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La mala educación

Sánchez convierte el Ministerio de Pilar Alegría en un cajón de sastre

La ministra de Educación, Formación Profesional y Deportes y portavoz del Gobierno, Pilar Alegría.

La ministra de Educación, Formación Profesional y Deportes y portavoz del Gobierno, Pilar Alegría. / EP

Tomo prestado el título de una película de Almodóvar, porque no encuentro mejor forma de expresar en pocas palabras el estado de nuestra educación. La prueba del escaso interés del presidente del Gobierno por la formación es la carga de trabajo a la que ha sometido a la ministra del ramo, Pilar Alegría. Si primero le dio la portavocía del partido, ahora no sólo le ha encargado la del Gobierno, sino que, además, ha sumado a su Ministerio la Secretaría de Estado para el Deporte.

La educación se ha convertido en el mayor problema de nuestro país, aunque los políticos, de uno y otro signo, parecen huir como forajidos del gran reto que supone sacar a este país del pelotón de los torpes en todos los rankings educativos. Saben que cualquier solución pasa por un pacto de Estado y que aquí los únicos pactos que se buscan son lo que permiten permanecer en el poder.

En el debate político sólo se habla de educación para lamentarse de los resultados del Informe PISA, denunciar la discriminación del español en las aulas de Cataluña o, cuando llega el mes de junio y nos acordamos, año tras año, de la necesidad de unificar los exámenes de la EBAU. Hay que reconocer que en Asturias también se habla mucho de la creación de 31 nuevas "escuelines" de cero a tres años. Una iniciativa loable, sin duda, pero más pensada para favorecer a los padres que para la educación de los niños desde la cuna.

Preguntaban la pasada semana a la escritora Carme Riera por los problemas de comprensión lectora de nuestros estudiantes detectados en todos los rankings. "Creo que es una tragedia que hay que afrontar –respondía de forma contundente–. Si nuestros estudiantes no entienden lo que leen y tampoco saben expresarse por escrito son carne de cañón, aunque no vayan a ninguna guerra".

Desvelaba la recién elegida académica de la Lengua que la RAE había elaborado otro informe que detectaba "deficiencias en la enseñanza" y proponía "mejoras que había que adoptar" cuanto antes. A su juicio, la principal mejora sería que "la autoridad competente se pusiera manos a la obra de manera inmediata" y trabajara de forma "urgente" en un pacto de Estado sobre educación.

Aunque en España estamos en el vagón de cola, el problema de la educación se extiende también en nuestros países vecinos. La nueva ministra de Educación francesa ha empezado con mal pie y ha sido muy criticada por cambiar a sus hijos de una escuela pública a una privada con fama de elitista. Pero resulta muy interesante que, entre los retos que se ha planteado en su cargo, el primero sea restaurar la exigencia y reafirmar "la autoridad de nuestros profesores".

Algo que también debería preocuparnos aquí. Decía estos días el experto Gregorio Luri que palabras como memoria, esfuerzo, voluntad o disciplina son hoy denostadas, "pero no hay sustituto a los codos". "La sobreprotección es una forma de maltrato, porque incapacita a nuestros hijos a poder desenvolverse en el mundo –defiende el autor de ‘La escuela no es un parque de atracciones’–. El lugar más seguro para un barco es el puerto, pero nadie hace barcos para que se queden en el puerto. Lo que necesitamos son barcos que se enfrenten a las tormentas en altamar". Y concluía preguntando a su entrevistadora: "¿Te has fijado que nuestros niños son la primera generación de la historia con las rodillas impolutas?". Me permito añadir que, a este paso, tendrán también los codos impolutos y ya no serán necesarias las coderas tan frecuentes años atrás.

Mientras continúe la política cortoplacista, mientras un pacto de Estado sobre Educación sea una quimera, la labor de la formación recaerá sobre el buen criterio de los padres y de los esforzados profesores que todavía no hayan perdido la fe en su trabajo.