DANZA

El flamenco comprometido de Ana Morales: "Al público español no le gusta lo nuevo. Le gusta lo que ya conoce"

La bailaora afincada en Sevilla vive un triple estreno con su último trabajo, 'Peculiar', que presenta este lunes en el Grec de Barcelona y en la Bienal de Sevilla

Entiende el género desde la libertad y concibe el arte como un espacio para reflexionar sobre la vida y las relaciones

La bailaora Ana Morales durante el estreno en París de su obra 'Peculiar'

La bailaora Ana Morales durante el estreno en París de su obra 'Peculiar' / ALAIN SCHERER (COMPAÑÍA ANA MORALES)

Ángeles Castellano

Ángeles Castellano

Ana Morales (Barcelona, 1982) es una bailaora peculiar. Peculiar porque hizo el camino inverso al que hicieron durante décadas muchos andaluces: emigrar a Cataluña para encontrar un trabajo y un futuro. Ella, nacida y criada en Barcelona, decidió con 16 años mudarse a Sevilla para buscar un futuro en el flamenco. También es peculiar por su forma de bailar, descrita a menudo como de gran presencia escénica, que mezcla sensualidad y elegancia con un gran dominio de la técnica flamenca y de la danza contemporánea. Peculiar es su propuesta artística: una que pretende apelar, sobre todo, a sus contemporáneos y el público más joven y que, para hacerlo, utiliza el lenguaje natural de su generación, mezclando sobre el escenario música en vivo con sonidos grabados y videocreaciones con su propia puesta en escena y un trabajo especialmente cuidado de dramaturgia. Peculiar es, también, su último espectáculo, no sólo porque así se llama, sino porque, además, va a contar con un triple estreno: el absoluto, en el teatro parisino Grande Halle de La Villete, el pasado mes de junio; el español, en el Festival Grec de Barcelona este lunes 25 y martes 26 de julio y el que hará en la gran cita flamenca: la

Bienal de Flamenco de Sevilla, el próximo 16 de septiembre.

Atiende a

EL PERIÓDICO DE ESPAÑA

desde Sevilla, por videoconferencia, en una entrevista que tiene lugar durante un descanso de sus ensayos. Allí vive, con un perro también peculiar que nació sordo y le pide juegos mientras conversa ("convivo con un animal especial", justifica). Morales se siente de Sevilla, es donde dice ser feliz, aunque nació en Barcelona, donde estudió danza en el conservatorio. Se trasladó a Sevilla becada por la Compañía Andaluza de Danza (actual Ballet Flamenco de Andalucía), entonces dirigida por José Antonio Ruiz (y después por Rafaela Carrasco), y aquella experiencia supuso el germen de una carrera que le llevó primero a trabajar junto a bailaores como de Javier Latorre o Andrés Marín y después a intentar llevar un camino propio con su propia compañía, con la que ya ha creado siete espectáculos (Peculiar es el octavo).

Es en Sevilla donde se inspira, así que confiesa que ahora, presentarse en el Festival Grec de Barcelona, es para ella como ir a su ciudad natal por primera vez. "Yo siempre que voy a Barcelona se me remueven las tripas, porque no he vuelto a vivir allí. Toda mi familia está allí, pero nunca he llegado a sentirme identificada como persona ni como artista", explica. "Nunca he sentido que el flamenco se entienda allí de la manera en la que a mí me gustaría". Pero en seguida, matiza: "Hay una parte de mí muy catalana en mi baile y sobre todo en mi formación. Tengo la dualidad absoluta de los dos lugares".

Ana Morales, que describe su carrera como "paulatina, muy masticada, muy disfrutona y llena de altibajos" entiende el flamenco desde la libertad de creación, "no como un código cerrado de pasos, sino como una energía absoluta". Ser capaz de desarrollar esta idea en el escenario, trascender un código estricto de movimientos, ha sido para ella un trabajo personal de años que empezó a cristalizar en Sin permiso, una obra que construyó de la mano del coreógrafo, actor y bailarín Guillermo Weickert.

Y desde esa libertad ha planteado Peculiar. La obra es una reflexión sobre la creación colectiva, y cómo esta surge desde la singularidad, desde la aceptación o la suma de lo que nos hace diferentes a los demás. "Cuando se habla de lo colectivo, siempre se busca lo que nos une y creo que hay una cosa que socialmente se nos está escapando de las manos y es la poca aceptación de lo que nos hace diferentes. Yo creo que nos guste o no nos guste hay que aceptar lo que somos, sea mejor o peor, creo que es algo muy poderoso".

Para construirlo, se ha rodeado de un grupo de artistas con los que nunca había trabajado: los bailaores Antonio Molina el Choro y Julia Acosta y los músicos Ana Crismann (arpa), Rycardo Moreno (guitarra flamenca) y Tomás de Perrate(cante), bajo la dirección musical de Miguel Marín (Árbol), un artista multidisciplinar, creador de bandas sonoras (para Bigas Luna, entre otros), música para danza y conocido por haber formado parte de grupos musicales como Piano Magic y Montgomery. "Me interesaba trabajar con artistas que se acercan al flamenco desde una manera singular, desde la libertad de expresión", explica cuando se le pregunta sobre por qué ha elegido este elenco. El guitarrista y productor Raül Refree es el autor, además, de la música de la pieza de videocreación que se proyecta durante el espectáculo. "Yo me enfrento a cada trabajo como un lienzo en blanco. No mantengo nunca al mismo equipo de espectáculos anteriores y en este caso, lo único que sabía antes de empezar es que quería que la luz fuese verde", aclara. Ni siquiera les presentó sus ideas previas para comenzar a trabajar: todo surgió desde el trabajo común, desde cero. "Las personas normalmente crean pequeños rituales cuando se juntan, aunque a veces no somos conscientes de hacerlo. Esto es lo que ha ocurrido en Peculiar: cada escena son rituales creados entre las personas que conformamos el elenco que hacen que podamos canalizar nuestro arte, llevarlo a algo catárquico, al extremo de sensibilidad".

Ana Morales (baile) con el cantaor Tomás de Perrate en segundo plano, durante el estreno de su obra 'Peculiar'.

Ana Morales (baile) con el cantaor Tomás de Perrate en segundo plano, durante el estreno de su obra 'Peculiar'. / ALAIN SCHERER (COMPAÑÍA ANA MORALES)

El poder de lo pequeño

Ese trabajo desde lo común busca también huir, de manera consciente, del exhibicionismo con el que se suele entender el baile flamenco, la necesidad de mostrar el virtuosismo, la individualidad del genio del baile. "Mi vida y mi arte tienen más sentido cuando los comparto", dice. El flamenco, entendido por Ana Morales, se aleja de los tópicos: rehúye de la búsqueda del aplauso, de generar ese ambiente que busca el impacto, la grandilocuencia, la sonoridad desde la potencia. "Yo creo mucho en el poder de lo pequeño para mover masas, de la sensibilidad como algo superior, sin ruido ni tanto movimiento, de lo auténtico que surge desde lo más profundo". Morales se muestra tajante en la intención de alejarse de la excelencia y concentrarse en buscar la naturalidad, aunque conlleve pequeños errores. "Ahora no me interesa en absoluto la excelencia", sentencia.

El estreno, en el Grand Halle de La Villete, en París, en junio, fue un éxito, de taquilla (estuvo en cartel cinco noches) y en relación a la respuesta del público. El teatro que ha acogido las primeras tres representaciones es un espacio público ubicado en el antiguo matadero de París, un edificio de estilo industrial de finales del siglo XIX (arquitectura del hierro), operativo como teatro público desde los años 80 del siglo pasado. Co-productores de Peculiar junto con el Teatro de Nimes y la Bienal de Flamenco de Sevilla, La Villete permitió a Morales acudir al estreno con mucha seguridad en la propuesta, y comprobar la conexión fundamentalmente con los más jóvenes. "Este espectáculo cuenta con una base electrónica muy potente y se nota que el público más joven está mucho más cercano a estas sonoridades", explica.

Para el estreno en Barcelona este lunes, Morales reconoce que ha realizado algunos ajustes. Uno de ellos, explica, tiene que ver con el ritmo a mitad del espectáculo. En un tiempo marcado por lo audiovisual y las redes sociales, mantener todo el espectáculo en la rapidez es casi una exigencia de un público que se pierde con facilidad. "A mí me funciona como está, pero el público tiene hoy muy poca paciencia para la lentitud". Pero además, reconoce que el espectáculo está muy abierto a la improvisación. Incluso cree que de cara al estreno en Sevilla hará algo diferente que en Barcelona o en París. "Estamos en un punto muy divertido y muy abierto y que da margen al error, que creo que es necesario también, para salir de esa cosa tan obsoleta de la perfección que nos mantiene en tensión y rebaja la naturalidad".

El parteaguas de la pandemia

Cuando habla sobre sus creaciones, Ana Morales las explica no sólo como espacios para su crecimiento profesional, también para lo personal. Ella entiende el arte como un vehículo para reflexionar sobre la vida y las relaciones humanas. No sólo se refiere a cuestiones como qué es el flamenco, qué lo define, o por qué el flamenco no puede trascender si no está creado desde la raíz. También se refiere a sus obras como momentos de trabajo personal: las relaciones, lo que nos une, lo que nos diferencia de los demás, lo colectivo y lo individual. Antes de lo que ha trabajado en Peculiar, Morales menciona el salto al vacío que fue En la cuerda floja, un espectáculo encargado por la Bienal de Flamenco para su edición de 2020 que se vio absolutamente transformado por la incidencia de la pandemia. Ella contaba con poder crear una coproducción de diferentes teatros internacionales en un periodo de tiempo de un año y medio, con un presupuesto que le permitiera contar con unas colaboraciones determinadas. Pero la historia se impuso: en marzo de 2020 la pandemia obligó a diferentes confinamientos en cada país europeo y los teatros y la actividad cultural estuvieron prácticamente cancelados durante la mayor parte del año. Los presupuestos desaparecieron. La posibilidad de estrenar en diferentes teatros se esfumó. Y tuvo que ajustar la obra a algo absolutamente diferente. Tan sólo gracias a una residencia en los Teatros del Canal de Madrid pudo terminar de concebir la obra.

Morales tuvo que adaptarse a la situación cambiando drásticamente su idea inicial y, sobre todo, trabajando prácticamente sola hasta estrenar casi sin público en la Bienal de 2020. "Yo intento ser bastante auténtica en mis creaciones y siempre cuento que cuando llegó el momento de estrenar En la cuerda floja no me apetecía bailar. Ese proceso ha impactado mucho en mi persona. No quiero bailar más sola, eso es algo que pienso mantener para siempre", dice tajante.

Ahora, mientras tiene la mente en su nuevo espectáculo, convive en agenda con representaciones de aquel montaje, que desde entonces ha ido creciendo, igual que lo hace con Sin permiso, el espectáculo que supuso la mayor ruptura en su carrera, el que le permitió cosechar un mayor éxito y que estrenó en 2018. "Es un espectáculo en el que traté la masculinidad, pero a través de la relación con mi padre, y me curó mucho", explica, poniendo en valor que fue este montaje en el que hizo un mayor trabajo para ampliar su lenguaje. "Fue durete, me costó romper cadenas mentales en relación a los estereotipos del flamenco, ataduras a los juicios de las críticas que estaban metidas en mi cabeza sin yo saberlo".

¿Y cómo se habitan física y mentalmente los diferentes espectáculos cuando tiene que representarlos con pocos días de diferencia? "Cuando vuelves a habitar los espectáculos anteriores ya no lo haces desde el trauma que supuso su creación, sino desde el placer", responde. "Todas las representaciones de Sin permiso han sido para mí un mar de llanto, era un viaje muy poderoso, hasta la última representación en el Flamenco Festival de Londres, que en realidad es donde se originó la idea. Fue más poderoso, en esta ocasión, el contacto con el público que todas las veces anteriores en las que había llorado, porque ahora lo habito desde otro lugar, desde el placer".

Tres estrenos para una coproducción

Peculiar es una coproducción que no podría haber salido adelante sin el impulso de varias instituciones culturales de diferentes lugares. Ese es el principal motivo, explica Morales, por el que las primeras representaciones en París, Barcelona y Sevilla son, en realidad, tres estrenos. Algo tan generalizado como los programas de residencias artísticas en los teatros públicos europeos, en España no son tan comunes y esta situación obliga a buscar co-producciones que conllevan varios estrenos. "El flamenco no está en las programaciones anuales de los teatros públicos en España y es abismal la diferencia de trabajar con la seguridad de que tu espectáculo podrá verse en tres, cuatro o cinco teatros en la temporada anual a tener que depender de festivales o de la programación en el extranjero", explica. "Necesitamos un circuito en España que nos permita poder trabajar con seguridad".

¿Qué diferencia entonces al público español del europeo, que sí programa de manera regular espectáculos de flamenco? "Yo me he dado cuenta de que al público europeo le gusta lo nuevo. Es un público cercano al que le atrae lo nuevo. Al público español no le gusta lo nuevo. Le gusta lo que ya conoce. Si le plantas algo completamente nuevo no conectan contigo, sus mentes se bloquean, por lo que tu espectáculo deja de interesarles", reflexiona. "Es necesario que desde los teatros públicos se apoye a la creación para que poco a poco se vaya creando un público habituado a ver otras propuestas".