Opinión | A POR UVAS

Se están cargando el fútbol y se lo estamos consintiendo

En el último lustro, el reglamento del fútbol ha experimentado más cambios de los que había sufrido en las tres décadas anteriores. Y ninguno mejora el espectáculo. Más bien al contrario

Un árbitro consulta el monitor del VAR.

Un árbitro consulta el monitor del VAR. / Efe

Por si no les apetece leer este ejercicio de desahogo hasta el final, su contenido lo sintetizaba con su excelente pluma José Sámano hace unos días en este mismo periódico, a cuenta del disfuncional VAR que padecemos: "El fútbol español, o lo que demonios sea hoy, es toda una trapisonda. El personal contempla tan turbado como airado la peor campaña arbitral que se recuerda. Cada jornada es peor que la anterior. Ni los árbitros entienden a los árbitros. Un sindiós". Y añadía con tino: "No hay rastro de aquel fútbol que con una simple docena de reglas se convirtió en un fenómeno universal".

Si les apetece seguir leyendo, les contaré que, en efecto, se están cargando el fútbol. Y no solo eso, sino que lo estamos consintiendo como si fuera bueno para nosotros, los aficionados. La de la tarjeta azul es la última ocurrencia de las muchas que, en los últimos años, están contribuyendo a que el fútbol sea cada día más complejo de consumir y entender, más tedioso, más aburrido, más impersonal.

En los cinco últimos años se están introduciendo y proponiendo más modificaciones que en varias décadas anteriores. Veamos. Los cinco cambios se introdujeron durante la pandemia para paliar los efectos físicos sobre los futbolistas que exigió comprimir en unas pocas semanas el calendario previsto para los meses en que el mundo se quedó confinado. Lo que era una medida provisional se acabó imponiendo como fija y hasta la Premier League, que de entrada no quiso aplicarla, se vio arrastrada por la tendencia. ¿Se ve mejor fútbol ahora que antes? No lo creo. Pero estoy seguro de que es más difícil de seguir: uno ya no sabe ni cuántos cambios ha hecho su equipo ni cuántas ventanas le quedan a su entrenador por gastar.

¿Quién quiere justicia en el fútbol?

El VAR se instauró bajo una supuesta premisa de hacer el fútbol más justo, pues los que gobiernan el fútbol nos intentaron convencer (y lo consiguieron), por sus intereses económicos, de que la justicia era un valor en una actividad de mero ocio, que es lo que supone el fútbol para quienes lo consumen. Cuando vamos al cine, queremos una buena película, nos da igual que en ella se imparta justicia o no. El pacto implícito entre el fútbol y el aficionado nunca fue que el árbitro fuera justo, sino que fuera honrado, que pitara lo que viera. Y que, como ser humano, pudiera cometer fallos, como el delantero puede rematar fuera estando a medio metro de una portería vacía.

Pero más allá de este planteamiento filosófico del rol que ha de ejercer un árbitro, que reconozco altamente discutible, en lo que convendremos es en que el VAR ha hecho del fútbol un espectáculo más aburrido y desprovisto de espontaneidad. Ahora celebras un gol de tu equipo, sabiendo que unos segundos (o varios minutos) después te pueden decir que has sido engañado, porque el gol no valía.

La adrenalina se sustituye por una larga espera hasta que un señor, a kilómetros de distancia, traza de aquella manera unas líneas imaginarias que acaban determinando que la rótula derecha del delantero supera por milímetros las coordenadas geográficas de la escápula izquierda del defensa.

Nadie sabe nada

¿En qué momento consentimos como aceptable semejante barbaridad, ese constante anticlímax, en el nombre de una presunta justicia? El fútbol se hizo grande porque hasta el niño más pequeño lo podía entender. Ahora hay que estudiar un máster para saber qué es mano, qué es fuera de juego y cuántos cambios puede hacer un entrenador en función de las ventanas que haya gastado.

Y no solo eso, sino que entre una cosa (los cinco cambios) y la otra (el VAR), los partidos de fútbol son cada vez más largos. Mientras en muchos despachos de la industria se reconoce la preocupación por los hábitos de consumo digitales de las nuevas generaciones, mucho más proclives a ver un puñado de vídeos de unos segundos sobre acciones del partido que a tragarse partidos enteros, las nuevas reglas de este deporte alargan todavía más los duelos. No parece tener demasiado sentido.

Los cinco cambios contribuyen asimismo a una menor identificación de los aficionados con sus equipos. No nos remontemos a las épocas en las que siempre jugaban los mismos 11 y las alineaciones se recitaban de memoria, no hace falta. Pero donde antes había que aprenderse un máximo 15 nombres de jugadores más o menos habituales, ahora la lista puede acercarse a la treintena al final de la temporada.

Relacionado con lo anterior, el imparable aumento de las competiciones que se juegan también genera, en opinión de quien esto escribe, un efecto contraproducente. Uno ya no sabe de qué va eso de la Conference League, si mi equipo irá a la próxima Champions si queda cuarto, cada cuánto se disputa y cuál es el valor de la Nations League o si habrá un ‘Megamundial’ de clubes este año o el que viene.

Y ahora, la tarjeta azul

La tarjeta azul, esa que va a probarse ahora para castigar con una expulsión de 10 minutos protestas a los árbitros y faltas tácticas (determinar cuáles lo son y cuáles no requerirá otro máster) es la última 'ideaca' de quienes parecen decididos a cargarse el fútbol. Un nuevo enredo que en nada mejorará el espectáculo.

Esto del fútbol, en calidad de espectáculo, va de héroes y villanos. A mí no me molesta que un jugador de un equipo que no me gusta proteste al árbitro y se vaya de rositas o que uno de los míos se encare con un rival y le desafíe. Es gasolina para mi pasión. Si quisiera ver inocencia y nobleza con un balón me iría cada sábado a ver partidos de benjamines. Si voy a un estadio o enciendo la televisión el domingo por la tarde quiero adrenalina, quiero conflicto, quiero héroes y antihéroes, quiero un puntito de frustración de vez en cuando y quiero celebrar un gol como un loco sabiendo que no hay marcha atrás. Y todo eso se lo están cargando.

PD: Me había prometido a mí mismo no meter ningún taco en todo el texto. Lo he conseguido. Me he librado de la tarjeta azul.