Opinión | CONGRESO

Sánchez, en defensa propia

Enmascarar la tragedia palestina con un qué hay de lo de mi señora no es fruto del amor, sino del cálculo

Pedro Sánchez en el Congreso de los Diputados.

Pedro Sánchez en el Congreso de los Diputados. / José Luis Roca

Francia prepara una teleserie sobre la historia de la profesora casada y con dos hijas que a los cuarenta años se enamoró de un alumno de 16. Hoy son mujer y marido, Brigitte y Emmanuel Macron. Pese al morbo de una carrera que desemboca en el Elíseo, y a la nostalgia monárquica de los vecinos, nunca se olvida cuál de los dos preside el Estado. Los ataques a la primera dama, de estilo tan poco afrancesado como "es un hombre", no se han entrometido en las funciones del presidente de la República.

La estanqueidad se reproduce con otros gobernantes como Chirac, Trump o Boris Johnson. De ahí que asombre la crudeza de Pedro Sánchez lamentándose en el Congreso de que "nos acusan a mi esposa y a mí de un supuesto tráfico de influencias".

Sánchez utiliza el Parlamento en defensa propia, con tal intensidad que cabe sospechar que enarbola un matrimonio que solo a él le compete como un artefacto generador de simpatía electoral. Todos los ciudadanos que consideran que sus familiares están acusados falsamente, envidiarán al español que puede escalar la cima del Estado para proclamar que "pronto la justicia archivará" la querella contra Begoña Gómez, donde cuesta delimitar si expresa un deseo o una orden. O si dispone de datos sobre los tribunales ocultos al resto de ciudadanos.

Declarar que "mi mujer es una profesional honesta" ennoblece al esposo, pero en un entorno político queda tan surrealista como el rinoceronte de Ionesco. Cuando Sánchez descalifica a los denunciantes de ultraderecha, olvida que los está legitimando al concederles el prime time parlamentario. Todavía no se ha definido si el "proceso de reflexión personal", Bolaños dixit, del presidente del Gobierno beneficiará a su futuro político, pero está claro que lo definirá. Enmascarar la tragedia palestina con un qué hay de lo de mi señora no es fruto del amor, sino del cálculo. Incluida la previsión de que Feijóo se sentirá incómodo sorteando ese lodazal. A cambio, acierta Sánchez al decretar que "nada de lo que está pasando en España es normal". ¿Lo fue alguna vez?