Opinión | A PIE DE PÁGINA

La exhortación de Felipe VI

Las oportunas reflexiones del Rey en su discurso de la entrega de los Premios

El Rey Felipe VI

El Rey Felipe VI / Agostime - Europa Press

En el discurso que pronunció anteayer en el teatro Campoamor, el Rey quiso dar la voz de alarma por la conflictividad del mundo actual y advertir del riesgo que ello supone para nuestro país. La sombra del disenso, afirmó, se extiende peligrosamente sobre las democracias. Estas se asientan en principios y valores endebles, por lo que si queremos preservarlos debemos defenderlos con firmeza, sin dejarnos caer en la pasividad. Hemos de animar el espíritu cooperativo e integrador, y hacerlo extremando el sentido de la responsabilidad. La solución de los muchos problemas a los que nos enfrentamos llegará de la unidad, nunca de la división, concluyó manifestando su convicción de que así será. En pocas palabras, bien medidas, el rey marcó el camino a seguir, de acuerdo con el sentir general de los españoles. Sus intervenciones públicas, seguidas por sus actos, expresan un compromiso inequívoco con la democracia y la Constitución. Felipe VI es, sin duda, el rey más demócrata que ha tenido España.

La reflexión del jefe del Estado resultó muy oportuna. En una alocución televisada horas antes, a su vuelta de Israel, el presidente de Estados Unidos había definido el momento que vivimos como “un punto de inflexión en la historia”. Aseguró que Putin y Hamás quieren aniquilar por completo a democracias vecinas, con el apoyo de Irán y China, sin citarla, al acecho. Alertó del afán expansionista de Putin, que consideró una amenaza a la seguridad nacional del país y de sus socios europeos, y justificó la ayuda militar a Ucrania, pues de otro modo el ejército ucraniano solo podría sostener la guerra durante una semana. Biden ya había celebrado su elección frente a Trump como una victoria de la democracia.

En España, el Senado vivió el martes una jornada particular. Estaba convocada una sesión de la Comisión General de las Comunidades Autónomas con el único punto en el orden del día de debatir sobre los principios de igualdad ante la ley de todos los españoles, y de solidaridad entre las Autonomías. Los presidentes del PP acudieron para denunciar, disciplinadamente, el supuesto contenido del acuerdo de investidura que se está negociando con los partidos nacionalistas. En representación del PSOE intervino su portavoz en la Comisión, ya que los presidentes autonómicos del partido rechazaron la convocatoria. El lendakari tampoco estuvo presente. Quien sí asistió fue el presidente de la Generalitat, que atrajo la atención de los medios. Sin entrar en el tema de la reunión, enumeró las quejas y demandas de su gobierno, y finalizó citando a los catalanes con su destino en las urnas. Abandonó la tribuna y desapareció por la puerta del viejo salón de plenos de la Cámara Alta.

A mitad de la semana, el CIS hizo público su barómetro de octubre. La encuesta fue realizada en los días previos al ataque de Hamás. No recoge el impacto de las desavenencias sobre el conflicto en el interior del gobierno ni la actitud de los españoles ante la amnistía, asunto polémico y candente, que domina claramente en el debate político. La prensa destacó la estimación de voto, pero el dato más relevante es que en opinión de los encuestados el mayor problema del país reside en todo lo relacionado con la política. La sesión del Senado es fiel reflejo de la situación de fondo. El PP ha decidido ir al choque contra el PSOE y sus planes de gobierno. Los dos partidos se excluyen mutuamente. Los nacionalistas intentan aprovechar la oportunidad que se les brinda para llegar más lejos en sus objetivos y se permiten despreciar a las instituciones políticas del Estado hasta faltar a la compostura, como demostró Aragonés con su olímpico ninguneo. Cuando, según el resultado de las últimas elecciones generales, los independentistas representan a algo menos de un tercio de la sociedad catalana y el porcentaje de los partidarios de que Cataluña sea un estado independiente ha descendido por debajo del 40%.

La mayoría de los españoles perciben con desasosiego la marcha de las conversaciones para la investidura. No es que estén siendo víctimas de un engaño ideado por partidos con la mala intención de provocar un miedo infundado a la ruptura del país; lo que ocurre es que ven que el gobierno de España se está decidiendo en negociaciones reservadas, de las que no saben nada, con partidos cuyo principal objetivo es partir España en varios estados independientes. Hemos entrado en una dinámica que ha provocado una primera consecuencia, la de dividir aún más a los españoles. No es la primera vez en la historia que un avance de los nacionalismos periféricos suscita una reacción inmediata y carga de tensión a la sociedad española.