Opinión | EL REVÉS Y EL DERECHO

Maldición de los trescientos

Imagino con frecuencia qué pasaría en el mundo cuando en España se mataba igual que en Gaza o en Ucrania, hasta dónde llegaba la solidaridad

Lola Herrera, en una imagen de archivo. 

Lola Herrera, en una imagen de archivo.  / EPE

Los peor del fin de año ocurrió casi al tiempo que sucedía lo mejor del fin de año. Lo mejor fue, para este que escribe aquí, el documental que firmó (como hace cada año, con el mismo propósito) Carlos del Amor con Lola Herrera para Televisión Española y para todos los que lo vimos. Una sensibilidad de poeta regalada, con enorme gusto, a la ciudadanía que, al terminar el año, se pregunta qué pasó en estos 365 días que quedan atrás. Un año difícil, extremadamente duro, coronado con la desgracia de otra guerra en la que mueren miles de personas ante la mirada (otra vez) de quienes terminaremos creyendo que con que veamos el desastre por la televisión ya habremos cumplido con nuestro compromiso contra el horror.

Imagino con frecuencia qué pasaría en el mundo cuando en España se mataba igual que en Gaza o en Ucrania, hasta dónde llegaba la solidaridad, cómo se expresaba ésta, con qué ahínco, por ejemplo, cuando Hitler invadía Polonia, qué pasaba con la solidaridad cuando no había ni televisión, ni radio, o esta última se escuchaba a duras penas porque a duras penas llegábamos a saber también qué había pasado, qué estaba pasando en países que, como el nuestro, estaban precisamente en el culo del mundo. Como nosotros alguna vez.

Ahora estamos en otro mundo, en el primer mundo, por decirlo como si estuviéramos hablando de las divisiones del fútbol, y en seguida sabemos qué pasa, cuáles son las estadísticas fugaces, la sangre fugaz, de las guerras, para pasar a otra cosa del telediario, al tiempo, por ejemplo, que la información nos tiene ateridos o secos, para pasar luego a los resultados del cupón prociegos…

Me ha aliviado la digestión del año este último episodio de los años contados por Carlos del Amor y su invitado anual, esta vez la gran, tan sensible actriz, Lola Herrera. Ésta hizo desfilar 2023, de tanta muerte, de tan injusticia, de tanta elección y de tanta burla, a partir de un guion exquisito y también brutal, pues brutalidades cuenta, escrito por este poeta que es Carlos del Amor. Lo miré, y no sólo lo vi, sin dejar ni un minuto de combinar el horror y la maravilla que, por otra parte, es la vida misma estaba vez contada para que resulte inolvidable en una noche destinada luego (en España, por ejemplo) a las delicias diversas de los cuerpos que dicen adiós al año exhibiéndose con guapos de barra de hotel de lujo.

La vida es así, una escalera que esta vez, como tantas, tuvo un escalón inolvidable, el que puso Carlos del Amor para que lo inolvidable tuviera su verdadero sitio. Después pasó la noche. En la BBC vi una espléndida entrevista a Margaret Atwood, que hablaba de la literatura de la vida, y luego vi una película de Cary Grant y me entretuve pensando que a lo mejor la vida es también eso, entretenerse, mientras que lo de Carlos del Amor y Lola Herrera era un modo de parar el tiempo para que supiéramos que no había que creerse ni lo de antes ni lo de después, que lo que de veras pasó, y está pasando, eran los horrores que, mezclados con otras noticias, nos había traslado aquella poesía con la que Del Amor resumió hasta lo peor y lo inexplicado.

Después vino la realidad que aun no pasaría en los telediarios, y que llegaría al día siguiente. El estupor de ver, en metáfora, lo que harían unos manifestados ante la sede del Partido Socialista en Ferraz, la calle de Madrid donde desde hace dos meses se manifiestan hijuelas de Vox para insultar al líder del PSOE, que es el presidente del Gobierno Pedro Sánchez.

Esta vez, como el líder Abascal invocó en Argentina aquel ditirambo horrible, descarado (un día lo colgarán de los pies, como a Musolini), esta vez los manifestantes habituales ensayaron la posibilidad evocada por su jefe, y ahí vemos a estos trescientos manifestantes (ese era el número) poniendo en acción maldición tan desatada.

Escribir es vomitar a veces. Y este último episodio, que sucedió en las noticias a aquella belleza de Carlos y de Lola, me ha producido esa sensación que pensé que nunca escribiría al rememorar la última noche de 2023.