ENTREVISTA

Sergio Ramírez: "Estoy exiliado desde la palabra, no desde la acción"

El premio Cervantes 2017 habla de sus cuentos, de sus buenos amigos, de su país y de la desolación que es el exilio

El escritor Sergio Ramírez, fotografiado en Madrid

El escritor Sergio Ramírez, fotografiado en Madrid / Alba Vigaray

Juan Cruz

Juan Cruz

Esta paciencia de persona que es Sergio Ramírez afronta desde hace meses el más amargo trago de su vida, el exilio. El segundo exilio. El primero, dice él en esta entrevista, tenía esperanza: la libertad posible de su país, Nicaragua, dominada entonces por una dictadura vitalicia, la de los Somoza. Delante de la lucha que libraban él y muchos otros, cuando él no tenía más de treinta años, había una expectativa que se hizo real, la libertad. Es decir, el fin de la dictadura. Él contribuyó luego, como vicepresidente, al proceso de revolución que poco a poco fue desacreditando quien en aquel entonces había sido su compañero de lucha, Daniel Ortega, que terminó siendo, como aquel Somoza, un dictador con aspiraciones asimismo vitalicias.

Por lo que escribió Sergio Ramírez, sobre todo en Tongolele no sabe bailar (Alfaguara, como casi todos sus libros, también el que será objeto de esta entrevista con ABRIL), este dictador patético que dirige los destinos del país que ellos habían liberado, Ortega decretó tácitamente su exclusión del país. Ya en el exilio, que vive en Madrid con su mujer, Tulita, lejos de sus libros y de los olores y de los libros y de la vida de Nicaragua, Sergio Ramírez ha publicado un nuevo libro de cuentos, Ese día cayó en domingo, que se lee inevitablemente como si fuera (y no lo es, él lo explica) una radiografía sentimental y horrorizada de lo que pasa en el país que lleva en el corazón y en los libros.

Aquí él habla de sus cuentos, de sus buenos amigos, de su país y de la desolación que es el exilio. Nació en 1942 en Masatepe, Nicaragua, y a veces parece que jamás ha dejado aquel terruño. Ni en sueños.

P. Este libro se lee con serenidad y con rabia. ¿Usted mira la vida desde esa combinación?

R. La literatura es un asunto de contención. Pero también sirve para contar mi historia. La contención significa tomar distancia, para que los sentimientos no sean tan explícitos y de esa manera no se contamine la literatura. Uno ha de contar una historia y dejar que sea el lector el que se forme su propio sentimiento. Por eso en este libro hay distintos procedimientos de toma de distancia y eso se hace de una manera muy cuidadosa. Una de las historias que hay en el libro se llama Antropología de la memoria y se refiere a la masacre de una aldea indígena de Guatemala.

Yo leí la noticia en el New York Times y me dije: voy a contar esto, pero desde una perspectiva ajena, como un reportero alejado, que no aparezca en el relato. Esa aparente frialdad es la que tiene que comprometer al lector con lo que se está contado. Otro cuento se llama Mercado viejo y narra la muerte de un niño a manos de un policía. Ahí dije: ¿quién puede contar esta historia? Pues decidí darle voz a la madre para hacer un relato oral, coloquial. Es como si yo hubiera transcrito lo que ella contó y nada más. O… esa es la sensación que quise dar.

P. Por las fechas que pone al final de los cuentos, uno sabe que cuando los escribió todavía no era un exiliado. Pero, tal vez porque conocemos su situación, se tiene la sensación de que ha escrito desde lejos y con rabia.

R. No. Todos estos cuentos son anteriores a mi situación actual. Los escribí en Nicaragua cuando ni siquiera sabía que tendría que irme. Pero… ahora que lo dices: ¿cómo serían estos cuentos escritos desde fuera de Nicaragua? Tal vez diferentes. No lo sé. Quizá la toma de distancia tendría que haber sido doble. Estos cuentos son una colección de piezas escritas en distintos momentos. Aquí hay unos que hice hace seis u ocho años. Lo que sí quise que se notara en este libro es la conexión que hay entre ellos. Por eso el libro está organizado por partes. Para no mezclar lo dramático con el humor y tener así un equilibrio.

P. Pero, insisto: uno lee este libro y nota el espíritu de alguien que ya está vislumbrando dramas que tienen que ver con su país.

R. Pues… algunas historias son más recientes, sí. Algunos cuentos están sacados de la atmósfera que compone Tongolele no sabía bailar. Incluso diría que la historia de la mujer trans que le está contando su calvario a una enfermera está contada, de alguna manera, en Tongolele.

P. Ahora ya pronuncia la palabra exilio. ¿Sigue sintiendo lo mismo que cuando se fue a Costa Rica por primera vez?

R. No. Ahora es distinto. Cuando me fui a Costa Rica por primera vez fui a trabajar y luego me fui quedando y luego entré en los planes para derrocar a Somoza y se hizo difícil regresar al país. Por eso llegó el momento en que me consideré un exiliado. Y desde fuera de Nicaragua participé en la lucha contra Somoza. Es decir: mi exilio era activo. Ahora mi exilio no es activo, no tengo proyectos políticos en los que participar.

Digamos que estoy exiliado desde la palabra, no desde la acción. Y eso ya marca una gran diferencia. La otra diferencia es mi edad: antes tenía proyectos futuros y hoy ya tengo todo atrás. Mi único proyecto es la escritura. Escribir ficción, sobre todo. Hay quien me ha dicho que escriba mis memorias. Pues… no. Porque para eso tendría que revisar mi memoria y… prefiero dedicarme a la ficción.

P. Pero podría seleccionar sólo algunos fogonazos de su memoria, no todo.

R. Es que siempre regresaría a mi memoria literaria y no tanto a la política. Cuando vivíamos en nuestra vieja casa, en Managua, yo decía: pues aquí debería ponerse una placa diciendo que yo viví aquí. Pero… ¡qué pretensioso!, jajajaja ¿No? Estaría mejor poner: ‘esta casa fue visitada por grandes escritores, como Gabriel García Márquez o Günter Grass.’ O poner los grandes políticos que también fueron: Olof Palme, Felipe González… Esa gente que forjó el mundo de la segunda parte del siglo XX. 

P. Has dicho nombres propios importantes para su vida y la vida literaria.

R. Sí. Pero tendría que incluir más. Hace poco, en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, un señor muy amable de Veracruz me dijo: usted es el único que puede escribir un libro sobre Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa, García Márquez y Julio Cortázar. Pues… sí. Los conocí bien y han influido en mi literatura.

P. ¿Cómo haría ese libro?

R. No lo sé. Tal vez contaría mi relación personal con ellos. También me fijaría en la visión o la relación que tuvo cada uno con el poder. En el caso de ellos eso es interesante. A Gabo se le relaciona mucho con Fidel Castro, pero yo siempre le decía que él era el único jefe de Estado que continuaba, porque todos los demás pasaban y él permanecía, jajajaja. Todo el mundo lo buscaba para tomarse una foto.

Vargas Llosa fue a Nicaragua desde otra perspectiva, siempre crítico con la Revolución. En cambio, Cortázar era muy inocente en política y… Bueno: ¡contaría cosas así! Pero en este momento no lo sé bien. Ahora acabo de leer el nuevo libro de Enrique Krauze, Espinoza en el Parque México, y ahí habla sobre el papel de los escritores frente al poder, ya sea adheridos a los procesos políticos o la manera en que los critican.

P. ¿Ahora comprende las críticas que hacía Vargas Llosa a la Revolución de Nicaragua?

R. Sí, claro. He comprendido su disidencia como comprendí la disidencia de Octavio Paz, que también fue muy crítico con nosotros. Chocamos con Paz, pero… luego hubo un punto de encuentro. Nos encontramos y llegamos a un punto medio. Porque la verdadera lucha es entre autoritarismo y democracia.

P. ¿Las opiniones políticas de los escritores afectan la relación literaria entre ellos?

R. Sí. Porque se forman bandos irreconciliables y eso antepone también una distancia literaria. Pero yo sabía que, si alguien estaba en contra de la Revolución, al mismo tiempo podía ser un gran escritor. Yo creo que nunca llegué a decir: este escritor que está en contra de la Revolución no sirve. Pero… muchos no separaban una cosa de otra y por eso se rompían amistades.

P. Eso es algo que luego se convierte en una herida de la memoria.

R. Sí. Porque perder un amigo por eso, pues… Mira: yo creo que hoy las posiciones políticas pesan menos, pero porque los escritores son más cuidadosos al expresarse públicamente, no por otra cosa. O porque antes había dos posiciones, derecha o izquierda, y ahora hay muchas más. O más matices que se toman en cuenta. No lo sé, estoy improvisando una explicación. Necesitaría pensarlo más. Hoy si alguien está contra Ortega no necesariamente está a favor del Imperialismo, ¿no? Creo que eso se entiende mejor ahora que antes.

P. ¿Ve esos matices con los actuales presidentes latinoamericanos?

R. Sí. Ahora con Lula es muy difícil saber cómo le irá a Brasil, porque ha llegado al poder con una alianza muy diversa, que va desde la izquierda hasta la derecha y, además, no tiene mayoría parlamentaria. El eje Ortega-Maduro-Díaz Canel ya sabemos qué tipo de políticos son. Y el mexicano López Obrador, el colombiano Petro y el argentino Fernández, también.

P. Volvamos al libro. Aquí hay cuentos que son nudos en la garganta, pero también hay fábulas. ¿En qué punto se encuentran esos extremos?

Lo que pasa es que lo que uno escribe luego alguien lo lee y lo interpreta de una manera o de otra. Ayer alguien me hablaba del primer cuento del libro, Hola soledad, que yo escribí sin la más mínima intención política, pero una persona me dijo: ¡qué buen retrato de lo que fue la sociedad algodonera nicaragüense de los años cincuenta! Bueno, esa es su lectura. Pero yo sólo quería contar la historia de una mujer condenada a hacer crucigramas el resto de su vida porque el marido con el que se fugó tiene una amante. Él vio otra cosa. Pues… ¡qué bien! El cuento del doble del presidente, que trata un asunto que incluiría incluso a Stalin, que también tuvo su doble, se puede leer como escrito para cualquier país ajeno o nuestro. Stalin, ya digo, tenía su doble y yo leí mucho sobre eso para escribir este cuento.

P. ¿Y encontró elementos que sirven para hablar del poder hoy?

R. Sí. Porque el poder que no es democrático no cambia sus reglas. Son siempre las mismas.

P. ¿Cómo nace un cuento como Ese díacayóendomingo que da título al libro?

R. Ese es un cuento que surge de una metáfora de mi propia infancia. Así como muchos niños viven apegados al fútbol, yo vivía apegado al béisbol. Recuerdo que por las noches me quedaba pegado a la radio, escuchando los partidos de las Grandes Ligas. Y a veces mis tíos me llevaban al estadio en Managua… En fin: son cosas que están en memoria. No se me olvida, por ejemplo, la vez que le ganamos a Cuba, que era imbatible.

¡Hace 50 años ya! Esa victoria fue una reivindicación del país. Aunque… la verdad es que la selección de Nicaragua nunca ha sido tan buena como la gente piensa, jajajaja. Es más un mito. Lo que pasa es que cuando le ganó a Cuba… ¡eso nos pareció maravilloso! Pero el cuento trata de los jugadores humildes de béisbol, campesinos, obreros que, gracias a sus uniformes, se transforman en héroes. Pero son gente común, con sus miserias a cuestas.

P. También hay un cuento que habla sobre la supervivencia de los periódicos de papel. 

R. ¿Es el del periódico que hacen en el mercado? Ah. Ese periódico es uno que se hace para la gente pobre, lo ilustran con fotos de gente de la alta sociedad, de estrellas de cine y meten historias de nota roja [en España llaman Sucesos o Crónica Negra a lo que en América Latina llamamos Nota Roja].

P. Y se evitan referencias que puedan molestar a los gobernantes… Todos estos cuentos tienen que ver con la vida, aunque sean ficción. Pienso, por ejemplo, en el que aparece Ríos Montt, aquel asesino fue presidente de Guatemala.

R. Antropología de la memoria, sí. Te decía al principio que ese lo escribí como si fuera un reportero que está narrando los hechos que ocurrieron. El cuento se cierra con las encuestas que dicen que la hija de Ríos Montt puede llegar a ser presidente de Guatemala. Como para cerrar un círculo diabólico, ¿no?

P. Bueno, lo mismo se dijo de la hija de Fujimori en Perú.

R. Y todavía puede ser presidenta.

P. ¡Qué escalofrío!

R. Sí, sí. Y con escalofrío cierro yo ese cuento. La hija de Ríos Montt es popular sólo por el apellido. La hija de Fujimori igual.

P. En definitiva, en estos cuentos hay maldad, ruindad… La realidad latinoamericana.

R. Es que es nuestra realidad la que nos dicta las historias. Y ya sea en México o en Nicaragua o en Perú o en Argentina… ocurre prácticamente lo mismo. A ver si ahora que estoy aquí escribo de otras cosas, jajajaja. A ver si hago algún cuento español.

P. ¿Qué le sorprende o qué le interesa de este país en el que ahora vive?

R. Todavía es muy temprano para decirlo. Llevo aquí poco más de un año, pero la vida urbana de Madrid está siendo una gran experiencia. Porque yo no había vivido tanto tiempo en una ciudad. Bueno, en Berlín sí. En Berlín viví dos años. Pero como era otra época. Ahora, aquí, hay que subirse a autobuses, sortear aglomeraciones, hay que comprar en el supermercado… cosas que yo no hacía en Nicaragua. A mí me gusta escuchar lo que dice la gente en el autobús, en las colas, en los restaurantes… eso me está dando una atmósfera con la que tal vez luego pueda escribir una historia.

P. Es una ciudad rodeada por España. ¿Cómo ve a ese país?

R. A mí me encanta el interior de España. Me está gustando mucho recorrerlo en tren. Pero… sería muy pretencioso decir algo sobre España en este momento. Dentro de unos años me lo vuelves a preguntar y espero que ya pueda decirte algo concreto.

P. ¿Ahora qué está escribiendo?

R. Una novela muy larga a la que todavía no le pongo nombre. Es una novela europea que termina en Nicaragua. Ya tengo el primer borrador y estoy trabajándolo.    

'Ese día cayó en domingo'

Sergio Ramírez

Alfaguara

216 páginas

18,90 euros