Opinión | GOBIERNO DE COALICIÓN
¿Ensayo de ruptura?
La crisis por las declaraciones del ministro de Consumo no se habría producido de no haber elecciones en Castilla y León
Desde que se formó el Gobierno de coalición progresista, hace ahora dos años, se ha especulado con la posibilidad de que el acuerdo entre el PSOE y Unidas Podemos se rompa. La derecha, de hecho, pensó, en un análisis que se demostró equivocado, que eso ocurriría al poco de constituirse el Ejecutivo, porque es verdad que en los primeros meses hubo rifirrafes internos, de tono agrio, protagonizados las más de las veces por Pablo Iglesias, entonces vicepresidente segundo y líder de los morados. Pero no ocurrió.
No tenía lógica, porque el pacto de Gobierno no es un matrimonio por amor que se vaya a ir al garete por una riña, es un matrimonio de conveniencia y en el interés de ambos partidos estaba entonces, y está ahora, mantenerse coaligados. Otra cosa será, ya se verá, cuando se acerquen las elecciones generales, momento en el que puede interesarles el divorcio para poder hacer campañas con perfil más desafiante.
No obstante, en estos dos años ha habido divergencias en asuntos importantes. Algunos, como la reforma laboral, que se presentaba como el cenit de la discordia, han sido solventados con inteligencia, aunque el proyecto aprobado por el Gobierno y los agentes sociales tiene todavía que ser ratificado por el Congreso y el trámite está en el aire por la resistencia de los socios parlamentarios a apoyarlo.
Pero la decisión del PP de tergiversar unas declaraciones del ministro de Consumo, Alberto Garzón, a 'The Guardian', para convertirlas en el centro de la campaña electoral de Castilla y León, y la determinación de los miembros socialistas del Gobierno, incluido el presidente Pedro Sánchez, de no apoyarlo, han llevado la refriega a lo que podría entenderse como un ensayo de ruptura.
Porque lo que dijo Garzón al periódico británico, más allá de su inoportunidad, es básicamente cierto y es compartido por los socialistas, que ahora miran hacia otro lado no vaya a ser que si se ponen a matizar sobre la calidad de la carne de las explotaciones de la ganadería extensiva e intensiva el PP se salga con la suya y pierdan el voto rural de los castellano-leoneses.
Ya se sabe que el demonio está en los detalles, especialmente si con ellos tratas de responder al discurso simple y falaz con el que el PP intenta enredar a los ganaderos, la inmensa mayoría con explotaciones extensivas, aunque con tanta propaganda extrema se sienten ahora amenazados por Garzón.
Pero he ahí que la parte socialista del Gobierno ha abandonado a su suerte al ministro de Consumo, convertido en el pimpampum de la derecha, y que desde Unidas Podemos califican de 'desleal' al propio presidente por haberse sumado 'al bulo', en lugar de desmentirlo. No Yolanda Díaz, que, con su habitual tono moderado, pone paños calientes. Esta es seguramente la crisis más grave que se ha vivido en el Gobierno de coalición, al dejar sin cobertura a un ministro, y la más insustancial. Una crisis que no se habría producido de no haber elecciones en Castilla y León y que permite vislumbrar cómo será la ruptura, si se produce, en vísperas de los comicios generales.
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