REPORTAJE

La literatura, una herramienta para entender Argentina

Vinculada a la historia del país, la narrativa argentina se ha revelado como un útil recurso para entender mejor una nación tan fascinante como compleja

Una ciudadana argentina se manifiesta contra las reformas impulsdas por Javier Milei frente a un grupo de policías.

Una ciudadana argentina se manifiesta contra las reformas impulsdas por Javier Milei frente a un grupo de policías. / Natacha Pisarenko / AP

Según su Instituto Geográfico Nacional, la extensión de la República Argentina —incluyendo las tierras emergidas cuya soberanía es reclamada históricamente por ese Estado—, es de 3.761.274 kilómetros cuadrados. En lo que se refiere a su dimensión cultural, sin embargo, Argentina es infinita.

En apenas dos siglos, el país sudamericano ha deslumbrado al mundo con su riqueza musical, gastronómica, cinematográfica o pictórica. Una producción fruto de una sociedad heterogénea, compuesta por pueblos originarios, familias oligarcas cuya alcurnia se remonta al Virreinato del Reino de la Plata y grupos de emigrantes que llegaron al país huyendo de los progromos rusos, de las persecuciones a los movimientos proletarios o, sencillamente, buscando un futuro mejor en una tierra tan acogedora y próspera como anuncia su nombre.

 "Argentina es un país joven, que tiene doscientos veinte años de historia institucional, mucha historia indígena, pero que también hizo propias experiencias europeas", explica Felipe Pigna, historiador, profesor universitario y escritor, que destaca la influencia de las culturas francesa, inglesa y española en la sociedad argentina. "La prensa, por ejemplo, estuvo ya en el siglo XIX a la altura de la europea con periódicos y revistas de humor, femeninas, políticas… En ese sentido, Argentina era un faro latino de la cultura, que supo adoptar los buenos usos y costumbres de la cultura europea".

 A pesar de esos vínculos con Europa, Argentina ha sido en muchas ocasiones un arcano difícil de descifrar para los observadores externos, algunos de los cuales han encontrado en la literatura una útil herramienta para intentar entender ese misterio argentino.

La historia a través de la literatura

"La historia está muy presente en la literatura del país, hasta el punto de que uno podría estudiar nuestra historia a través de nuestra literatura. Cuando en mis clases en la facultad hablo de algún acontecimiento histórico, siempre tengo algún libro literario para entender su contexto", explica Pigna, que destaca cómo el origen y desarrollo de la literatura argentina está muy relacionado con la evolución política de la República.

"Uno de los primeros libros de la Argentina postcolonial es el Facundo de Sarmiento, un libro de trinchera, contra el caudillaje, y más concretamente, contra Juan Manuel de Rosas. El otro libro, considerado como el libro nacional, es el Martín Fierro. Su autor, José Hernández, fue un gran activista de causas populares y se oponía al modelo agroexportador impuesto por Sarmiento, Mitre o Roca. Incluso Cortázar, cuyo género preferido era lo fantástico, tiene referencias históricas en sus textos, como en 62/Modelo para armar, El libro de Manuel o algunos cuentos de Un tal Lucas que hacen referencia al exilio. En definitiva, la relación entre política y literatura es tan estrecha, que podríamos pensar si la literatura no ayudó incluso a forjar algún acontecimiento de la política argentina".

Incluso Cortázar, cuyo género preferido era lo fantástico, tiene referencias históricas en sus textos

Facundo, el Martín Fierro, el Fausto de Del Campo, Los gauchos judíos de Alberto Gerchunoff, La cautiva de Esteban Echeverría, las Aguafuertes porteñas de Roberto Arlt, La radiografía de la Pampa de Martínez Estrada o Una semana de holgorio —relato en el que Arturo Cancela narra un progromo contra la comunidad judía bonaerense en 1919—, son ejemplos de una literatura que, como la propia Argentina, discurre a medio camino entre el campo y la ciudad.

"Nuestra literatura es urbana y gauchesca. El romanticismo argentino, heredado del francés, se nutre de los relatos vinculados al campo para hablar de las costumbres de los gauchos. A eso se suma una gran literatura urbana que toma como eje a Rosario, a Córdoba, a Mendoza y, sobre todo, a Buenos Aires, protagonista y escenario de gran parte de la literatura argentina", explica Pigna, que destaca además la gran importancia que, desde siempre, han tenido las escritoras en la literatura nacional.

La importancia de las escritoras

"En el siglo XIX, Juana Manuela Gorriti fue la primera mujer argentina que decidió firmar sus propios libros. A partir de entonces, y especialmente desde los años 20 del siglo pasado, la mujer se hizo muy fuerte en la literatura nacional. Aunque ahora podemos pensar en Mariana Enríquez como una de las voces más potentes, uno no puede dejar de citar también a Silvina Ocampo, Victoria Ocampo, Alfonsina Storni, Alejandra Pizarnik, Silvina Bullrich o Beatriz Guido, a las que se han sumado recientemente nombres como Leila Guerriero".

"¿Todavía hay gente que quiere leer estas cosas?", le pregunta a Leila Guerriero su padre cuando ella le cuenta que está escribiendo una crónica sobre una superviviente de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA). "Es una risa porque mi papá se pasa la vida leyendo libros sobre los setenta. A vos te interesa, papá", bromea Guerriero, que se encuentra actualmente en plena gira promocional de La llamada, libro que recoge el testimonio de Silvia Labayru, militante montonera que, tras ser liberada, sufrió el repudio de sus compañeros de lucha por considerarla colaboradora de los genocidas.

Las décadas de los sesenta y setenta siguen siendo hoy una inspiración para biografías, testimonios, novelas o ensayos periodísticos

La llamada comparte mesa de novedades con Nosotros dos en la tormenta, la última novela de Eduardo Sacheri, en la que el escritor argentino describe el funcionamiento interno de dos organizaciones armadas de los setenta a través de las vivencias de sendos amigos del barrio. Ambos títulos demuestran que, si como explicaba Pigna la literatura argentina esta atravesada por la política, las décadas de los sesenta y setenta siguen siendo hoy una inspiración para biografías, testimonios, novelas o ensayos periodísticos.

Nuevas voces: los hijos de los militantes

La novedad es que, en los últimos tiempos, a esos libros escritos por algunos de sus protagonistas, compañeros de lucha o escritores coetáneos, se están sumando nuevas voces procedentes de los hijos de aquellos militantes, los cuales aportan su personal visión de cómo vivieron la violencia, la clandestinidad y el exilio.

 Por ejemplo, Mariana Eva Pérez, autora de Diario de una princesa montonera, Laura Alcoba y La casa de los conejos, Lucía Lijtmaer con Casi nada que ponerte o Patricio Pron con obras como El espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia y Nosotros caminamos en sueños, en la que aborda la Guerra de las Malvinas, conflicto que marcó el principio del fin de la dictadura cívico militar religiosa iniciada en 1976 y que también fue tratado por Rodolfo Fogwill en Los Pichiciegos.

La llegada de la democracia y el fin de la censura militar permitió desarrollar una literatura que hablaba de cómo los argentinos disfrutaban de esa anhelada libertad

La llegada de la democracia en 1983 y el fin de la censura militar permitió desarrollar una literatura que, entre otras cosas, hablaba de cómo los argentinos disfrutaban de esa anhelada libertad y se reencontraban con autores prohibidos o exiliados. Por ejemplo Enrique Symns y sus crónicas "under" o el (re)descubrimiento del Fiord de Osvaldo Lamborghini.

Una literatura que en todo momento ha convivido con aquellos otros libros sobre diferentes momentos de la historia del país. Entre ellos, el "pizza y champán" del menemismo, el resurgir del justicialismo de la mano del matrimonio Kirchner o la crisis económica del 2001, cuyo recuerdo está presente en novedades editoriales actuales como El loco, la delirante biografía sobre Javier Milei escrita por Juan Luis González.

"La literatura nos define, nos identifica y nos buscamos en ella porque siempre tiene algo que decirnos —reflexiona Felipe Pigna—. Las crisis reiteradas de la Argentina hacen que episodios de épocas anteriores se reactualicen y uno se sienta identificado con momentos que no son los suyos pero dicen mucho de lo que uno está atravesando".