Opinión | ANÁLISIS

El militarismo amenaza el Estado social

“La amenaza rusa obliga a Europa a elegir: reforzar la defensa o proteger el gasto social”

Vista general del Consejo Europeo, este jueves en Bruselas.

Vista general del Consejo Europeo, este jueves en Bruselas. / CONSEJO DE LA UE

 El último Consejo Europeo celebrado los días 23 y 24 de marzo en Bruselas se ha ocupado casi monográficamente de cuestiones de defensa, cuando la guerra de Ucrania está empantanada por la caída vertiginosa del apoyo occidental, debido fundamentalmente al bloqueo de la ayuda norteamericana que, en vísperas de unas reñidas elecciones, no está consiguiendo el apoyo parlamentario necesario para materializarse. Las conversaciones se mantienen en un clima de fuerte tensión ya que el escenario podría enrarecerse todavía más sí, como presagian algunos, Donald Trump terminara imponiéndose en las elecciones de noviembre.

La Unión Europea surgió poco después del término de la Segunda Guerra Mundial como gran proyecto de paz que vincularía estrechamente a los países europeos entre sí de tal modo que no se reprodujeran jamás las rivalidades nacionalistas entre las potencias del viejo continente. De hecho, la creación de la CECA (el mercado común del carbón y el acero) y de Euratom (la comunidad europea de la energía atómica) fueron los primeros pasos de un proceso integrador que impediría un rearme convencional y/o nuclear y pondría las bases de una superestructura que a largo plazo sería la actual UE, una entidad casi federal, cada vez mejor constituida.

Pero ahora, para que este camino integrador y pacifista no se desencamine, Europa no tiene más remedio que plantar cara a los proyectos expansionistas de la gran dictadura rusa, que ha encajado mal el fin de la guerra fría ‑con la desaparición de la URSS ha dejado de ser una de las dos potencias hegemónicas en competición- y que, para nutrirse políticamente y no decaer, necesita mantener viva la llama expansionista, tendente en el fondo a intentar recuperar la estatura perdida. Para centrar ideas, es conveniente recordar que el PIB ruso es de 2,24 billones (europeos) de dólares, frente a los 2,78 billones de Francia, los 1,42 billones de España o los 3,42 billones de India. Rusia es, pues, una potencia media, aunque dotada de armamento nuclear.

La soberbia rusa, que invadió Crimea en 2014 sin respuesta occidental y que inició en 2022 una guerra inicua contra Ucrania, en principio encaminada a anexionarse el Dombás, ha abierto una nueva etapa, que desde el primer momento ha incluido una respuesta occidental de apoyo a Kiev, orquestada por la Unión Europea y la OTAN, posteriormente debilitada por las vacilaciones norteamericanas que a día de hoy se mantienen.

Hasta el momento, el esfuerzo bélico occidental ha sido compatible con el mantenimiento de los estándares de vida de los países que contribuyen a sostener a Ucrania en la contienda. Pero el repliegue norteamericano está obligando a reconsiderar esa contribución, sobre todo por parte de los países más cercanos a Rusia, que pertenecieron a la extinta URSS o que estuvieran integrados en el pacto de Varsovia. Polonia, Hungría, Chequia, Bulgaria, Eslovaquia, Eslovenia y los países bálticos asisten con aprehensión a los acontecimientos, y su legítimo temor obliga a repensar la situación. Impulsar la seguridad de Europa requeriría aumentar los desembolsos en defensa justo cuando muchos países europeos están recortando presupuestos para hacer frente a los altos niveles de deuda y débil crecimiento económico (el PIB de la Eurozona creció en 0,5% en 2023). En consecuencia, lograr el gasto militar que algunos políticos y expertos dicen que es necesario obligaría a los miembros europeos de la OTAN a comenzar a revertir los grandes aumentos en el gasto social posteriores a la guerra fría.

"Hay que reorganizar el contrato social", dijo el ministro de Asuntos Exteriores lituano, Gabrielius Landsbergis, quien advirtió que Rusia acabará atacando a los países de la OTAN si no es derrotada en Ucrania. Donald Tusk, flamante primer ministro polaco, en una entrevista en Varsovia publicada por la alianza de medios europeos Lena, ha instado a cumplir el compromiso en la OTAN de dedicar el 2% del Producto Interior Bruto de cada país miembro a defensa y aboga por intensificar la ayuda a Ucrania. "Sé que suena devastador, especialmente para las nuevas generaciones, pero tenemos que acostumbrarnos al hecho de que ha comenzado una nueva era: la era prebélica", ha expresado Tusk. "No exagero. Esto está cada día más claro", ha apostillado en declaraciones al diario alemán ‘Die Welt’.

Laurence Norman ha publicado recientemente en ‘The Wall Street Journal’ un inquietante artículo titulado “La amenaza rusa obliga a Europa a elegir: reforzar la defensa o proteger el gasto social”, en el que afirma, entre otras cosas, que “Europa necesitaría al menos 20 años para construir una fuerza europea capaz de revertir una invasión rusa de Lituania y partes cercanas de Polonia sin Estados Unidos, según un análisis realizado en 2019 por el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos, un grupo de expertos”.

“El costo, dijo el IISS, sería de 357.000 millones de dólares, equivalente a más de 420.000 millones de dólares a precios actuales. Se prevé que los aliados de Europa en la OTAN gasten 380.000 millones de dólares en defensa este año”.

“Si bien grandes cantidades de equipo ruso han sido destruidas en Ucrania, muchos funcionarios europeos dicen que Moscú podría reconstruir su ejército unos pocos años después del fin de la guerra. Mientras tanto, la OTAN ha agotado sus propias reservas de armas para mantener armada a Ucrania”.

Como los militares necesitan años para planificar, equipar y entrenar fuerzas, los gobiernos europeos enfrentan inmediatas y difíciles compensaciones en materia de gasto. "Todo se reduce a la voluntad política combinada con la capacidad de explicar al público qué es lo que realmente tenemos que hacer", dijo Anna Wieslander, directora para Europa del Norte del Atlantic Council, un grupo de expertos en Washington.