LA ENTREVISTA

Manuel Martín Carrasco, psiquiatra: "Hay una menor resiliencia de las personas ante la adversidad"

El presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría alerta de que la falta de psiquiatras de España es ya una situación crítica, que amenaza con agravarse en los próximos años debido a las jubilaciones y la falta de relevo profesional

El doctor Manuel Martín en el Hotel Barceló Málaga.

El doctor Manuel Martín en el Hotel Barceló Málaga. / EPE

Arancha Tejero

Tras años relegada a un segundo plano y lastrada por el tabú que la rodeaba, la salud mental ha pasado a situarse en el centro del debate público, sobre todo después de la pandemia, cuando se detectó un aumento de los trastornos mentales. Una tendencia que sigue al alza, pero que, sin embargo, no coincide con un incremento de los recursos para tratarlos, según advierte el presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental (SEPSM), el doctor Manuel Martín Carrasco, que alerta de que la falta de psiquiatras de España es ya una situación crítica, que amenaza con agravarse en los próximos años debido a las jubilaciones y la falta de relevo profesional.

Se estima que casi el 30% de la población española padece algún trastorno mental, ¿cuáles son las afecciones más prevalentes?

La depresión, ansiedad e insomnio serían los trastornos más frecuentes. Pero los trastornos mentales es una categoría muy amplia que incluye, desde la enfermedad mental grave a otros trastornos que no son tan graves. No debemos simplificar. De hecho, estas tres categorías figuran allí, pero en su entidad menos grave.

¿Ha habido un aumento de los trastornos mentales en los últimos años?

En los últimos años, sobre todo a partir de la pandemia, sí que se produjo claramente un aumento de la prevalencia de estos trastornos, pero una vez que ya la pandemia ha desaparecido no han regresado al nivel que tenían en la prepandemia, sino que se han mantenido en una zona alta. Es decir, que sí que parece que ha habido esa tendencia al aumento. La enfermedad mental grave prácticamente permanece más estable y lo que aumenta más es lo que se llama enfermedad mental común, que son estas formas más leves de trastorno mental

¿Y cuáles son las causas que han motivado ese crecimiento?

No existe una causa única y creo que ha habido numerosas, empezando por las causas relacionadas con la propia pandemia. Pero en la situación que estamos viviendo ahora los trastornos mentales son multicausales, es decir, que tienen una etiología compleja. Hay factores más de tipo biológico, incluidos aspectos hereditarios, otros que son más de tipo psicológico y otros de tipo social. ¿Qué ha ocurrido en los últimos tiempos? Aparentemente, los factores de tipo más biológico continúan siendo iguales, a excepción del consumo de tóxicos, que ha aumentado en los últimos años y tiene una relación clara con la aparición de trastornos mentales, sobre todo de enfermedad mental grave. Por ejemplo, ha aumentado mucho el consumo de cannabis o de sustancias de síntesis. Luego, desde el punto de vista psicológico, es una sociedad que ha tenido unos cambios muy importantes en la forma de concebir los valores sociales, la forma de relacionarse, el sentido incluso de la vida, y esto ha hecho que las personas tengan una serie de retos que en otros momentos no existían y que la exigencia de adaptarse a ellos también, a veces, pueda desbordar a las personas. Y, finalmente, a nivel social habría que destacar aspectos como la desigualdad. Por ejemplo, las dificultades en el trabajo, el desempleo, las situaciones de pobreza o de marginación social son aspectos que siempre se han relacionado con la aparición de problemas.

¿Considera que se está cayendo también en un exceso de patologización? Es decir, en confundir el sufrimiento o ciertas reacciones ante situaciones inevitables de la vida con trastornos y patologías mentales.

Desde luego sí que hay un solapamiento y que existe ese riesgo. Pero, yo creo que influyen ahí varios aspectos. Sí que es verdad (y eso también es uno de los factores que influía en el aumento de los trastornos) que hay una menor resiliencia de las personas ante la adversidad, ya se vio de forma más clara durante la pandemia. Y luego hay unos aspectos que tienen que ver con la organización social y de la asistencia sanitaria. Es decir, en nuestro país el servicio más accesible y gratuito es la asistencia sanitaria. Con lo cual, si uno se encuentra mal, lo más fácil es pedir una cita en un centro de salud. Entonces creo que nuestra organización social lleva un poco a que cualquier necesidad se canalice en la asistencia sanitaria, en la que también, muchas veces, se producen demandas que son completamente sociales, porque, de nuevo, hay una necesidad de ayuda o de atención. Y eso favorece el que, efectivamente, se estén atendiendo dentro del sistema trastornos o alteraciones que, sin llegar a la categoría de trastorno, sí que supone un cierto grado de malestar emocional, psicológico o de sufrimiento, pero que, en realidad, no deberían ser atendidos a través de esa vía, que debería reservarse más para personas con trastornos más graves y limitantes.

E, en la última década la venta de ansiolíticos y antidepresivos se ha incrementado un 30%, lo que sitúa a España como líder en cuanto a consumo de benzodiacepinas, ¿cuáles son los motivos detrás de este aumento? ¿Hay más casos de depresión o se recetan más antidepresivos

Sí que hay una tendencia clara del aumento de casos, sobre todo, de depresión, ansiedad e insomnio, que son justamente entidades que se tratan con fármacos antidepresivos y con ansiolíticos. Esa es la primera razón inmediata. Otra cosa es si todas las personas que son diagnosticadas deben ser tratadas con psicofármacos. Y es que, efectivamente, hay trastornos que pueden ser tratados con otras técnicas que no son los psicofármacos. En general, conforme el trastorno es menos grave es más susceptible de ser tratado, por ejemplo, con medidas ambientales o con intervenciones psicoterapéuticas. Pero claro, hay que ver qué posibilidades reales de tratamiento le ofrece el sistema a la persona que tiene el trastorno, sobre todo, teniendo en cuenta que muchos de estos casos son atendidos en atención primaria porque la red de salud mental tampoco está dimensionada para atender todos los trastornos mentales. Con lo cual, si en la atención primaria los recursos que hay son más de tipo medicamentoso, pues se van a utilizar más que otras estrategias que no están disponibles

¿Detrás de estas cifras tan elevadas se esconde una falta de profesionales de salud mental en el sistema sanitario?

Efectivamente, es que hay un déficit muy importante de profesionales de psiquiatría. Estamos en una situación en la que hay un aumento de la prevalencia de trastornos mentales y de la demanda de atención que coincide con una disminución del número de profesionales, que, además, se puede agravar en los próximos años por la edad media de los psiquiatras, pues muchos de nosotros entramos en los próximos años en la edad de jubilación. Con lo cual, estamos bastante preocupados porque es una situación muy seria y que, por desgracia, corre el riesgo de agravarse.

¿Qué posibles soluciones plantean desde la SEPSM?

Precisamente estamos preparando una carta dirigida al Ministerio de Salud, en coordinación con las sociedades de psiquiatría autonómicas, pidiendo una reunión con la ministra para tratar estos temas y plantear nuestra visión y posibles soluciones. ¿Cuáles podrían ser? Una de ellas es incentivar el retraso en la jubilación, como ya se está haciendo con otras especialidades, como pediatría, que permiten el cobro de una parte de la pensión manteniendo el trabajo. Otra medida sería el aumento de las plazas de formación porque en estos momentos no se forman suficientes profesionales para reemplazar a los que se van perdiendo. También intentar mejorar las condiciones laborales para que los psiquiatras recién formados no se marchen de España. Hay que tener en cuenta que este problema de la falta de psiquiatra es un problema global. Por tanto, hay países, como, por ejemplo, Irlanda, que para captar psiquiatras ofrece un salario bruto anual mínimo de 230.000 euros al año. No digo llegar a esas sumas, pero tendrán que ofrecer cierta capacidad de retención. Luego, también nos parece importante la homologación, con rigor, pero con rapidez, para poder captar psiquiatras, básicamente de Latinoamérica porque el lenguaje es fundamental en el ejercicio de la psiquiatría.

Por otro lado, una de sus especialidades es la psicogeriatría, ¿cree que el sistema tiene olvidado a las personas mayores con trastorno mental?

Las personas mayores tienen una atención peor en términos globales a la que tienen las personas más jóvenes. Es decir, que las personas mayores con trastornos mentales tienen menor acceso a los servicios especializados que los más jóvenes. Es mucho más frecuente que esos trastornos en las personas mayores sean atendidos en atención primaria y no sean derivados a la atención especializada. Y eso, en cuanto a las personas que están en el sistema, porque luego hay una visión social que, muchas veces, atribuye trastornos al propio envejecimiento. Eso ocurre con frecuencia con la depresión. Tendemos a pensar que por ser mayores nuestro estado de ánimo no tiene por qué ser muy bueno, porque “es un horror ser viejo. ¿Cómo no va a estar triste uno con 90 años?” Entonces, tanto por ese prejuicio, por el que a las personas mayores en nuestra sociedad se consideran menos valiosas que los más jóvenes (lo que se conoce como edadismo), como que el sistema tiende a reservar la atención especializada para las personas más jóvenes, pues hay un claro déficit de atención mayor en el caso de las personas mayores.

¿A qué otro sector de la población se debe prestar especial atención?

Además de a las personas mayores, a los jóvenes, migrantes, población reclusa, las personas con adicciones y las que están en situaciones marginales y de exclusión social, como las personas sin techo

¿Considera que se ha logrado acabar con el estigma que acompaña a la salud mental, especialmente a los trastornos más graves?

De hecho, por desgracia, me parece que estamos perdiendo un poco la batalla. Creo que se ha ganado a la hora de que una persona reconoce que tiene un problema y puede decir que tiene depresión. Pero no me parece que sea fácil decir que uno tiene una esquizofrenia o que tiene un trastorno mental o Alzheimer, por decir algo. De manera que creo que sí se ha mejorado en el reconocimiento social de los trastornos más leves, pero no el de los más complejos. Sí, el estigma está presente, sin ninguna duda.