REPORTAJE

Cómo influye la lectura en lo que los autores escriben

Diversos escritores –de Luis Landero a Jorge Carrión, pasando por Clara Obligado, Milena Busquets o Ignacio Martínez de Pisón– explican qué influencia ejercen los libros que leen en la construcción de su propia obra literaria

Ilustración: Anna Miró / Sara Martínez

Ilustración: Anna Miró / Sara Martínez

Mariana Sández

¿Se lee mientras se escribe? ¿O se lee antes, como preludio, buscando afinidades con una obra ajena y deseada que nos interpela? También puede ocurrir que se eviten las lecturas simultáneas a la escritura, como una manera de alejar el fantasma de las influencias. Quizás se lee después de haber concluido el propio libro, a modo de premio y descanso. ¿Y se lee tal vez en función del universo que se quiere construir o, por el contrario, se persigue en la alteridad una suerte de oposición, un sumergirse en lo diferente para crear un contrapunto, un choque de climas divergentes?

Lecturas interdisciplinarias

Para Luis Landero (Alburquerque, 1948), “el lector y el escritor que hay en mí -esa pareja artística- conviven bastante bien entre ellos. La lectura afina la sensibilidad, estimula la imaginación, alborota el espíritu, limpia la mirada y ensancha el corazón.” Por eso, dice, la lectura es parte natural de su rutina: “Antes de ponerme a escribir por las mañanas, hago unos minutos de precalentamiento con cualquiera de mis más queridos libros de siempre.”

Algo parecido comenta Mercedes Cebrián (Madrid, 1971): “Leer es el alimento de la escritura, si no el único –porque también están las otras artes y, bueno, la vida en sí–, es desde luego el más importante.” También acompaña de lecturas su proceso de creación, con distintos fines: “Primero para documentarme, después para dialogar con otros textos, con otros estilos, estructuras, planteamientos. El resultado final de un texto depende en cierta medida de las lecturas que hayas hecho antes y durante el proceso de escritura.”

La lectura afina la sensibilidad, estimula la imaginación, alborota el espíritu, limpia la mirada y ensancha el corazón

Luis Landero

Aunque según Jorge Carrión (Tarragona, 1976) la lectura “es el combustible que alimenta el cerebro”, destaca como Cebrián que “No sólo la lectura de libros, sino que las exposiciones, series, películas, pódcasts, obras de teatro o danza, ciudades, proyectos científicos lo son. Difícilmente encuentro las ideas o las intuiciones para mis proyectos literarios en la propia literatura. Por eso contrapunteo la lectura de novelas o poesía con ensayos sobre tecnología y todo tipo de experiencias culturales.”

La lectura como vehículo de documentación es indispensable en casos como el de Ignacio Martínez de Pisón (Zaragoza, 1960). “Como mis historias suelen estar ambientadas en la España del siglo XX, suelo leer libros que me hablen de esa época. Y no solo libros: también periódicos. Soy un adicto a las hemerotecas digitales, que me transportan a los años en los que transcurre la acción y me proporcionan el aroma de la época. Sin ese recurso, seguramente la ambientación de mis historias quedaría bastante coja.”

Una relación nupcial

Hay quienes prefieren preservar ciertos periodos de escritura del influjo de otros libros, concentrarse en el universo que está en proceso de consolidarse. “Mientras estoy escribiendo leo poco y de forma muy selectiva, por miedo a las influencias pero también porque a estas alturas sé muy bien las lecturas que quiero y necesito”, apunta Milena Busquets (Barcelona, 1972), y agrega: “Necesito leer cuando pienso que estoy perdiendo el norte, cuando me siento descentrada. La lectura de un gran libro me tranquiliza, me fuerza a pararme y a respirar, y me recuerda las cosas que valen la pena en esta vida.”

Mientras estoy escribiendo leo poco y de forma muy selectiva, por miedo a las influencias pero también porque a estas alturas sé muy bien las lecturas que quiero y necesito

Milena Busquets

Muy próximo a esa experiencia más selectiva, Rodrigo Rey Rosa (Guatemala, 1958) señala: “Cuando escribo ficción, dejo de leer ficción. Encontrarme con algo parecido a lo que estoy inventando me paralizaría. Las lecturas que ya hemos olvidado suelen venir en nuestra ayuda de manera espontánea y a veces inadvertida, cuando necesitamos ayuda. Las lecturas alimentan la escritura, sin duda. Pero con ellas puede ocurrir lo que ocurre con los alimentos consumidos sin medida. Suelen ser más dañinas que nutritivas.”

Si bien Mariana Travacio (Rosario, Argentina, 1967) reconoce que le resulta imposible concebir la escritura sin la lectura, puesto que cree “fervientemente que toda escritura nace del acto de lectura, de ese encuentro singularísimo y gozoso con un texto que nos interpela, que nos interroga, que nos provoca. Como decía Barthes, hay una relación nupcial, de procreación, entre lectura y escritura”, al mismo tiempo admite que cuando se encuentra en los comienzos de un libro nuevo, “cuando todavía estoy buscándole su ritmo, su sintaxis, sus voces, suele sobrevenirme un tiempo de recogimiento, una cierta necesidad de silencio, una cierta retracción lectora. Eso me dura un tiempo. Una vez que el texto está en marcha, o lo siento un poco menos frágil, puedo, poco a poco, retomar mis lecturas.”

Escribo porque leo

George SteinerClara Obligado

Lara Moreno (Sevilla, 1978) y Aroa Moreno Durán (Madrid, 1981) coinciden: “Escribo porque leo”, dicen ambas y, cada una a su manera, describe cómo el goce ante otros libros genera un movimiento de ignición de la escritura: “Es del disfrute máximo, desde niña, de esa forma de comunicación, del lenguaje literario, de la realidad narrativa y poética que me viene la necesidad de escribir”, comenta Lara Moreno. “No hay nada que potencie más en mí las ganas de escribir que leer algo que me apasiona. Cuando he de sumergirme en la escritura de una novela, tengo que leer con deleite y avidez: poesía, crónicas o diarios y narrativa. Si hay algo que salva es la lectura.”

No hay nada que potencie más en mí las ganas de escribir que leer algo que me apasiona

Lara Moreno

En otras palabras, Aroa Moreno Durán comenta: “Leer es la mejor escuela de escritura posible. Cuando leo, sobre todo un libro que me gusta, me entran muchísimas ganas de escribir. A veces, las ideas nacen mientras leo novelas, ensayos, biografías, poemas o las noticias. Atravieso periodos de lectura compulsiva, de encadenar un libro detrás de otro, de no poder parar, de leer caminando. La lectura nos muestra otras vidas posibles y ensancha las ideas propias. Cuando estoy en un proceso de escritura, suelo leer a la vez libros que tienen que ver con el tema sobre el que escribo.”

Con esa misma idea, Juan Carlos Méndez Guédez (Barquisimeto, Venezuela, 1967) señala que la lectura y la escritura “son una continuidad de la vida. Se lee para vivir, se vive para leer, y la escritura es siempre el querido fantasma que acompaña. Me cuesta segmentar esos momentos, pero desde luego, somos lo que estamos leyendo, somos esas palabras, por lo que, al escribir, nos convertimos en el personal espejo de lo que otros imaginaron. Escribir es una ampliación de la lectura: es procurarnos la lectura de ese texto que pensamos todavía no existe en nuestra biblioteca.”

Leer es escribir sin culpa

El lector comúnVirginia WoolfNatalia Carrero

En tanto que para Julia Montejo (Pamplona, 1972) leer “es proyectarme más allá de mi realidad. Leo porque así degusto lo más interesante de la vida. Leo porque así lo que me rodea nunca es gris ni aburrido. Soy la suma de mis experiencias, mis lecturas y mi imaginación. Esos son, además, los tres pilares de mi escritura.”

Están quienes encuentran, además, en la lectura un refugio, un sistema de finísima protección: “Libre de angustia, leer me sirve para olvidarme de mí, para defenderme de mí y, al mismo tiempo, más que nunca, para ser”, observa Eloy Tizón (Madrid, 1964). “Leer es la mejor manera de escribir sin la obligación moral de sostener la responsabilidad y los defectos del propio texto. Es la coartada perfecta, el crimen perfecto: Lady Macbeth con las manos limpias de sangre. Leer es escribir sin culpa.” O como lo describe Rodrigo Fresán (Buenos Aires, 1963): “Leo con los ojos y la mente y escribo con la mente y los ojos. La escritura es una lanza que no siempre da en el blanco pero la lectura es un escudo que siempre protege. Es decir: leo, luego escribo. Y escribo para poder seguir leyendo.”