XVII FLAMENCO FESTIVAL DE LONDRES

Miguel Marín, el gestor que coloca al flamenco en los mejores teatros del mundo

Con una ovación cerrada de 10 minutos a la compañía de Manuel Liñán y las mejores críticas en los principales diarios británicos arrancó una cita anual de origen neoyorkino

Miguel Marín, director de Flamenco Festival.

Miguel Marín, director de Flamenco Festival. / LOLO VASCO (FLAMENCO FESTIVAL)

Ángeles Castellano

Ángeles Castellano

"Flamenco Festival está de vuelta, y a juzgar por el montaje inaugural, a toda máquina". Con esta frase inicia la crítica del diario británico The Times del espectáculo ¡Viva! de la compañía del bailaor y coreógrafo Manuel Liñán -Premio Nacional de Danza 2017-, pistoletazo de salida de un festival que en Londres cumple 17 años. Arrancó el pasado miércoles -un día poco habitual para ir al teatro- con todas las entradas vendidas en las dos fechas que estaba programado y una ovación cerrada ambas jornadas de 10 minutos con el público del teatro Sadler's Wells en pie. Al día siguiente, el director y programador del festival, Miguel Marín, estaba pletórico. No dejaba de repetir cómo la propuesta -de un total de 15 compañías que pisarán las tablas londinenses hasta el 2 de julio- ha triunfado por sí misma, ante un público que no habla español en su mayoría ni son grandes aficionados al flamenco, pero sí están acostumbrados a los mejores espectáculos de danza que suele programar uno de los espacios más importantes de la ciudad, que lleva funcionando desde mitad del siglo XVII.

La imagen contrasta con otra que tuvo lugar hace más de 20 años. En los primeros años 90, un jovencísimo Miguel Marín (Córdoba, 1967) estudiaba un máster en Administración de Artes Escénicas en Estados Unidos. Sin estar particularmente interesado en el flamenco, un verano de vacaciones fue a ver a Carmen Linares a un pueblo cerca del suyo interpretar sus Canciones populares de Lorca, una revisión de lo que el poeta Federico García Lorca y Encarnación López La Argentinita grabaron en 1931.

Impresionado, contactó con la cantaora y le pidió una reunión y, sin saber si quiera si lograría hacerlo, le dijo que quería verla cantar en los teatros más importantes de Nueva York. "La ignorancia es muy atrevida, y yo también. Yo me fui con mi carpetita directamente al Lincoln Center de Nueva York y les presenté mi propuesta". Le fue bien. Tanto, que aquello sería el germen de una marca, Flamenco Festival, que ha logrado que el flamenco de los últimos años esté en los mejores teatros del mundo.

"Yo nunca cojo un vuelo directo. Cuando voy a algún lugar, de vacaciones o lo que sea, siempre miro en el mapa qué sitio cerca tiene un teatro interesante para programar flamenco y paro a proponerlo", explica Marín. Esto le ha permitido programar artistas flamencos en lugares como la Ópera de Sydney, el Gran Teatro Nacional de China en Pekín, el Ópera House de Dubai, el Teatro Stanislavski de Moscú, el Bunkamura de Tokio, el Esplanade de Singapur, el Walt Disney Concert Hall de Los Ángeles, el Chaîllot de París... Pero la carta de presentación para el resto del mundo ha sido siempre su actividad en Nueva York y Londres. "Mi acierto principal fue apostar, en Nueva York, por los mejores teatros, los de mayor exigencia artística", explica.

Nueva York, capital del mundo

En Nueva York siempre ha habido flamencos, desde las vanguardias de las primeras décadas del siglo XX impulsados por el éxito en Francia. Después de la Guerra Civil, algunos artistas se exiliaron y vivieron de manera más o menos permanente en la ciudad, pero el flujo se cortó durante la posguerra. A partir de los 60 y 70, con el inicio de la apertura de la dictadura franquista, sólo las más grandes compañías de espectáculos de variedades, como la de Juanito Valderrama, que llevaban en sus espectáculos algunos números flamencos, o las compañías de baile más importantes, como la de Antonio Gades, lograron cruzar el charco como parte de largas giras que podían durar varios años. No fue hasta el impulso de Miguel Marín a finales de los 90 cuando el flamenco comenzó a programarse de nuevo en ciclos estables una vez al año en los grandes teatros de la ciudad.

"Misión cumplida: llega el flamenco al nuevo mundo", titulaba en 2001 el New York Times su crónica de apertura del primer festival, ilustrada con una imagen de la bailaora sevillana María Pagés -reciente Premio Princesa de Asturias de la Cultura compartido con Carmen Linares-. "Con el primer Festival Flamenco de Nueva York, Miguel Marín comparte la tradición que ha aprendido a amar en su nativa Andalucía".

Miguel Marín (detrás, derecha) junto a algunos de los artistas que se presentan en el Flamenco Festival de Londres hasta el 2 de julio.

Miguel Marín (detrás, derecha) junto a algunos de los artistas que se presentan en el Flamenco Festival de Londres hasta el 2 de julio. / FF

Desde Nueva York, además, lanzaba una gira internacional (Flamenco Festival On Tour). Y en 2004, decidió probar suerte en Londres, e iniciar el Flamenco Festival en el teatro Sadler's Wells. Farruquito, Manuela Carrasco, María Pagés, Chocolate, Israel Galván o Rocío Molina, entre otros, fueron los encargados de estrenarlo.

En los primeros festivales, confiesa Marín, el público demandaba lo más tradicional. Pero el gusto ha ido evolucionando con la evolución del flamenco mismo. "Cada año hemos introducido una propuesta novedosa, no tan tradicional, y este año ya puedes ver que el 50% de la programación son artistas que se presentan por primera vez en Londres". La idea que siempre ha dirigido el trabajo de Marín, casi como un lema, es buscar a los artistas que puedan encajar con el público habitual de esos teatros y no organizar una programación comercial. En el festival de Londres, principalmente en el Sadler's Wells, pero también en otros teatros de formato más reducido y el Instituto Cervantes de la ciudad, además de Manuel Liñán, estarán en la edición de 2022 artistas como Ana Morales, Rocío Márquez, Los Voluble, Tomatito, María Pagés, Estrella Morente, o Jesús Carmona, entre otros.

Flamenco Festival ha acompañado así el crecimiento de muchos artistas jóvenes. La trayectoria de una de las grandes bailaoras actuales, Rocío Molina (Málaga, 1984) -Premio Nacional de Danza 2010- no se entiende sin el Flamenco Festival. La primera vez que bailó en la ciudad estadounidense lo hizo como parte de la compañía de María Pagés, y tras otras apariciones, fue la encargada de abrir la décima edición del Flamenco Festival de Nueva York en el teatro City Center con su espectáculo Oro viejo. No sólo arrasó arrancando una ovación del público. Consiguió algo más: que en los camerinos, un emocionado Mijail Barishnikov, se echara a sus pies. Literalmente. También le invitó a su Centro de las Artes, situado en la misma ciudad estadounidense, para improvisar y llevar a cabo un intercambio con bailarines de otras disciplinas. "Estoy emocionadísima con lo que he vivido, con la respuesta del público del City Center", declaraba Molina a los medios en aquel momento. Desde entonces, todos sus espectáculos han pasado por el Flamenco Festival.

Marín atesora grandes recuerdos de los momentos vividos gracias a los artistas más importantes del flamenco. Cita un inolvidable recital de Paco de Lucía en 2004 en Nueva York, o el encuentro entre Enrique Morente y Tomatito en el Carnegie Hall sin amplificación de sonido, actuando a pelo, un año después. Pero no es posible recordar uno de los grandes nombres del flamenco de las últimas décadas que no haya figurado en los carteles del Flamenco Festival: Sara Baras, Ballet Nacional de España, Vicente Amigo, Eva Yerbabuena, Estrella Morente, Israel Galván, Miguel Poveda, Gerardo Núñez... y un largo etcétera.

Espacios de creación

Pero sobre todas las cosas, Marín destaca el apoyo que Flamenco Festival ha dado a los flamencos para relacionarse con otros artistas internacionales de primer nivel, gracias a las residencias artísticas. La mayoría, hasta ahora, han tenido lugar en las ciudades sede del festival, Londres y Nueva York, pero desde este año, se ha abierto otro punto de trabajo entre artistas en España. "En Londres estamos asociados con el teatro Sadler's Wells y ellos tienen programas de residencias, artistas asociados y un programa de apoyo para artistas emergentes". Estos espacios les permite experimentar y culminar sus creaciones. Algunas experiencias de éxito han sido el trabajo de Israel Galván, que montó junto a Akram Khan (bailarín asociado del teatro) la obra Torokaba, el de Rocío Molina junto al bailarín Sebastien Ramirez, Honji Wang (músico de hip hop) y el videoartista Yoav Segal o el de la bailaora Olga Pericet, que pudo investigar en torno al uso del vestuario de la mano de la diseñadora de vestuario para cine Holly Waddington. En 2022 ha sido la joven cantaora María Terremoto la que ha podido disfrutar de una residencia artística con motivo del festival de Nueva York junto a Tim Ries, saxofonista, y otros músicos jazz. Estos encuentros, considera Marín, colocan a los artistas flamencos en el nivel que deben ocupar, el de la excelencia artística internacional, y les permite conocer otras disciplinas y otros artistas de primer nivel.

"Queremos apostar por esto, por espacios que les permita zambullirse de lleno en sus creaciones, profundizar, indagar y construir un discurso en torno a sus propuestas", admite Marín. Se muestra especialmente ilusionado con el programa que Flamenco Festival ha iniciado este mismo año en Torrox (Málaga), que incluye además la posibilidad de ensayar en el teatro local gracias a un acuerdo con el Ayuntamiento. Menciona el director del festival el caso de Rocío Márquez y Bronquio, que han podido trabajar, durante una estancia de varias semanas, la propuesta escénica para su disco ahora también espectáculo Tercer cielo, que podrá verse estos días en el Sadler's Wells en el marco del Flamenco Festival de Londres. "Cuando ellos creían que ya tenían listo el espectáculo y lo pusieron sobre las tablas en Torrox, se dieron cuenta de que no les servía y tuvieron que cambiar elementos. Poder contar con un teatro en el que trabajar es vital para que las propuestas artísticas alcancen ese grado de excelencia que se exige en los teatros internacionales", indica.

La inestabilidad y el peso de la burocracia

Hace algunas semanas se comenzó a especular con la continuidad del Flamenco Festival de Nueva York. Marín se quejaba en la prensa de la falta de apoyo institucional al proyecto, ya consolidado y con una trayectoria, fundamentalmente de la Administración andaluza. Cuando se le pregunta por la principal dificultad que encuentra para poner en marcha cada edición del festival, Marín responde sin dudar "la relación con la administración pública". Por un lado, porque los plazos para las ayudas no son acordes a los plazos que manejan los teatros internacionales para sus programaciones, que suelen cerrar a dos años vista y que, por tanto, obliga a comprometer unos espectáculos que puede ser que aún ni siquiera estén creados pero sobre todo que no se sabe si contarán con financiación, dado que los plazos de las administraciones españolas son mucho menores, de un año natural en el mejor de los casos. "Programar espectáculos incluye mucha incertidumbre porque pueden pasar muchas cosas y eso lo asumimos los empresarios", dice.

Por otro lado, Marín dice necesitar apoyo, además, en la promoción de los propios festivales, para que lleguen a un mayor público. "Lo que sí es evitable es tener que estar persiguiendo a una administración para que apoye algo que tiene una estrategia sólida y que debería ser estratégico para ella, como es la promoción del flamenco, un arte único y muy localizado geográficamente, en el exterior", explica.