NUEVA APERTURA

Arranca el segundo desembarco de Iglesias en Madrid: la Taberna Garibaldi, 'uno di noi' en Lavapiés

Decenas de personas abarrotan el nuevo bar del ex líder de Podemos en el día de su estreno

Tercios a 3 euros, carteles comunistas y parroquianos que se preguntan "si no ha venido Pablo"

Foto del exterior de la Taberna Garibaldi, de Pablo Iglesias.

Foto del exterior de la Taberna Garibaldi, de Pablo Iglesias. / EPE

Héctor González

Héctor González

Recorriendo el camino inverso al de la gentrificación, Pablo Iglesias ha pasado del Gobierno de España a la televisión para, finalmente, recalar en un bar de Lavapiés. Uno "solo para rojos", pero en el que no te preguntan filiación política al entrar. El tercio de Victoria cuesta tres euros, los baños no tienen género y en el salón interior hay tres carteles en las paredes. En dos de ellos, Raffaella Carrá y Pepa Flores, "uno di noi", glosan las bondades de votar, luchar y morir por el comunismo. El tercero es un cartel del vodka Smirnoff Red. 

Este martes 19 de marzo, tras la inauguración en petit comité de la víspera, ha abierto sus puertas la 'Taberna Garibaldi', la nueva aventura del exvicepresidente del Gobierno en el centro de Madrid. Lo hizo a mediodía, ya con varios curiosos esperando fuera, pero el jaleo ha empezado por la tarde, cuando los nuevos parroquianos han ido llenando poco a poco el garito. Varias personas mayores, un par de parejas, pequeños grupos y algún que otro solitario leyendo al calor de un vino. Y muchos periodistas infiltrados para ser testigos del nuevo desembarco del fundador de Podemos en la capital, un cambio de tercio -nunca mejor dicho- que apunta maneras el día de su estreno.

"¿Hoy no ha venido Pablo?", se pregunta uno de los presentes, al que otro responde que "no le ha visto todavía", y un tercero añade que, el día que venga, "le hacemos la ola". La mayoría se agolpan fuera, frente a la fachada o alrededor de la barra. En el salón de dentro comparten mesa personas de distinta procedencia, a imagen y semejanza del barrio en el que se ubica. "Este (Lavapiés) es el lugar en el que se mezcla más gente internacional del mundo", comenta otro de los congregantes.

Al fondo a la izquierda -porque a la derecha están los baños- hay un pequeño escenario con dos micrófonos y dos sillas de madera rodeado de otros muebles y trastos, donde en un futuro habrá conciertos, presentaciones de libros y otros saraos culturales. "No lo tenemos todo terminado todavía", ha explicado el cantautor Carlos Ávila, uno de los dueños del establecimiento junto con Iglesias y el poeta Sebastián Fiorilli, y el único presente al pie del cañón. Ya lo dijo el propio Iglesias en un vídeo compartido ayer en la cuenta de X (antes, Twiiter) de la taberna en el que sale "echando una manita" fregando unos cubiertos: "El grueso del curro lo llevarán otros compañeros, pero hoy había que echar una mano".

Decenas de personas abarrotan la entrada del local.

Decenas de personas abarrotan la entrada del local. / EPE

Con el discurrir de la tarde y el llegar de la noche, cada vez más gente hay ido abarrotando el local y la calle. Tanta, que durante largo rato pedir se ha convertido en una odisea y llegar hasta el baño, en un imposible. A eso de las 8, con el bar a reventar, el propio Carlos ha dado las "gracias a todos por venir" y ha prometido "esto va a ser mucho mejor", además de recordar a todos los presentes que tengan cuidado con sacar las bebidas a la calle "porque hay un señor bajito al que le gustaría cerrar este bar", en alusión al alcalde de Madrid.

Ha pasado por aquí hasta Bertrand Ndongo, el periodista y groupie de Vox, al que en vez de a marcharse le han invitado a una caña. Porque, como reza el manifiesto de la taberna, "en nuestro nombre estás tú y nuestra filosofía". Dice también que su mirada "se basa en hacer felices a la gente a través de la buena comida y el buen beber". Si bien la comida ha brillado por su ausencia el día del estreno, la bebida ha corrido prolija y sin mesura, porque martes hay todas las semanas, pero inauguraciones solo una. "Dame mejor una mano presta que una lengua rápida", dijo Giuseppe Garibaldi en una ocasión. Eso sí, solo cerveza, vino y copas al uso. Nada de cócteles con referencias políticas, para momentáneo solaz del supuesto grupo anarquista que el lunes hizo una pintada en la fachada amenzando con que "pasarán a la acción" si no quitan el cóctel Durruti de la carta.

A partir de cierta hora, el local se ha ido vaciando paulatinamente de personas y de existencias de cerveza fría - la última la han servido en un vaso con un hielo-. No han faltado rondas de la policía por la calle de enfrente ni un hombre con guitarra amenizando el final de la noche. Sobre las 12:30 de la noche, la Taberna Garibaldi ha echado el cierre. Tras un estreno de incuestionable éxito, el "último bastión de la libertad del proletariado" abrirá de nuevo mañana. Mientras tanto, tocará limpiar y reponer.