CRÍTICA
'El caballo dorado', de Sergio Ramírez: una mirada en pleno vuelo
La última obra del premio Cervantes es un libro pleno de vida y humor, en constante movimiento escénico
Hortensia Campanella
De las 13 novelas que ha publicado el escritor nicaragüense Sergio Ramírez (Masatepe, 1942) desde 1970, todas o casi todas discurren por un camino coherente que fascina a sus lectores: la ambigua senda de la realidad y la imaginación inseparables. Puede partir de la investigación de un sonado juicio, como en Castigo divino; o de hechos históricos, como el atentado contra el dictador Anastasio Somoza; o el final de Rubén Darío, en Margarita está linda la mar, y en algunas de las novelas más recientes, en las que el autor asume el drama de su Nicaragua amordazada. Los hechos reales se plantean, se desvanecen y adquieren realidad literaria fundidos en el entramado que la imaginación despliega con, diríamos, la felicidad de la invención.
El devenir de las "mentiras verdaderas", como él mismo llamó a su obra literaria, despierta el imposible afán de saber dónde hay investigación histórica y dónde comienza la ficción. Hace un tiempo, Ramírez explicó: "Escojo de la realidad lo que me parece que tiene interés para entrar en el territorio de la ficción, lo que ya parece una realidad imaginada".
Eso ocurre señaladamente en El caballo dorado. Comenzó su escritura en 2014, antes de que el torbellino de la dictadura en su país lo llevara a expresarse de otra manera y su vida sufriera el cambio drástico del exilio. Pero, por fin, esta es una novela plena de vida, humor, constante movimiento escénico, con incidentes y accidentes donde el absurdo se entrelaza con secuencias dramáticas. Por la amplitud y riqueza de la historia, recuerda a su anterior obra, Mil y una muertes, donde también la trama atraviesa siglos y escenarios diversos, y recala por fin en su Nicaragua.
Falsa narración infantil
El caballo dorado de un carrusel ideal desde el principio nos introduce en una atmósfera de falsa narración infantil, ingenua. Pero enseguida se plasma el juego en dos planos, el de la imaginería clásica de cuentos de hadas y el de su contradicción. La princesa no es bella, el príncipe es borracho y jugador, hay amor y magia, pero también traiciones, crímenes, decadencia.
Los pequeños sucesos de tantos personajes labran la filigrana de una gran historia, que cruza décadas y fronteras, centrada en una mujer. Ya habíamos visto en novelas anteriores como Sara y La fugitiva que el escritor podía plantear personajes femeninos fuertes, complejos. La personalidad de esta princesa avasalla a todos los masculinos, no importan los trabajos, los éxitos o las desgracias, un destino que parece signado desde el principio por su pierna coja, pero que ella define en cada decisión, sea aparentemente erótica o sentimental. La sucesión de situaciones que emprende o sufre la princesa, planteadas desde el suspenso o el humor, se traduce en una picaresca innovadora: el autor transgrede la tradición al feminizar a su protagonista, y lo logra con brillantez.
El autor transgrede la tradición al feminizar a su protagonista, y lo logra con brillantez
De fondo, la historia, la de las zonas europeas del cruce de siglos, y la tragedia que empieza en Centroamérica. El escritor siempre es consciente de lo que ocurre en las sociedades que atraviesan sus personajes: las desigualdades, los conflictos políticos, los fallos o falencias de la justicia.
Resulta interesante el procedimiento narrativo por el que una voz, casi un personaje omnisciente, interfiere en descripciones o situaciones: las comenta o las discute y anula. La narración se enriquece, cobra vuelo, se diversifica y adquiere hálitos maravillosos, sobrenaturales. Y como contradicción, la acción es apuntalada por documentos, artículos o informes "serios" de los que podemos sospechar su naturaleza apócrifa. O no. Y como trasfondo permanente, el humor, la ironía ante situaciones bizarras, el juego, la alegría de la creación como antídoto de tantas derrotas.
'El caballo dorado'
Sergio Ramírez
Alfaguara
424 páginas
21,90 euros
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