LA RESISTENCIA UCRANIANA

A la guerra con nervios y kalashnikovs: civiles armados se organizan para resistir en Ucrania

Civiles armados se organizan en unidades de autodefensa regionales para garantizar el orden público y proteger los lugares estratégicos

"Haremos todo lo posible para defender a nuestro país", explica a un coronel encargado de la región de Obujiv

Una calle de la población de Bucha, cerca de Kiev, destrozada por vehículos armados rusos.

Una calle de la población de Bucha, cerca de Kiev, destrozada por vehículos armados rusos. / AFP

Irene Savio

En los pueblos rurales al sur del distrito de Kiev, el ruido de un coche que no para en un 'checkpoint' suena a disparos perdidos. Las balas ya han acribillado las casas de algunos vecinos. Con los rusos a menos de un centenar de kilómetros y los misiles cayendo cerca, la gente del campo también ha aprendido a vivir al filo de la navaja sin quebrarse. Los hay que han huido, pero otros se han quedado y están desprovistos de los medios de la resistencia en las grandes ciudades. Defendiéndose como pueden, algunos armados con kalashnikovs, chalecos antibalas y cascos, otros solo escudados por navajas, fusiles de caza o sus cuerpos, en barricadas improvisadas que huelen a madera quemada. Una marea de centenares de nerviosos voluntarios están de guardia día y noche, mientras el Ejército ucraniano lucha en la primera línea de la guerra de Rusia en Ucrania.

El coronel Alexsandr, jefe de la Administración Militar Regional de Obujiv, que antes de la guerra era político y tenía un puesto en la administración pública, está al cargo de estas autodefensas regionales de civiles armados que se llaman a sí mismas Unidades Territoriales de Defensa. Estas unidades también operan en otras partes del país. Es un hombre alto y de voz calmada, al que todos los presentes obedecen y pocos ponen en duda, y lo primero que pregunta -cuando finalmente logramos que uno de sus subordinados nos organice un encuentro- es cuánto durará la conversación.

"Sabe, no puedo quedarme mucho rato en el mismo lugar por cuestiones de seguridad", dice, rodeado por cuatro milicianos de diferentes edades, antes de añadir que tampoco quiere que escribamos su apellido. "No, no tengo miedo de morir. Somos hombres y haremos todo lo posible para defender a nuestro país", aclara después con voz monótona y cansada. Mientras, una hilera de automóviles avanza lentamente por uno de los tantos puestos de control que hay en las entradas y salidas de Obujiv, pueblo situado a 43 kilómetros de la capital.

"Contra toda Europa"

Según el coronel, la guerra de Rusia no solo es contra Ucrania "sino contra toda Europa", "que quede claro". Explica que ellos ahora son esa retaguardia que debe garantizar el orden público en la región y ayudar a proteger los lugares estratégicos que hay en los alrededores, como la cercana central de papel y la planta eléctrica regional. "¿Dormir? Dormir es de débiles y nosotros estamos en guerra", asegura, cuando de repente los ojos se le van a una alerta que le acaba de llegar en teléfono y un miliciano aprovecha el momento para gritar "slava Ukraina", la expresión nacionalista con la cual cada vez más los ucranianos se saludan entre sí.

El hombre, que está al lado de otro que tiene un lanzagranadas en la mano y habla un mejor inglés que el coronel, explica entonces que debido a la situación también se ha establecido una especie de manual para los interrogatorios a las personas que quieren entrar y salir de la ciudad. "Eso incluye pedir a aquellos que llegan que pronuncien 'palianiza'", que significa pan en ucraniano. Según ellos, los rusos no la saben pronunciar correctamente. "Ni los rusos ni los extranjeros", termina diciendo riéndose, mientras otro miliciano, menos amistoso y que se presenta como el 'sheriff', observa con sospecha a los extranjeros. "¿No estará retransmitiendo estas imágenes por satélite, verdad?", interroga, frunciendo el ceño y repitiendo dos veces la pregunta.

No son los únicos a los que los acontecimientos de la última semana han hecho que la vida de antes sea irreconocible. Andrei, que hace hace pocos días era inspector de impuestos y vivía con su familia, es otro de los que se han alistado. Desde entonces pasa a sus días durmiendo en un hotel, despertándose a las seis de la mañana y haciendo turnos de hasta 14 horas en los 'checkpoints'. Allí su tarea es controlar que el resto haga bien su trabajo. Por las noches ameniza la desazón con el alcohol que consigue en el pueblo y charlando con las chicas que se cruza.

Conflicto psicológico

Lo que más apesadumbrado le tiene es el conflicto psicológico que la guerra le está provocando. "¿Cuál es el problema? Quieren matarme a mí, a mi familia, a mis amigos y nos quieren despojar de una parte importante de mi país", explica. "Pero también es cierto que esto es muy duro para mí. Mi papá nació en Rusia, mi mamá, en Bielorrusia. Y conozco a mucha gente en Rusia, gente buena. Es (el presidente ruso, Vladímir) Putin quien quiere la guerra", añade. "Qué triste, ¿verdad?".