LOS ESCENARIOS DEL 11-M 20 AÑOS DESPUÉS (y IV)

El bloque maldito de Leganés, de inmolarse los terroristas del 11-M a huir los vecinos: "No querían quedarse a vivir aquí"

Los yihadistas causaron la muerte a un GEO y destruyeron dos bloques de pisos que hubo que reconstruir, tras lo que muchos vecinos se marcharon

La herida que no cicatriza en Santa Eugenia

Vista del bloque de viviendas de Leganés donde se inmolaron los suciidas del 11-M dos semanas después de los atentados.

Vista del bloque de viviendas de Leganés donde se inmolaron los suciidas del 11-M dos semanas después de los atentados. / ALBA VIGARAY

Roberto Bécares

Roberto Bécares

Miguel, trabajador de la construcción, estaba a media tarde de aquel 3 de abril arreglando la bicicleta en el trastero de su urbanización de Leganés Norte cuando pensó que igual la reparaba mejor en casa, que todavía había luz. Al subir, en el portal, se encontró con un vecino que le dijo, preocupado: "Oye, mira esos dos que ves ahí, dicen que son policías". "Pues si lo dicen serán, ¿no?", le respondió Miguel, que empezó a tener la mosca detrás de la oreja cuando, una vez en casa, vio merodear a personas que no eran de la zona por su calle, Carmen Martín Gaite, una ancha avenida de este barrio residencial de una de las ciudades más pobladas de Madrid.  

"Un poco antes de las ocho o así vino la Policía y nos dijo que abandonáramos los pisos. Ya se habían oído disparos", relata con precisión, como si hubiera sido ayer, mientras ordena su furgoneta en la propia Martín Gaite, a pocos metros del piso donde ocho terroristas del 11-M se inmolaron al verse acorralados por la Policía, llevándose por delante la vida del agente del Grupo Especial de Operaciones (GEO) Francisco Javier Torronteras. 

Vista del edificio de Leganés en 2004, días después de que los suicidas se inmolaran.

Vista del edificio de Leganés en 2004, días después de que los suicidas se inmolaran. / JUAN MANUEL PRATS

Al salir de casa, notaron que "algo gordo" estaba pasando y de hecho vieron a los miembros de los GEO bajar de una furgoneta “azul oscuro”. Las calles estaban cortadas y había un perímetro de seguridad a 300 metros alrededor de la finca, construida en 1997. Miguel se fue con su familia a la casa de un amigo, en una urbanización a unos 500 metros y jura que "la puerta del portal tembló" con la explosión, que se produjo poco después de las nueve de la noche.

La deflagración, que se produjo cuando los GEO iban a entrar al piso tras una infructuosa y tensa negociación, destrozó la primera planta -en uno de cuyos pisos estaban los terroristas- y la segunda del número 40 del bloque. "Montaron una carpa cerca de donde estábamos, y los policías llegaban como si les hubieran tirado un saco de cemento encima", recuerda.  

A las tres de la mañana, volvieron a casa. Recuerda que había restos de un cadáver en la valla de la piscina. A la mañana siguiente bajó a hablar con la Policía porque tenía el coche en la plaza contigua al de uno de los terroristas. "Yo estaba preocupado, claro, pero me dijeron que lo habían revisado los TEDAX y estaba limpio". Los atentados marcaron para siempre esa urbanización. Pocos vecinos quieren hablar de aquello y responden con una fría mirada cuando se les pregunta. No es un asunto que les guste tratar.

Vista del monumento de Leganés Norte dedicado a las víctimas de los atentados del 11-M

Vista del monumento de Leganés Norte dedicado a las víctimas de los atentados del 11-M / ALBA VIGARAY

"Mucha gente de ese portal se ha ido, no querían quedarse a vivir", confirma Miguel, que explica que en el piso de encima de los terroristas vivía una mujer que esos días estaba en el hospital para dar a luz. "Le dijo a su marido que no quería volver ya, y no volvieron". Algunos alquilaron la casa -los del piso de los terroristas, por ejemplo-; otros la vendieron.

El bloque entero de los portales 38 y 40 se tiró abajo y se reconstruyó de nuevo, pero ya quedan pocos vecinos de los de entonces en este inmueble de cuatro plantas. Los que hay o lo han alquilado o lo han vendido. “Hoy por hoy de aquello no se habla, la gente lo tiene muy tabú”, confirma Aroa, vecina de enfrente del bloque.

“Yo conozco gente que vive ahí y dicen que muchos se han marchado, no lo superaron, es que imagínate, incluso semanas después seguían apareciendo trozos de cadáveres o de metralla por ahí, en la piscina”, relata un operario municipal que trabaja por la zona y recuerda el operativo policial de aquel día, con el helicóptero sobrevolando la ciudad desde primera hora de la tarde, cuando Abdelmajid Bouchar, uno de los terroristas que había bajado la basura se percató de la presencia policial y emprendió la huida a pie [fue detenido al año siguiente en París].  

Vista del inmueble donde se inmolaron los terroristas.

Vista del inmueble donde se inmolaron los terroristas. / ALBA VIGARAY

“Yo estaba trabajando en el Carrascal y vimos que algo estaba pasando con tanta policía que no nos dejaba pasar. Justo cuando estaba saliendo de currar oí el boom”, relata. “Los terroristas pasaron desapercibidos. Este es un barrio bien, pero hay mucha mezcla, porque hay dos bloques de pisos sociales”, apunta. El piso, según recoge la sentencia de la Audiencia Nacional, había sido alquilado pocos días antes del atentado por Mohamed Belhadj, hermano del procesado Youssef Belhadj, por 600 al mes. Pocos comerciantes de los de entonces se mantienen. La farmacia que está en los mimos bajos del bloque abrió hace cinco años: “Algo nos comentaron en su día los vecinos, sí, pero no se habla mucho”.