Opinión | ­LA VENTANA LATINOAMERICANA

Elecciones previsibles y normales en República Dominicana

El triunfo de Abinader se puede inscribir en la nueva tendencia regional que vuelve a hablar de reelecciones o de victorias oficialistas, después de un ciclo relativamente prolongado donde eran las oposiciones quienes se imponían en los comicios presidenciales

Luis Abinader, junto a su esposa, se dirige a sus seguidorestras la victoria

Luis Abinader, junto a su esposa, se dirige a sus seguidorestras la victoria / EFE

Pareciera como si de repente todo el ambiente enrarecido que caracteriza a la política latinoamericana, tan cargado de crispación, polarización e insultos personales, se hubiera remansado con ocasión de las elecciones celebradas este domingo pasado en la República Dominicana. La única duda al respecto, más allá de un resultado claramente previsible, era si Luis Abinader, el candidato del Partido Revolucionario Moderno (PRM), ganaba en primera o en segunda vuelta. Pese a esta pequeña incertidumbre, prácticamente todo el proceso electoral dominicano se celebró dentro de la absoluta normalidad democrática, sin eludir, obviamente, la gran cantidad de problemas que afectan a la nación caribeña.

El triunfo de Abinader se puede inscribir en la nueva tendencia regional que vuelve a hablar de reelecciones o de victorias oficialistas, después de un ciclo relativamente prolongado donde eran las oposiciones quienes se imponían en los comicios presidenciales. Hasta la reciente reelección de Nayib Bukele en El Salvador, los oficialismos habían sido derrotados en 14 de las últimas 16 elecciones presidenciales celebradas, con las únicas excepciones de Nicaragua (gracias a sus prácticas iliberales y no democráticas y Paraguay). Ahora, pese al paréntesis panameño, se ha producido el caso dominicano y muy es probable que en México y Venezuela se repita un fenómeno similar, aunque en ambos países a partir del involucramiento determinante del Estado en el proceso.

Sin embargo, lo ocurrido con Abinader responde a una dinámica propia presente en República Dominicana. Ésta es producto de un discurso presidencial claramente contrario a la corrupción, a su buena gestión de la pandemia y a su manejo de la economía (incluyendo el impulso dado a las zonas francas y al sector turístico, en 2023 llegaron 10 millones de turistas y este año se esperan 12 millones), a su clara vocación reformista y a su gestión de la crisis haitiana, donde supo conectar con el sentir popular dominicano, mayoritariamente contrario a la presencia de migrantes haitianos en sus ciudades.

Por si todo esto fuera poco, el presidente reelecto habla de una forma clara, muchas veces contundente, con un discurso capaz de ser comprendido fácilmente por buena parte de sus compatriotas. Así, la noche de la elección y tras confirmarse que su victoria era inapelable, señaló de forma contundente: "¡No volveré a ser candidato! Es mi palabra, es mi compromiso y será parte de mi legado a la República Dominicana", recalcando que está dispuesto a hacer todo lo posible para que la no reelección permanente sea incluida en la Constitución nacional.

Obviamente, la magnitud de su victoria facilitó la rápida felicitación de los candidatos derrotados, en una clara muestra de normalidad republicana. Con casi el 100% de los votos escrutados, Abinader obtuvo el 57,5% de la votación, duplicando prácticamente el respaldo logrado por su rival más inmediato, Leonel Fernández, de la Fuerza del Pueblo, con un 28,9%. En tercer lugar, y a una distancia todavía mayor está Abel Martínez, del Partido de Liberación Dominicana (PLD), con el 10,4% de los votos.

En líneas generales este resultado se habría repetido tanto en el Senado como en la Cámara de Diputados, un hecho que facilitaría enormemente la gobernabilidad del país. Se trata de una situación muy diferente a la que se puede encontrar en la mayor parte de los países latinoamericanos, marcados por una marcada fragmentación del voto popular y también de la representación parlamentaria

En esta ocasión, este hecho viene acompañado de la profunde crisis que sacude al sistema de partidos dominicano, especialmente a las dos agrupaciones tradicionales: el PLD y el Partido Revolucionario Dominicano (PRD). Solo la Fuerza del Pueblo, liderada por Leonel Fernández, se ha salvado de la quema, más allá de las frustradas aspiraciones del expresidente Fernández a revalidar un nuevo mandato.

Esta clara hegemonía del PRM le facilitarán, sin duda alguna, al presidente Abinader a impulsar sus proyectadas reformas, comenzando por la reforma fiscal. Ésta debería aportar los fondos necesarios para acometer las obras de infraestructura que requiere su país, continuando por la reforma de la seguridad (convertida en un problema clave para la mayor parte de la población) y también de la reforma de la seguridad social, incluyendo el sistema educativo y el de salud.

El buen desempeño económico de República Dominicana, el noveno mejor de toda América Latina, una región marcada por niveles de muy bajo crecimiento, facilitará la tarea del nuevo gobierno. Sería de desear que en su próxima gestión Abinader cumpliera con las promesas efectuadas y no traicionara las expectativas de una población ansiosa de consolidar el paso dado en años recientes, cuando el país dejó de ser una economía de renta baja a serlo de renta media. Esto fue posible en 2022, cuando se alcanzó un PIB per capita superior a los 10.000 dólares. Sin embargo, todavía persisten grandes desigualdades sociales, un problema del cual Abinader es claramente consciente y que debería ser resuelto a partir de las profundas reformas que quiere implementar.