Opinión | ESPEJO DE PAPEL

Lledó y Kant contra “los dueños del realismo”

Emilio Lledó

Emilio Lledó / EFE

Privilegio de aprender. Los que estudiamos Filosofía con don Emilio Lledó (don Emilio lo seguimos llamando) tuvimos el privilegio de aprender a saber desde la duda, con el convencimiento de que dentro de todo no hay un pequeño sí y dentro de todo sí hay un pequeño no.

Él debe estar harto de que se le asocie tanto con esa frase que nos dijo un día de aquellos en que, en medio de la certeza que era el régimen de Franco, trató de zafarnos del puñetazo de la seguridad absoluta para meternos en el universo de la discusión.

Era su forma de enseñar y era nuestro privilegio aprender de esos consejos que no eran frases sino versos de la inteligencia, escenarios verbales que luego serían, para siempre, muletas con las que seguir viviendo en un mundo que, gracias a él, no fue ya del todo un territorio de arrogantes sino de personas pendientes de discutir para no caer en el abismo de conformarnos.

Cuando lo conocimos él era un joven profesor de 37 años que llegó a La Laguna, en Tenerife, con el recién estrenado portafolio de catedrático, que jamás exhibió, y menos aun para convertirlo en un modo de mostrar una autoridad que él se ganó por otros medios.

Daba clase de pie, ante el encerado que llenaba de palabras nuevas (algunas en alemán o latín o griego) para convencernos de que saber de palabras ayudaba a ordenar el futuro que empezaba. Era un gozo escucharlo, y lo es felizmente todavía, porque, aunque ya navega por los 90 años de su edad, preserva la curiosidad contagiosa con las que nos convirtió en seguidores de su genio noble, ausente de toda arrogancia.

El poder de saber. Sus libros sucesivos, marcados por la obligación de discutir con los clásicos, han tenido que ver siempre con la actualidad, pues su poder de saber y ponerlo a disposición de quienes quieran discutirle, nunca se abrazó a las momias sino a las piedras de fuego que tiene el conocimiento vivo de los antepasados. Entre esos libros que contienen su discusión consigo mismo y con los otros, extraídos del pasado para explicar el presente, ahora don Emilio ha subrayado para quienes seguimos su rastro intelectual un artículo suyo incluido en la antología Días y Libros (Austral, 2018, edición de Mauricio Jalón) e inspirado en un texto de Emmanuel Kant sobre la paz, La paz perpetua. Dice Kant en la introducción de ese texto que don Emilio nos recuerda: “(…) el político práctico acostumbra a desdeñar, orgulloso, al teórico, considerándole como un pedante inofensivo, cuyas ideas desprovistas de toda realidad, no pueden ser peligrosas para el Estado, que debe dirigirse por principios fundados en la experiencia”.

La realidad asesina. Recuerda Lledó que, tras esas palabras dichas por Kant en 1795, “vinieron (…) guerras, violencia, muerte sobre Europa”. “Los llamados políticos prácticos, los dueños del realismo, de los pactos del oportunismo, o de la supuesta sensatez, siguieron tejiendo los hilos que conducían periódica y, al parecer, inevitablemente a sucesivas catástrofes”. La cultura ayuda al hombre a afrontar esa desgracia, la educación es la que permite que el hombre consolide su libertad ante la afrenta de la ignorancia, y es por eso “uno de los conceptos claves de nuestro tiempo y, por ello mismo, uno de los conceptos más manipulados y más ferozmente ideologizados”.

La glosa de Kant le hace expresar a Lledó, entonces, cuando escribió este artículo, en 1981, lo que ahora no es solo respiración sino rabia ante un mundo en el que “no se engranan los deseos de solidaridad y armonía sino la violencia y la hipocresía”, a la que se suele llamar realismo político.

La realidad asesina de nuestro tiempo. De aquellas clases salíamos a reordenar la vida. Aun reside en sus alumnos, me imagino, la voluntad de seguir al maestro por un camino que aspirada a hacer mejor el mundo. Y miren lo que hay.  

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