DANZA

Mario Bermúdez, el premiado bailarín que triunfó fuera de España y ahora exporta su arte desde un pueblo de Jaén

Marcat Dance, compañía con sede en Vilches, presenta en Madrid su obra 'El Bosque', que ha recibido diferentes galardones

Mario Bermúdez, bailarín y coreógrafo

Mario Bermúdez, bailarín y coreógrafo / Tania Cervian / Marcat Dance

Ángeles Castellano

Ángeles Castellano

Ha recibido el Premio Ojo Crítico de Danza 2023 al mejor bailarín (otorgado por Radio Nacional) en el mismo año que el Premio Max a Mejor intérprete masculino de danza, y su nombre empieza a sonar en las quinielas del Nacional de esta disciplina. Sin embargo, Mario Bermúdez (Vilches, Jaén, 1987), bailarín y coreógrafo de danza contemporánea insiste en que, para él, todos estos reconocimientos no son más importantes que el lleno absoluto durante tres noches del Festival Vildanza, puesto en marcha por él y su compañera (artística y de vida) Catherine Coury en su pueblo natal, de 4.500 habitantes. "La gente del pueblo nos trata con respeto y nos ve en silencio, con una escucha atenta. A veces estar en el circuito de las capitales de la danza no te deja escuchar, ni evolucionar, ni seguir creando, y esto para mí es fundamental", explica.

La carrera de Bermúdez es excepcional. De niño no iba al conservatorio, sino a las pistas deportivas a entrenar atletismo. Se le daba bien el deporte y con 18 años competía a nivel nacional. Una lesión le impidió seguir y descubrió que le gustaba bailar. Se acercó al hip hop. Casi por casualidad llegó a la Escuela de Artes Escénicas de Málaga, y de ahí al Centro Andaluz de Danza, donde, bajo la dirección de Blanca Li, se formó en danza contemporánea y decidió lanzarse como profesional. Después de dos años y de la mano de Jennifer Muller, con 22 años se instaló en Nueva York. Allí sólo estuvo de paso. Su siguiente destino fue Israel. Desde la compañía Batsheva Dance Company, como primer bailarín, recorrió el mundo durante cuatro años, hasta que decidió regresar a España y crear Marcat Dance junto a su compañera (Marcat son las dos primeras sílabas de sus nombres).

Esa sólida carrera no evitó que en 2023 estuviera a punto de tirar la toalla y cambiar de profesión. "Dedicarse a la danza en España es muy complicado. Hay demasiadas carencias", explica en una conversación que tiene lugar en Sevilla, donde en diciembre pasa unos días para ofrecer talleres a estudiantes de conservatorio. A pesar de todo, hace un balance positivo del año que acaba de finalizar. Por un lado, su obra El bosque, estrenada en el Festival Marbella Tododanza en 2022 y que el viernes 12 y el sábado 13 podrá verse en la Sala Cuarta Pared de Madrid, ha obtenido muchos reconocimientos: Premio al Mejor Intérprete masculino de danza en los Max, y Mejor Intérprete Femenina, Mejor espectáculo de danza y Mejor coreografía en los Lorca.

Además, de aquel período de frustración nació también Averno, una pieza oscura inspirada en La Divina Comedia de Dante que estrenó en el Festival Internacional de Danza de Itálica del pasado verano. "Yo estaba viviendo un momento de conocerme desde otro lugar, bastante oscuro, y lo canalicé en esta obra", explica.

Averno es una obra de gran formato, con siete bailarines en escena, mientras que en El Bosque son sólo tres y cuenta con la peculiaridad de incluir música en directo, algo poco habitual en la danza contemporánea. "Queríamos que el bosque fuese algo sonoro, porque a veces en la ciudad hay mucho ruido y no desarrollamos el oído, lo tapamos".

De Vilches a Israel y vuelta

El baile de Bermúdez y Marcat Dance hereda la fisicidad de la Batsheva Dance Company, la principal compañía de danza de Isarel y una de las más importantes del mundo. Fundada hace 60 años por la baronesa Batsheva de Rotschild, ha desarrollado un lenguaje propio a partir de un baile sensual y extravagante entre líneas que se reconocen en la danza clásica y contemporánea, pero condimentado con otras referencias, como las asanas del yoga. Bermúdez llegó a ella desde Nueva York, aunque, explica, el coreógrafo Johan Inger ya predijo que aquel era su lugar años antes, mientras aún estaba en Sevilla. "Era algo que yo tenía ya, esa fisicidad, el entrenamiento... Venía del atletismo y aquello encajaba con mi movimiento", explica.

Entonces, cuando entrenaba y competía como corredor, no podía ni imaginar que una lesión le impediría seguir haciéndolo y que encontraría una vocación en la danza. Con tan sólo 22 años consiguió el trampolín que le lanzaría al mundo, un contrato para trabajar en The Works, con Jennifer Muller, en Nueva York. "Aquel cambio fue traumático", explica Bermúdez sobre aquella experiencia de volar hacia la capital mundial de la danza sin hablar inglés y en un ambiente competitivo al que no estaba acostumbrado. "Yo conocía la competición deportiva, que es contra uno mismo, por mejorar tu marca, pero no esa sensación de querer eliminar al otro para ocupar tu espacio. La cultura americana es demasiado competitiva". Aprovechó el tiempo para aprender todo lo que pudo, pero sabía que su lugar no estaba allí.

En Israel estuvo cuatro años. "Yo creo que si no hubiera sufrido mi lesión nunca habría sido artista, porque yo no tenía referentes en la danza ni en nada parecido", reflexiona. Pero una vez instalado en Nueva York o en Tel Aviv no pensó en volver. "En aquel tiempo, cuando venía en vacaciones, pensaba: yo aquí no me vuelvo ni loco, aquí no hay nada para mí".

En 2016, Mario Bermúdez se instaló en España con su mujer y su hija mayor. Lo hizo, entre otras cuestiones, por el conflicto entre Israel y Palestina. "Es duro", dice. "Vivía con miedo. He estado actuando en un teatro y he tenido que salir del escenario corriendo y refugiarme en un shelter, en un búnker, por un bombardeo. El estómago se me descomponía". La situación, dice, le llegó a provocar ansiedad, mucho más cuando su mujer se quedó emabrazada. "Lo pienso ahora mismo y estoy temblando, porque lo estoy pasando también mal, sufriendo por mis amistades allí y también por las víctimas palestinas. Al fin y al cabo los que sufren y los que pierden siempre son los más inocentes". ¿Cree que esto influye en esa construcción artística tan poderosa que tiene Israel en la danza? "Claro que influye", responde sin dudar. "Ese sufrimiento tiene que salir por algún lugar, al final eso se transmite y se evoca en la danza".

Los bailarines Mario Bermúdez y Catherine Coury, de la compañía Marcat Dance, posan con los tres Premios Max recibidos por su coreografía 'El Bosque'

Los bailarines Mario Bermúdez y Catherine Coury, de la compañía Marcat Dance, posan con los tres Premios Max recibidos por su coreografía 'El Bosque' / José María Reyna / Fundación SGAE

Vilches no fue su primer destino cuando decidió marcharse de Israel. Después de decidir instalarse en España y crear Marcat Dance, Corey y Bermúdez lo intentaron en Madrid, y después en Sevilla, ciudades en las que no contaban con facilidades ni red familiar para poder conciliar su vida profesional con la familia que estaban formando -tienen dos hijas-. "No lográbamos conseguir espacios para crear", cuenta. Ahora no sólo vive en su pueblo, donde tiene su sede Marcat Dance, sino que ha creado un festival de danza contemporánea, Festival Vildanza, y trabaja para crear un espacio de residencia para otros artistas.

Viver en el Jaén rural le aporta tiempo, escucha y conexión. "Un creador necesita tiempo para desarrollar ideas. Pero también escuchar para tomar decisiones, para quitar lo que sobra. Y esto lo encuentro en Vilches, con un público, mis vecinos, que es honesto y directo". Allí puede desarrollarse como creador en mejores condiciones. "Nos ceden el teatro para probar las coreografías, tenemos una nave para crear que ahora queremos transformar en un espacio de creación más amplio para ofrecer residencias... Todo son facilidades".

¿No se siente un bicho raro en Vilches? "Antes sí, ahora no. El pueblo ha cambiado radicalmente", contesta sin dudar.

En Vilches recibía Bermúdez en noviembre la noticia del Premio El Ojo Crítico de Radio Nacional de España de Danza. Según el fallo del jurado, ha sido premiado “por ser un magnífico bailarín y coreógrafo" que ha sabido abrir caminos a nuevos públicos sin perder su esencia. "Su apuesta por crear comunidad se traduce, entre otros aspectos, en el Festival Vildanza". Mientras, trabaja también en una vuelta al origen como coreógrafo. "Los planes pasan por volver un poco al inicio", dice en referencia al dueto que está creando junto a Corey. "Después de siete años no somos los mismos y queremos reencontrarnos, mi visión artística es totalmente distinta y la de ella también".