Opinión | MÁS ALLÁ DEL NEGRÓN

Cuando el suceso ocurre en tu casa

Un edificio del barrio de Laviada, en Gijón, marcado por la tragedia

Cuando el suceso ocurre en tu casa

Cuando el suceso ocurre en tu casa

Su aspecto exterior es el de otros muchos edificios levantados por el constructor Severino Canteli durante el expansionismo de las décadas de los 60 y 70. Con una altura de nueve plantas, se alza en la calle Avilés de Gijón y acoge 44 viviendas, habitadas por vecinos de clase media. La pasada semana fue el escenario de un extraño y dramático suceso, del que han dado cuenta hasta los periódicos de Madrid.

El domingo día 23, casualmente el mismo dígito de la calle, a las 18,30, dos mujeres latinoamericanas acudieron sobresaltadas a la autolavandería de enfrente. Pidieron un teléfono móvil para llamar al 112 y dar cuenta de que un joven agonizaba, entre convulsiones, en un rellano del edificio. El barrio se revolucionó. Pronto salieron a la calle los vecinos del inmueble y los pocos parroquianos que un domingo por la tarde alternaban en la próxima sidrería. Los congregados enseguida se percataron de que las dos mujeres se habían dado a la fuga, seguramente para que no las considerasen sospechosas.

Cuando llegaron las asistencias, ya nada pudieron hacer. El joven yacía muerto boca arriba –o boca abajo, según otras versiones– y semidesnudo, con los pantalones bajados, la camiseta subida y sin ropa interior. Poco a poco, se fueron conociendo nuevos detalles. El cadáver correspondía a un joven, de origen mierense, empleado de la construcción, que trabajaba fuera de Asturias, pero que solía volver con frecuencia a su ciudad natal.

Aquel maldito fin de semana, había decidido pasarlo en Gijón, junto con otros amigos, en busca de diversión. Para finalizar la juerga, la tarde del domingo, él solo se dirigió al mencionado edificio y subió al quinto piso, donde al parecer, ofrecía sus servicios una casa de citas. Lo que ocurrió dentro de la vivienda se desconoce. Se supone, por la autopsia preliminar, que el joven había estado consumiendo estupefacientes, que le habrían provocado la muerte, y que las dos mujeres le intentaron vestir a toda prisa.

El suceso no tendría nada de particular. Uno de tantos causados por las mortíferas drogas. Sin embargo, a mí me provocó un escalofrío cuando comprobé que había tenido lugar en el piso de debajo de la que fue mi casa durante más de cuarenta años, en la que viví mi idílica juventud de los veraneos en Gijón, en la que dispuse de mi primera mesa de trabajo, en la que disfruté de mis primeras lecturas iniciáticas. El sobresalto fue mayúsculo al leer el goteo de detalles. Primero, que si en el barrio de Laviada –¿a ver si va a ser en nuestro edificio?–. Luego, que si en la calle Avilés –seguro que es–. Y, finalmente, el número fatídico, el 23. Efectivamente, era mi casa.

La conmoción fue mayor, porque en el piso de mis padres hace sólo cuatro años, en septiembre de 2019, había ocurrido otro suceso. Mi hermano y yo teníamos alquilada la vivienda a quien los periódicos acabaron definiendo como "un hombre de avanzada edad". De repente, un día los vecinos percibieron un fuerte olor. Algo debía de pasar. Es verdad que el señor no salía mucho últimamente. ¿Cuánto hace que no le ven?, preguntó la policía. "Mucho, no sé semanas, tal vez meses". Nunca se supo con exactitud. Los agentes echaron la puerta abajo. No sin mucho esfuerzo, se abrieron paso entre cientos de enseres, bolsas atiborradas, trastos que anegaban la casa entera. Finalmente, llegaron al siniestro lugar, donde nuestro inquilino, "el hombre de avanzada edad", reposaba ya en descomposición, pero con semblante plácido. Se había dejado morir, sin que nadie le echara de menos.

Ese recuerdo vino a la mente como un rayo, sumándose a la imagen del joven que fue a divertirse a Gijón y encontró la muerte, tras terribles convulsiones, en un rellano de aquel mismo edificio, mi edificio. De manera absurda, me dio por pensar en el edificio Dakota de Nueva York, que tantas tragedias había presenciado. Del vil asesinato de John Lennon, ante su noble entrada con portero uniformado y ataviado con chistera, hasta el accidentado rodaje de "La semilla del diablo". En 1968, cuando Roman Polanski lo eligió para su película, ya el Dakota ya había sido escenario de doce suicidios. Avilés, 23 no tiene el glamour del edificio de la esquina de la calle 62 con Central Park. Se trata de un edificio corriente, donde ocurren sucesos corrientes, en el barrio de Laviada en Gijón. Mi casa.