FESTIVAL DANSA VALÈNCIA

La bailarina Patricia Caballero estrena 'Ágape', una reflexión sobre lo que está vivo y se comparte

Coreógrafa y directora además de intérprete, la gaditana fue la directora de dos obras clave del bailaor Israel Galván. "La industria se está comiendo a los artistas. El artista debería ser un visionario, ir por delante de la sociedad"

Beñat Achary, Raúl Cantizano y Patricia Caballero durante el estreno de 'Ágape' en Dansa València

Beñat Achary, Raúl Cantizano y Patricia Caballero durante el estreno de 'Ágape' en Dansa València / DANSA VALÈNCIA

Ángeles Castellano

Ángeles Castellano

Cuatro años ha tardado la bailarina y coreógrafa Patricia Caballero (Cádiz, 1987) en "destilar", de acuerdo a sus propias palabras, su más reciente creación, Ágape, estrenada este jueves en el Teatre El Musical en el marco del festival de danza contemporánea Dansa València. Lo ha hecho junto a los músicos Raúl Cantizano y Beñat Achiary, con Julia Valencia como directora de arte, en un montaje que pretende reflexionar sobre la pureza, "que no tiene que ver con ninguna tradición, sino con lo que está vivo en nosotros y lo que compartimos en comunidad", explicaba a El Periódico de España unos días antes del estreno en conversación telefónica.

Se trata de un espectáculo poco convencional, de ritmo pausado y acción lenta, en el que el trío que conforman el toque de la guitarra (y zanfoña) de Cantizano, el canto hipnótico y profundo de Achiary y el baile -o no baile- de Caballero se deja respirar y toma su lugar en el escenario de forma natural. Unas cuerdas que caen del techo componen el elemento principal de escenografía, que sirven como atadura de la que librarse en el arranque, como columpio para volar más adelante o como elementos que ponen a bailar a los objetos (una piedra, un círculo de esparto) en el cierre y dan pie al desarrollo de la obra, en la que el baile se repliega ante la voz pero dialoga con la guitarra.

Curtida en la improvisación y la investigación del movimiento y la voz, Caballero presenta una obra en la que lo relevante no es que ocurran cosas, ni que ocurran a una velocidad determinada. "La danza a mí siempre me conectó mucho con lo espiritual y con algo que está mucho más allá de lo que vivimos en lo cotidiano", reflexiona. La tensión que genera esa espera de ver aparecer el baile es lo que explota en los instantes en los que deja fluir su danza, atravesada por la voz de Achiary, que cuando aparece ocupa la escena y hace replegarse a la danza.

"Es un intento constante de unir todo el rato lo sutil y lo denso, la materia y lo divino, lo rastrero y lo sublime", explicaba Caballero sobre la intención detrás de Ágape. "Esta pieza para mí es como una celebración de los 33 años de relación que tengo con la danza, así que es un renacimiento". Para que sea real, indica, el proceso debe ser largo. "Me doy mucho tiempo entre obra y obra y mientras me dedico a acompañar y formar profesionalmente a otras personas. Me doy mis tiempos para vivir mis cosas tranquilamente, sufrirlas, y cuando tengo algo de verdad que compartir, entonces lo pongo encima de un escenario", resume. Ágape, dice, ha tardado un año en construirse, siguiendo como referencia la alquimia, el destilado. "Veo que la industria se está comiendo a los artistas", añade. "Creo que no se están dando su tiempo y yo pienso que el artista tiene que ser un visionario, ir por delante de la sociedad, no un ratón en la rueda de la industria".

Patricia Caballero y Raúl Cantizano en 'Ágape' durante el estreno en el festival Dansa València.

Patricia Caballero y Raúl Cantizano en 'Ágape' durante el estreno en el festival Dansa València. / DANSA VALÈNCIA

Cuatro años sin estrenar

Tras presentar la obra en Valencia, donde sufrió algunas incidencias técnicas que no alteraron el curso del estreno, ahora Caballero llevará su nueva obra a Sevilla el 1 y 2 de junio, y más adelante, al festival Grec de Barcelona, los días 6 y 7 de julio. El último estreno en el que había participado antes de Ágape, recuerda, fue el de una obra de Mónica Valenciano, en la que acompañó a la artista en su proceso creativo. Después de formarse en danza y artes plásticas y licenciarse en Coreografía e Interpretación de la Danza por el Institut del Teatre de Barcelona, Caballero inició una carrera como bailarina que desde el principio combinó con sus trabajos de investigación y dirección escénica a caballo entre España, México y Portugal. En ese proceso, acompañó y dirigió a otros bailarines: Valenciano, Luz Arcas, Michael Derlatka o Rosa Romero son algunos de ellos.

También a Israel Galván, junto al que trabajó en sus espectáculos Fla.Co.Men (2014) y La fiesta (2017). "Con él pasé unos años de acompañamiento profundo, y esto cambió mi carrera, porque con él entendí lo que era trabajar con un equipo grande". Galván recuerda a Caballero como la persona que hizo que dejara de sufrir en el escenario. Ella lo corrobora y confiesa que el bailaor se refería a ella como su "médico del baile". "Es algo que siempre me he encontrado en los bailaores flamencos, parece que se instalan en la tensión, en el sufrimiento y lo denso, y yo entiendo que el flamenco también puede ser un pajarillo volando tranquilamente y cantando", dice.

Raúl Cantizano, guitarrista que le acompaña en Ágape, procede justamente del flamenco, aunque suele moverse por los márgenes. Y fue esto lo que le llevó a incorporarlo al elenco de su recién estrenada obra. Beñat Achiary, que pone la voz, tiene una extensa trayectoria en la improvisación desde las raíces de la música vasca. Preguntada sobre por qué elegir a dos músicos cercanos a la tradición, ella responde que lo hizo por su idea de la tradición. Cantizano, dice, "entiende la tradición como algo mutable, flexible, que va actualizándose constantemente y que se va creando a medida que los artistas se relacionan con ella".

Patricia Caballero en 'Ágape' durante el estreno en el festival Dansa València

Patricia Caballero en 'Ágape' durante el estreno en el festival Dansa València / JOSÉ JORDÁN / DANSA VALENCIA

No es posible reconocer elementos de la tradición en Ágape, que es una creación rabiosamente contemporánea, en la que el sonido de la guitarra es atonal y juega con otras formas de hacerla sonar, como a partir del ajuste y desajuste de las clavijas -para su afinación- y en la que la voz recorre infinidad de tesituras y formas de hacer el sonido, a veces más cercano al susurro, al grito, y otras al canto operístico. "Mucha gente me considera flamenca, pero no es mi recorrido", dice Caballero, para en seguida añadir: "pero sí es mi sangre. Sí es mi raíz, lo tengo en mí y de alguna forma he encontrado mi forma de relacionarme con el flamenco muy lejos de lo formal".

¿Cree que hay un interés renovado en la tradición en la danza? "Sí, ahí está pasando algo", responde. "Yo creo que toda la crisis que hemos vivido nos ha hecho volver atrás y buscar la tierra, buscar las raíces, buscar la verdad". Y concluye: "Creo que andamos en ese retroceso, en esa búsqueda de los orígenes para actualizarnos desde esa generosidad de recoger la herencia".