CRÍTICA
'Todos los ojos', de Isobel English: mirada y realidad
En este libro, las peripecias de una mirada incorrecta desvelan las coordenadas de un mundo desarticulado
Ricardo Menéndez Salmón
El arte de la novela puede ser contemplado como una pesquisa en torno a cierta intuición de Kierkegaard: el hecho de que la existencia sólo admite un sentido de desarrollo, hacia delante, mientras que su comprensión se manifiesta siempre en el sentido inverso: hacia atrás. La propia idea de relato abunda en esa paradoja. A medida que ganamos en experiencia y nos desplazamos hacia el agotamiento temporal de nuestra vida, el bagaje de lo acumulado cobra sentido y remite a un todo coherente. Comprendemos lo que hemos sido mientras avanzamos hacia lo que todavía no somos. De igual modo que el árbol de la sabiduría y el árbol de la felicidad no comparten una misma raíz, podríamos decir que el cumplimiento biológico de la vida y su comprensión intelectual no pertenecen al mismo orden botánico.
‘Todos los ojos’, la novela más conocida de Isobel English, seudónimo de June Braybrooke, escritora casi secreta especialmente activa entre las décadas de los años 50 y 70 del siglo pasado, recoge el testigo de la intuición del filósofo danés y construye su discurso en torno a una imagen muy poderosa. La protagonista de la obra, Hatty, es una mujer que nació estrábica. Ese ojo desviado, irreverente e indisciplinado, que mira donde no debe y busca desesperadamente un foco que se le resiste, le sirve a English como raro embajador de la búsqueda de sentido. Las peripecias de una mirada incorrecta desvelan las coordenadas de un mundo desarticulado.
Visión alterada de lo cotidiano
A Hatty, en efecto, la consumen desde niña preguntas ineludibles para quien tiene una visión alterada de lo cotidiano, y que operan como metáforas epistemológicas. Por ejemplo: ¿es el ojo estrábico el que no se amolda a la realidad o es la realidad la que muestra así su completa ausencia de fiabilidad? O bien: ¿no será el ojo no alineado el que ve el mundo tal y como es en realidad, por contraste con el ojo sano pero ciego? E incluso: ¿puede un defecto físico, una minusvalía en la alineación de los músculos oculares, transparentar un defecto moral, una incapacidad para lograr la adherencia con el mundo que se le supone a una persona adulta?
Una de las manifestaciones de esa falta de adherencia entre vida y realidad la padece Hatty en sus relaciones con los hombres. O se enreda en amores con un hombre que podría ser su padre, o se casa con un hombre al que le saca un buen número de años. Más hija que amante en un caso, más madre que esposa en el otro, en la transición de una relación a la otra, y mientras una operación de cirugía ha remozado el ojo externo de Hatty, su ojo interior no parece sin embargo haber satisfecho sus contradicciones. El mundo se le sigue mostrando a Hatty como un mosaico cuyo dibujo se resiste a ser completado, algo que esta novela magníficamente escrita y resuelta con un brillante golpe de efecto acoge con la sobria humildad de una obra pequeña sólo en su extensión.
'Todos los ojos'
Isobel English
Traducción de Julia Osuna
Muñeca infinita
160 páginas
18,95 euros
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