RINCONES OCULTOS

Así son los túneles de Madrid: una red subterránea oculta como las catacumbas de París

Bajo tierra, en la capital, se encuentra una red de cavidades ocultas y sin conservar, la mayor parte derruidos

El túnel secreto de Madrid con el que José Bonaparte conectó dos lugares históricos

Visita a las cuevas de curtidores escondidas en un patio en la calle Calatrava 4, en Madrid

Visita a las cuevas de curtidores escondidas en un patio en la calle Calatrava 4, en Madrid / Alba Vigaray

Gabriel Santamarina

Gabriel Santamarina

Las catacumbas de París son consideradas el mayor cementerio de Europa, con más de seis millones de esqueletos humanos en su red de túneles. Las de Roma, fueron durante años el lugar de sepultura de importantes figuras del Cristianismo, como San Pablo y San Pedro. O las de Odesa, en Ucrania, con más de 2.500 kilómetros de pasadizos, que sirvieron de resistencia a las tropas soviéticas durante la invasión nazi, son algunas de las decenas de redes bajo tierra que existen en Europa. Madrid no es una excepción. En el subterráneo de su zona más noble, en el centro de la antigua villa, cuenta con una red de cavidades excavadas, cuyo uso y conservación es prácticamente inexistente.

El número cuatro de la calle Calatrava, en el barrio de La Latina, es una excepción. Aquí, una familia noble de la época contaba con un viejo edificio, que ya figuraba en el primer plano de detalle de la ciudad de Madrid, trazado por Pedro Teixeira en 1656. Tras ir pasando de generación en generación, finalmente, en 1775, su entonces propietario, Francisco Orejudo y Muñoz, donó el inmueble a la orden de los franciscanos. En 2017, la promotora Dazia Capital adquirió el edificio a la Venerable Orden Tercera de San Francisco de Asís, su último dueño. La operación tuvo sus complicaciones, ya que requirió la autorización de la mismísima Santa Sede y el propio Pontífice, el Papa Francisco.

Al comenzar su rehabilitación para convertirlo en apartamentos en alquiler de 'alto standing', la promotora descubrió que allí se alojaba una de las entradas a los túneles de Madrid. "Nos enteramos la primera vez que fuimos a ver el edificio. Cuando entramos, estaba en ruinas, a pesar de estar protegido. La visita fue de las más curiosas que he vivido. Entramos y nos encontramos todo apuntalado y con escombros. Después salimos al jardín, que tenía el encanto de la vegetación salvaje y ahí estaba, la entrada a los túneles. No esperábamos ver las cuevas. Bajamos con las linternas, como pudimos", explica Leticia Pérez, directora general de Dazia.

Detalle de una arconada de los túneles que discurren por el subterráneo de Madrid

Detalle de una arconada de los túneles que discurren por el subterráneo de Madrid / Alba Vigaray

La directiva explica cuáles fueron alguno de los usos que los antiguos residentes del edificio hacían de los túneles: "El origen de las galerías de Calatrava es el de almacenamiento de alimentos. Esta teoría está claramente justificada con el uso que tuvieron, pero no justifica la totalidad de su construcción, puesto que se nota que están divididas en dos zonas. La más cercana a la fachada es pasante por el edificio, es decir forma parte de una red de galerías mayor, lo que hace pensar que eran conductos o pasajes que comunicaban zonas de la ciudad. En su origen podría conectar varias casas nobles con el palacio real o con salidas de la ciudad en la zona del Río Manzanares".

Por otro lado, la zona más cercana al patio central, donde está el acceso a los túneles, se construyó con otro fin. "Era un almacén para alimentos, vino o aceite: hay varias piletas para almacenar carnes, tripas y otros elementos necesarios, ya que en una de las paredes pone escrito "culares de cerdo", por lo que se entiende que esas piletas estaban destinadas a la limpieza y tratamiento con sal y limón de las tripas culares para la realización de embutidos. Además, como durante años fue propiedad de una orden religiosa, tiene sentido que necesitaran espacio por dos motivos: primero, porque cobraban los diezmos de las cosechas y, segundo, para almacenar productos que después repartían entre la beneficencia. Cabe reseñar que, aunque se usase como carnicería, la diferencia de altura, el no recubrimiento de cemento de las paredes y la irregularidad estructural indican su fecha de construcción sea aún más antigua, a pesar de que su mal estado de conservación, más deteriorado por las filtraciones de agua", explica Leticia Pérez.

Las paredes de los túneles, tal y como se conservan, son en ladrillo antiguo y los techos son arcos de medio punto. La humedad en el lugar es altísima, tanto que, a pesar de que la promotora los electrificó para iluminarlos, la luz dura poco encendida hasta que se interrumpe el suministro automáticamente por seguridad.

Una vez la promotora inició con la rehabilitación del edificio, también renovaron el acceso a los túneles como una forma de conservar el patrimonio de la ciudad. "Pensamos en darle algún uso, pero al ser muy estrechos y estar muy acotado se antoja difícil. Lo adecuamos hasta donde llegaba el perímetro del edificio, donde estaba derruido, donde instalamos rejas", señala. Este no fue el primer contacto de Leticia Pérez con los pasadizos que cubren el subterráneo de la capital. "Conocí la existencia de la red de túneles de Madrid hace 15 años, en una visita a un local comercial en la calle Fuencarral. Ahí, en el subterráneo, ese local tenía una entrada tapiada a la red de cuevas", relata.

El origen de los túneles

La fecha de construcción y los usos que se les daba a estos túneles y otros que se pusieron en marcha son difusos. Entre la rumorología destaca que eran usados por la nobleza y la familia real para acudir a actividades lúdicas, como el teatro, o hacer visitas de cuestionada reputación. Otras fuentes destacan su fin militar de cara a proteger la antigua villa de un potencial ataque enemigo y como red de distribución de agua. Ninguna fuente habla de un uso funerario, como sí ocurre en redes similares de otras ciudades de Europa, en París o Roma.

Son escasos los pasadizos que están documentados. Uno de ellos es el Pasadizo de la Encarnación, hoy desaparecido, que conectaba el Real Alcázar de Madrid con el convento de la Encarnación, cuyos restos fueron descubiertos durante la remodelación de la Plaza de Oriente. Fue mandado construir Margarita de Austria, mujer de Felipe III, en el siglo XVI para acudir a la celebración de los ritos cristianos. Aquí, en 1712, el monarca instaló la Biblioteca Real (antecesora de la actual Biblioteca Nacional de España). En 1809, según los documentos publicados por la BNE, toda la Biblioteca Real fue trasladada al Convento de los Trinitarios Descalzos, en la zona de Atocha.

La cueva de Calatrava, 4 se utilizada para secar pieles y curtir cuero

La cueva de Calatrava, 4 se utilizaba para secar pieles y cuero, como túnel pasante y como lugar de almacenaje / Alba Vigaray

Hay referencias también de algunos de viejos túneles, que datan del siglo XV. Cristina Agüero Carnerero, del Departamento de Historia del Arte de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), resalta, en uno de sus trabajos, que el duque de Albuquerque mando construir un pasadizo para que su mujer, Ana Enríquez de Cabrera, hija del IX almirante Juan Alfonso Enríquez de Cabrera y de Victoria Colonna, pudiera acceder a las casas de su madre.