LA VIDA CONTIGO

Mónica Cervera, o una de tantas artistas españolas que pasaron de tocar cielo a verse viviendo en la calle

Antes de hacerse con el elogio de la crítica y del público, la actriz, que nació en Sevilla pero se crio en Marbella, se ganó las habichuelas como pudo

La actriz Mónica Cervera.

La actriz Mónica Cervera. / EFE (ARCHIVO)

“La fama está en los ojos del que la mira. Tú eres el que hace que alguien esté ahí o no”. De esa forma respondía Mónica Cervera cuando un seguidor suyo le preguntó cómo era el mundo del famoseo por dentro. En ese momento, la intérprete disfrutaba orgullosa de su condición de nominada al Goya a mejor actriz revelación por Crimen Ferpecto, una comedia negra de Álex de la Iglesia. En la película, una de las más taquilleras del año 2004, Mónica se metía en la piel de Lourdes, una dependienta obsesiva y poco agraciada físicamente que no duda en chantajear a un compañero de trabajo (Guillermo Toledo) que acaba de cometer un crimen para que se convierta en su amante, marido y esclavo. “Me encanta el personaje de Lourdes y no me siento nada a disgusto sacando mi lado más desagradable", contó al respecto. “Además, siento un gran cariño por la gente un poco más desvalida o socialmente menos aceptada”.

Antes de hacerse con el elogio de la crítica y del público, la actriz, que nació en Sevilla pero se crio en Marbella, se ganó las habichuelas como pudo. Ella misma ha contado que alguna vez ejerció de camarera, vendió seguros, sirvió hamburguesas, y hasta trabajó en un karaoke. Su primera oportunidad en el cine llegó en 1999, cuando Ramón Salazar la convirtió en protagonista de su cortometraje Hongos, pero en realidad fue en los primeros años del nuevo milenio cuando su rostro empezó a ser famoso, gracias a la serie Manos a la obra y a los largometrajes Piedras (2002) y Octavia (2002). A pesar de que el Goya al que optaba por Crimen Ferpecto fue a parar finalmente a manos de Belén Rueda, daba la sensación de que a Mónica le esperaba un futuro prometedor en la actuación, un mundillo tan inestable como azaroso. 

Pero las cosas no salieron finalmente como esperaba, y su teléfono dejó de sonar más pronto que tarde. No en vano, después de participar en tres episodios de La que se avecina emitidos entre 2013 y 2016, la actriz desapareció por completo del foco. No está del todo claro si lo suyo obedece a una decisión consciente, pero hace poco la redactora de una revista del colorín contó que Mónica vive hoy en la indigencia, durmiendo a la intemperie en un parque marbellí, y que no quiere saber nada de su pasado en el mundo de la farándula. "Me tienen que respetar. Quiero que me dejen en paz y vivir como yo he elegido vivir", le comentó la propia actriz, que también habría dicho que se ha puesto en contacto con Bienestar Social para que “me den una estabilidad”.

El caso de Nadiuska

Su caso guarda un cierto paralelismo con el de Nadiuska, considerada una de las principales estrellas del cine de destape. De madre polaca y padre ruso, la actriz rodó 30 películas en menos de diez años y protagonizó decenas de portadas de revista en los años de la transición. Fue Damián Rabal, hermano del actor Paco Rabal y uno de los representantes más importantes de la época, quien más provecho le sacó a su exótica belleza. De hecho, el madrileño llegó a controlar por completo su vida y su carrera. Entre otras cosas, le prohibió rechazar cualquier proyecto que le ofrecieran y la obligó a dar la imagen de estrella inalcanzable —Nadiuska se tuvo que comprar pieles y joyas caras, no podía salir con nadie, ni ver a su familia o ir al supermercado...—. 

Nadiuska.

Nadiuska. / ARCHIVO

Además, para que pudiera obtener de forma rápida la nacionalidad española, Rabal le organizó una boda de conveniencia con un oligofrénico. Cuando la revista Diez Minutos desveló el engaño, su matrimonio fue anulado y el prestigio de Nadiuska empezó a verse dañado. Cuando comenzaba a despuntar en el extranjero, la actriz se cansó de su representante —que también fue su amante durante un tiempo— y lo mandó a paseo. Él le advirtió entonces de que pensaba hacerle la vida imposible. "Era una paleta mal vestida. Para fabricar una estrella hace falta tiempo e inventar mentiras", comentó luego, despechado.

Se dice que Rabal hizo valer su influencia en el sector para conseguir que productores y directores dejaran poco a poco de contar con su antigua representada. Durante la década de los 80, con el cine del destape de capa caída, Nadiuska buscó trabajo en coproducciones con estudios extranjeros e invirtió parte de sus ahorros en algunos negocios que no terminaron de despegar. Con la economía mermada por la falta de ingresos, se convirtió al catolicismo y concedió algunas entrevistas televisivas donde ya empezaba a notarse que no estaba pasando por su mejor momento físico y anímico. A finales de los noventa volvió al cine para rodar las que serían sus dos últimas películas: Condemor II (1997), coprotagonizada por Chiquito de la Calzada, y Las dudas de Judas y María Magdalena, que no llegó a estrenarse.

Al poco vieron la luz unas imágenes donde Nadiuska aparecía demacrada y deambulando por las calles de Madrid. Fue entonces cuando la propia artista reconoció que llevaba una vida algo penosa y empezó a contarles a los periodistas que había sido novia de Juan Carlos I (cuentan que el emérito la sustituyó por Bárbara Rey) y que, por ese motivo, era una mujer vigilada y amenazada de muerte. En la serie El enigma Nadiuska se muestra cómo, después de haber llegado a ocupar un ático en el Paseo del Prado, la actriz se vio desahuciada por impago de alquiler, durmió más de una noche a la puerta del cine Lope de Vega, y lidió con graves problemas de salud mental que la llevaron incluso a pasar unos días ingresada en un hospital psiquiátrico. Durante varios años se le perdió la pista, y hoy día vive tutelada e interna en el Complejo Asistencial Benito Menni, ubicado en Ciempozuelos.

Tina de 'Las Grecas'

También tuvo un triste final Tina Muñoz, componente con su hermana Carmela de Las Grecas, que revolucionaron el panorama musical español fusionando el flamenco y el rock. Empezaron trabajando en Los Canasteros, hasta que Lola Flores las contrató por el triple de lo que les pagaba Manolo Caracol para actuar en su tablao flamenco privado. Su primer disco-single, compuesto por las canciones Te estoy amando locamente y Amma Immi, alcanzó en 1973 el número uno de las listas de ventas y, sin apenas promoción, despachó más de medio millón de copias. Después de lanzar su primer elepé, titulado Gipsy Rock (1974), grabaron con CBS tres discos más, pero ninguno de ellos hizo tanto ruido como el primero. 

Cuando dejaron de recibir ofertas para actuar y grabar, las hermanas decidieron despedir a su prepotente mánager —con el tiempo se enteraron de que no solo las había estafado, sino que también había conseguido boicotearlas—. Tras la disolución del dúo musical en 1979, sus integrantes retornaron a la vida sencilla y anodina que tenían antes de hacerse famosas, y al poco comenzaron su particular descenso a los infiernos, del que a menudo fue testigo la prensa del corazón. A Tina, por ejemplo, le diagnosticaron una esquizofrenia paranoide que se vio acelerada por su adicción a las drogas. Luego se descubrió que esa situación la obligó a dar en adopción —y a dejar a cargo de familiares— a sus cinco hijas, fruto de tres relaciones sentimentales que también afectaron a su estabilidad emocional.

Al cabo de un tiempo, Tina fue vista mendigando por las calles de Madrid. “La enfermedad de Tina la hacía odiar a las personas que más quería. En los momentos de lucidez, ella misma ingresaba en un hospital, porque quería estar bien. Luego, cuando tenía una crisis, no comprendía por qué tenía que permanecer en una clínica”, contó su hermana Carmela, que afrontó como pudo los gastos de los centros psiquiátricos por los que pasó, y en 1994 tuvo la idea de rehacer Las Grecas con una conocida, Alicia Robledo 'Malicia', para poder seguir ayudándola. Sirvió de poco: en enero de 1995, con 37 años, Tina murió en un centro de acogida de Aranjuez por complicaciones derivadas del sida.

La presentadora Sonia Martínez

Esa misma enfermedad dio al traste con las esperanzas de recuperación de Sonia Martínez. La actriz y presentadora de televisión gozó de mucha fama en toda España en la década de los 80 gracias a los programas infantiles 3,2,1… contacto y Dabadabadá. Su declive comenzó en 1986, cuando la publicación de unas fotos suyas en topless provocó que los directivos de TVE la despidieran, al considerar que ya no era apta para su puesto en un programa infantil. Aunque después de pleitear para defender sus derechos consiguió un nuevo contrato, ya nada volvió a ser lo mismo para Sonia, que cayó en una espiral de drogas, excesos y depresiones. 

En 1991, meses después de ser diagnosticada de VIH, tuvo a su hija Yaiza, quien nació con anticuerpos y terminó en un centro tutelar de menores. Por desgracia, el desconocimiento y el estigma de aquella enfermedad hizo que a Sonia se le cerraran todas las puertas. Todas menos las de ciertos programas de televisión que le dieron algo de dinero a cambio de contar los pormenores de su descenso a los infiernos. Al final, la presentadora se vio sin techo, sin amigos y sin familia, teniendo que prostituirse en la Casa de Campo para poder costear sus adicciones. Contaba 30 años cuando falleció en un hospital madrileño a causa de un fallo multiorgánico.