ENTREVISTA

Luis Landero: "La escritura se ha abaratado, ahora sólo se piensa en el éxito"

Esta conversación celebra no sólo el premio Nacional de las Letras concedido al gran escritor sino, también, esta despedida de un guarismo que ya adjetivarán los agoreros

El escritor Luis Landero, premio Nacional de las Letras 2022, fotografiado en su casa de Madrid

El escritor Luis Landero, premio Nacional de las Letras 2022, fotografiado en su casa de Madrid / Alba Vigaray

Juan Cruz

Juan Cruz

A principios de 2022, entrevisté a Luis Landero en su casa, en Madrid, tan lejos de sus fuentes claras de inspiración, Extremadura. Esta casa en la que habita es abierta y franca, luminosa como su escritura. Cuando le dieron el premio Nacional de las Letras por la obra que ha ido escribiendo desde que dio a la estampa (Tusquets, 1989) Juegos de la edad tardía, se nos ocurrió que era momento de publicar aquí extractos de aquella conversación, que había nacido para otro propósito. Al director de ABRIL le pareció que era mejor aguardar al fin de año para celebrar así no sólo aquel éxito del gran escritor sino, también, esta despedida de un guarismo que ya adjetivarán los agoreros. Me pidió, pues, Álex Sàlmon que le hiciera otra vez algunas preguntas a Landero, así que me fui a esa casa que parece su alma (y la de su mujer, Coté) y tuvimos este diálogo, que ahora complementa al que nació con el año que acaba.

P. Cuando usted recibe un galardón cómo este, ¿qué recuerdos vienen a su mente?

R. Me acuerdo de mi padre. Pero eso es algo recurrente. En determinados momentos suelo decir: si mi padre me viera, si mi padre supiera… estaría orgulloso de mi. Porque… pues… yo nunca pude darle la satisfacción de ver que tenía un hijo que servía para algo. Tampoco es que me venga esto todo el tiempo. Me invita a decir una cosa sentimental y yo le respondo, pero donde realmente siento algo es escribiendo. Respecto al premio, después de alegrarte piensas: ¿por qué no se lo han dado a tal o cual, que probablemente lo merecía más? Pero un premio no es algo que me afecte especialmente. Mi mujer se lo puede decir, porque ella estaba cuando me llamaron: ella se puso más eufórica y contenta que yo. Yo no dije nada. Y… no sé cómo explicar esto.

P. ¿Y entonces qué es la alegría literaria para usted? 

R. Hay una alegría a la hora de escribir y una alegría a la hora de los reconocimientos. Cuando realmente me empecé a sentir contento fue cuando empecé a recibir mensajes de gente a quien yo quiero. Entonces me di cuenta de que soy querido y eso es una cosa que a mí me reconforta mucho y me enorgullece. Pero realmente la gran alegría es escribir. Esta mañana, por ejemplo, he estado escribiendo y vi que algo me salió bien y… ¡es un sentimiento de alegría!... Es como algo interior que te llena, una luz que resplandece ahí donde estas solo, trabajando. Y cuando recibes un premio y los que te quieren también participan, pues… es otra alegría. 

P. En esa alegría de escribir, ¿cuáles han sido los montes que más le ha tocado subir y con más alegría ha coronado? 

R. Pues recuerdo con mucha pasión el momento en que conseguí encontrar el tono de mi primera novela. Fue al tercer o cuarto año en que empecé a escribirla y, por primera vez, me sentí escritor. Empecé a escribir a los 15 años, pero hasta entonces no sentí que yo era realmente bueno. Yo ya tenía 37 o 38 años y de pronto Juegos de la edad tardía empezó a fluir y los personajes ya eran macizos. Luego… no estuve muy contento con las otras dos novelas que siguieron, pero no sé si esto viene a cuento.

Ya he escrito los suficientes libros y más que podría escribir y no acabaría nunca de indagar acerca de qué o cómo ha sido mi vida, todo este mundo interior que nunca conseguimos conocer y menos aún abarcar"

P. Tras Juegos de la edad tardía, el referente de los críticos de entonces, Rafael Conte, preguntaba: "¿Quién es Luis Landero". ¿Quién ha sido Luis Landero? 

R. Tengo la sensación de que no he cambiado mucho, de que sigo siendo el de siempre, quitando la niñez, aunque parte del niño que fui viene también conmigo. Empecé a escribir muy pronto, a los 15 años, y lo sigo haciendo con el mismo ímpetu, convicción e incertidumbre de entonces, por eso mantengo esa sensación, incluso el tramo central de mi vida ha sido la literatura porque le ha dado coherencia, la ha definido. Debe ser una sensación ficticia porque al fin y al cabo todo lo que escribo es para intentar responder a esta pregunta que me ha hecho. Ya he escrito los suficientes libros y más que podría escribir y no acabaría nunca de indagar acerca de qué o cómo ha sido mi vida, todo este mundo interior que nunca conseguimos conocer y menos aún abarcar.

P. La pregunta de Conte supuso su entrada aprobada en el mundo de la literatura. ¿Cómo sentía en ese momento que era ser escritor?

R. Fue un 29 de octubre de 1989, yo estaba yendo a una boda, vi la crítica y la fui leyendo con tanta devoción que casi me atropella un coche y acaba con mi carrera literaria, tuvo que pegar un frenazo tremendo para no atropellarme, estaba muy emocionado (ríe). Una vez que Beatriz de Moura me dijo que iba a publicar mi novela, uno de los días más felices de mi vida, sólo aspiraba a vender por lo menos mil ejemplares para que no perdieran dinero porque editaron tres mil. Y luego que hubiera algunas buenas críticas que reforzaran mi vocación de escritor. Cuando Conte escribe esa crítica sólo él sabía que yo escribía y vagamente algún amigo porque no había dado a leer nada a nadie, de modo que esa pregunta de Rafael fue muy pertinente: Luis Landero era un profesor de instituto que llevaba toda su vida devorado por la pasión de la literatura.   

P. Luego subió una montaña muy importante, Lluvia fina. ¿Fue consciente de que estaba haciendo algo que iba a tener la repercusión que hubo?

R. No, no fui consciente. Pero antes de ese libro estuvo El balcón en invierno, que yo no me esperaba la repercusión que tuvo. Me salió fácil y… como que ahí hubo una especie de ruptura con lo que había hecho anteriormente: saqué mis fantasmas de una forma directa y sencilla. Tal vez me quité el pudor o yo qué sé. Y luego con Lluvia fina… no, yo no sabía que iba a ser un libro de éxito. Fue usted el primero en decírmelo, en el Café Comercial, ¿se acuerda? Me lo dijo y me sentí muy satisfecho, la verdad. Es un libro que escribí con las tripas y me salió fácil y no pensé, para nada, en la repercusión que iba a tener. Me pasó lo mismo con El huerto de Emerson. O sea: como no hubo un gran esfuerzo, pues pensaba que no había mérito. Pero ya ves lo que pasó (ríe).

P. ¿Escribir le ha enseñado a escribir?

R. Sí. Uno aprende a escribir escribiendo. Pero uno pasa por distintas épocas, según las edades, según las experiencias. Escribir es como una linterna en la noche que te va marcando el camino y te va enseñando nuevas cosas de ti mismo. Nuevas maneras de decir, nuevos temas. Vas explorando. A veces te desvías por caminos secundarios, pero luego vuelves al camino principal. O sea: la escritura es la que me va guiando por el camino. 

P. ¿Cómo ha ido variando para usted la figura del escritor en España? 

R. Los años 80 y 90 fueron la última oportunidad para que los escritores fueran reconocidos en este país. Luego ya vino internet y otras cosas y el escritor ya pasó a ser una figura secundaria. Pero hasta entonces el prestigio del escritor, como el de Julio Llamazares, Antonio Muñoz Molina y Javier Marías, se lo había dado la sociedad y los periódicos y los políticos y los filósofos. Un escritor era alguien de prestigio que aportaba algo a la sociedad y así era reconocido. Los que vinieron después… quedaron al margen de ese prestigio que se nos concedía.  

P. ¿Qué consecuencias ha tenido eso para el ecosistema cultural?

R. Bueno, es un síntoma de que la cultura ha sido colonizada por los intrusos del entretenimiento. Y hoy las redes sociales han ocupado gran parte del espacio que tenía la cultura. 

Hoy la escritura se ha abaratado: el escritor ya no piensa en la literatura, en ese sueño. Ahora sólo se piensa en la inmediatez y en el éxito: hay que hacer algo rápido, dejarse llevar por las modas y vender"

P. ¿Y qué consecuencia ha tenido eso en la escritura? 

R. Que la escritura se ha abaratado. La gente dirá: pero es que Carver o Chéjov siempre escribieron muy bien. Pero es que ellos eran dueños de una poderosísima forma de escribir y… vivieron en otra época. Hoy la escritura se ha abaratado: el escritor, en su mundo interno, ya no piensa en la literatura, en la escritura, en ese sueño. Ahora sólo se piensa en la inmediatez y en el éxito: hay que hacer algo rápido, dejarse llevar por las modas y vender. Si la moda es la novela histórica, pues hagamos novela histórica. Pues, oye, falta el orgullo de ser escritor y decir: yo escribo lo que considero y si me leen bien, si no… allá ellos. Falta eso. Ahora hay demasiados escritores que escriben para el mercado y escriben en el lenguaje que pide el mercado. Y, en parte, es un estilo dictado por las redes sociales: frases cortas, temas sencillos, digeribles, no complejos… ¡Dime una novela compleja reciente! Parece que no hay. Los autores consagrados sí, sí hacen cosas más elaboradas. Los nuevos… parece que sólo quieren adaptarse al mercado. Y eso es un torpedo hacia la esencia de la escritura. 

P. Hoy a muchos escritores reconocidos se les tienta con premios comerciales. Usted ha recibido sólo premios institucionales y continúa en su editorial ¿A qué obedece su fidelidad a Tusquets? 

R. Tusquets es mi casa, ahí me resuelven todo y yo estoy a gusto. A mí me desbarataría la vida eso de tener que cambiar de editorial y hablar con más gente y… no, no. Yo no discuto por dinero, lo que Tusquets me ha ofrecido me ha parecido bien y ya está. Bueno, la última vez pedí diez mil euros más y me costó un poco convencerles, pero accedieron. Pero es la primera vez que he pedido un poco más, eh. A mí lo que me interesa es mi soledad, mi tranquilidad y que me dejen en paz para escribir. Eso es todo lo que quiero. Y que la editorial se ocupe de lo demás.