Opinión | UN MILLÓN

Los dos jefes de la oposición

Hay dos jefes de la oposición, y los resultados electorales y las encuestas dan los resultados de una disputada carrera de caballos, más para apostadores que para hipófilos

Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo

Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo / EPE

El PP no acepta que Pedro Sánchez sea legítimamente presidente del Gobierno merced a los pactos, y el Gobierno de Pedro Sánchez no olvida que el PP ganó las elecciones. La situación es inédita y los comportamientos son raros. Todo cuanto controla el PP es una lima de media caña para desgastar al Gobierno sanchista, y todo lo que domina Sánchez actúa como oposición a la oposición de Alberto Núñez Feijóo. Se oyen al presidente y a sus ministros ataques políticos que no solían estar en el discurso institucional, y el PP aprovecha contra Pedro Sánchez, aunque luego rectifique, hasta las injurias del presidente de la República Argentina, visto alegre con Vox.

Al tener el Gobierno sin haber ganado las generales y sucederse elecciones autonómicas y europeas, Sánchez usa el coche oficial para ir a hablar inglés a Bruselas y para perseguir a Feijóo por la Gran Vía. Hay dos jefes de la oposición, y los resultados electorales y las encuestas dan los resultados de una disputada carrera de caballos, más para apostadores que para hipófilos. El PP va en la ola, pero nadie puede afirmar que Feijóo crezca con el tiempo porque es un respondedor embarullado, trastabilla en actuaciones contradictoras y se mueve en la distancia variable respecto a Vox, y como líder se queda corto para los ayusos y largo para el común, sin exponer ni imponer un criterio, sin mostrar ni demostrar un carácter.

Feijóo sale mejor parado cuando no sale, sea porque se le oye a Pedro Sánchez una marrullería dialéctica tan burda que se nota, sea porque le representan sus dos portavoces, seguidores de la inquietante técnica de comunicación de la sonrisa subliminal en el anuncio de la catástrofe. Pienso en Miguel Tellado, a quien parece que en medio de una crítica demoledora se le va a escapar una carcajada jolgoriosa, y en Cuca Gamarra, en quien no se discierne si su sonrisa muerde o su mordisco sonríe. Por individualismo, el sonriente Borja Sémper cada vez sale más serio.