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Stéphane Breitwieser, el mayor ladrón de arte de la historia reciente: "Es un criminal egoísta y arrogante"

El periodista Michael Finkel relata en 'El ladrón de arte la vida' las hazañas, motivos y contradicciones que le llevaron a armar su particular colección

Stéphane Breitwieser y algunas de las obras que robó.

Stéphane Breitwieser y algunas de las obras que robó. / EPE

Durante casi un lustro, la buhardilla de una anodina casa de la localidad francesa de Mulhouse albergó una de las más fabulosas colecciones de arte en manos privadas del mundo. El hecho ni siquiera era conocido por la propietaria de la vivienda, Marielle Stengel, quien la compartía con su hijo Stéphane y con la novia de este, Anne-Catherine. Durante años, la pareja de enamorados se había dedicado a acumular un centenar de piezas entre las que se encontraban esculturas, armas antiguas, piezas de cerámica, de plata, instrumentos musicales, jarrones e incluso lienzos y tablas que, con todo el aplomo y tranquilidad del mundo, Stéphane llevaba a enmarcar la tienda de marcos del pueblo. A pesar de que el responsable del comercio era una persona conocedora de la historia del arte, nunca reparó en el valor de las piezas, algunas de las cuales estaban firmadas por grandes maestros. Mucho menos imaginaba que esas piezas de, por ejemplo Pieter Brueghel el Joven, Lucas Cranach el Viejo o Christian Wilheim Dietrich, habían sido sustraídas de diferentes museos de Francia y países vecinos como Dinamarca, Alemania, Austria, Bélgica, Países Bajos y Suiza, donde Stéphane sería detenido por primera vez cuando salía de una galería de arte con un bodegón de Willem van Aelst bajo el brazo.

A partir de entonces, Stéphane Breitwieser, el enamorado del arte que había demostrado su extrema habilidad para sustraer sin ser notado aquellas obras que más le fascinaban de museos a plena luz del día, comenzó a cometer una serie de torpezas que acabaron provocando su detención definitiva. Sin embargo, cuando la policía se personó en la buhardilla para intervenir todas las piezas, se encontraron con una habitación diáfana, que había sido pintada recientemente y en la que, salvo una cama con dosel, no había rastro de objeto alguno. Enterada por fin de las actividades de su hijo, Marielle Stengel se encargó de hacer desaparecer todas las pruebas, arrojó cientos de piezas al Rin y quemo decenas de lienzos en el vano de un bosque. Si bien algunos objetos pudieron ser rescatados de las aguas, a día de hoy, más de medio centenar de obras siguen en paradero desconocido.

"Hace 10 años leí una noticia breve sobre Stéphane Breitwieser en la edición online de un periódico francés e, inmediatamente, sentí que tenía que saber más sobre esta historia", recuerda el escritor estadounidense Michael Finkel, que quedó fascinado por la vida, los motivos y el modus operandi del ladrón. "Fuera de tiempos de guerra, Breitwieser, acompañado de su novia, Anne-Catherine Kleinklaus, cometió más robos en museos que cualquier otra banda criminal en la historia. A esto se suma el modo en que cometió los robos: siempre de forma no violenta, durante el horario de apertura del museo y, a veces, mientras un guardia de seguridad estaba en la sala. Por si no fuera suficiente, el motivo por el que Breitwieser robaba no era por dinero sino, según declaró, por amor al arte".

El escritor Michael Finkel.

El escritor Michael Finkel. / Doug Loneman

¿Un delicuente común?

Empeñado en conocer más de la historia de Breitwieser, Finkel comenzó a recopilar cualquier información relacionada con la vida y las hazañas del ladrón, hasta el punto de solicitar una entrevista con él para conocer mejor su historia y motivaciones. Un encuentro que acabó dando lugar al libro El ladrón de arte, recientemente publicado en España por Taurus. "Soy el primer periodista estadounidense con el que ha hablado Breitwieser. De hecho, creo que el hecho de no ser francés me ayudó a conseguir la entrevista, porque estaba muy frustrado por la forma en que los medios franceses lo retrataban: como un ladrón común, más que como un caso especial, un coleccionista de arte obsesionado con la belleza que utilizaba métodos ilegales para acumular sus preciadas obras".

El amor al arte y su sensibilidad ante la belleza fueron dos de los argumentos que Breitwieser esgrimió ante la policía y los jueces para justificar sus acciones. Según recoge Finkel en El ladrón de arte, Breitwieser despreciaba a aquellos delincuentes que, para hacerse con una pieza, rasgaban el lienzo o mutilaban una escultura deteriorándolos de por vida. Tampoco le resultaba aceptable tener piezas incompletas, como demuestra que, en más de una ocasión, regresase al lugar del crimen para llevarse la parte faltante. Por ejemplo, la tapa de una jarra que había olvidado en un primer robo. Una actitud impropia de un delincuente común que ha desconcertado a policías, jueces y psicólogos.

Creo que es un verdadero amante del arte y que se enamoró de la mayoría de las piezas que robó. Este sentimiento es apoyado por muchos de los psicólogos y agentes de policía"

Michael Finkel

— Autor de 'El ladrón de arte'

"Creo firmemente que es un verdadero amante del arte y que se enamoró de la mayoría de las piezas que robó. Este sentimiento es apoyado por muchos de los psicólogos con los que habló Breitwieser, e incluso por algunos de los agentes de policía que ayudaron a obtener sus confesiones. Además, recorrí varios museos de arte con él y comprobé de primera mano lo obsesionado que podía llegar a estar ante una obra de arte que lo atraía", explica Finkel que, si bien reconoce que Breitwieser "es un criminal egoísta y arrogante" que "disfruta contando la historia de su vida hasta el punto de estar orgulloso de haber realizado tantos atracos sin ser atrapado", también destaca que "una de las razones por las que pudo ser un ladrón tan exitoso es que no necesitaba reconocimiento público por sus extraordinarios delitos. Compartir sus tesoros con Anne-Catherine Kleinklaus fue todo el reconocimiento que necesitaba. Eso es lo que le permitió mantenerlos en absoluto secreto durante un tiempo extraordinariamente largo".

Reconducir su vida

Otra de las particularidades de los robos de Breitwieser es que fueron realizados en museos de titularidad pública, algunas galerías de arte y determinadas casas de subastas. En ninguna ocasión intentó apropiarse de piezas que estuvieran en colecciones privadas o casas particulares. Una decisión que, de nuevo, confundió a investigadores y psicólogos. "Creo que fue una forma de engañarse a sí mismo. Creía que si robaba solo a instituciones públicas, a marchantes de arte, casas de subastas e iglesias, de alguna manera sus crímenes no tendrían víctimas, a diferencia de lo que, pensaba, le hubiera sucedido si robaba en casas particulares. Stéphane Breitwieser es una persona que no es capaz de entender que sus acciones egoístas privaron de obras de arte a todos los que aman los museos y respetan el arte. De hecho, lejos de carecer de víctimas, sus crímenes tuvieron como víctimas a toda la población".

Después de ser capturado, Stéphane Breitwieser intentó reconducir su vida ofreciéndose a los museos como asesor de seguridad. Quién mejor que él para revisar detalles como la ubicación de las cámaras de circuito cerrado, las vías de huida o formar a los vigilantes de sala, pensaba. No obstante, mientras hacía su particular cuento de la lechera convencido de su talento delictivo, no reparó en los vigilantes de paisano que controlaban una de las tiendas del aeropuerto el día que decidió llevarse unas cuantas prendas de ropa sin pagar. Detenido y convertido en el hazmerreír de los profesionales de la seguridad privada, Breitwieser pasó de ser un audaz ladrón a un delincuente común e imprudente.

'El ladrón de arte', de Michael Finkel.

'El ladrón de arte', de Michael Finkel. / Taurus

"Me reencontré con Breitwieser en marzo de 2023 con motivo de su juicio y mi sensación es que no creo que sea capaz de llevar una vida normal alejado de la delincuencia. Posiblemente sea una persona ideal para convertirse en consultor de seguridad de un museo, o incluso para ser profesor de historia del arte, pero dudo que, a estas alturas, alguna institución esté dispuesta a contratarlo", aventura Finkel, que sigue intrigado por el paradero de aquellos objetos de sus robos que, a día de hoy, aún no han aparecido. "Creo que todas las pinturas fueron efectivamente quemadas. Pero faltan otros objetos. En particular varias docenas de obras en plata, que podrían descubrirse en el futuro. De hecho, estoy trabajando en un nuevo proyecto que intenta localizar algunas de esas piezas perdidas. Espero tener novedades sobre esta búsqueda dentro de aproximadamente un año. Manténganse al tanto".

'El ladrón de arte'

Michael Finkel

Taurus

264 páginas

19,85 euros