hacer un guiño al poeta. Quizás al principio pueda hacer una saeta sobre el Poema del cante jondo, pero esto está aún por resolver", avanza dudoso Marín, que una semana antes del estreno, cuando atiende a EL PERIÓDICO DE ESPAÑA, confiesa dedicar la mayor parte del día a los ensayos de la obra.

Mientras ultimaba las coreografías, el director artístico confesaba a este periódico que después de un mes en Granada, hay interés en hacer una gira con la obra, pero admitía que no hay nada definido. Y aunque se encuentra completamente volcado en perfilar los detalles de una obra que se mantendrá en cartel casi un mes, y dice no tener tiempo para mucho más, Marín admite que ya trabaja en un par de ideas de espectáculos de cara a la próxima Bienal de Flamenco de Sevilla, que no llegará hasta otoño de 2024. "Tengo que pensarlo bien", reflexiona. "A mí no me gusta hacer una cosa facilona, no es mi línea, no me gusta que mis trabajos queden en una cosa simpática".