Opinión | UN CARRUSEL VACÍO

El conejo blanco

La Atlántida ha aparecido en novelas, canciones de rock y hasta en una película de Disney

La chaqueta de pana

La loca de los gatos

Descubren un camino de baldosas que podría ser de... ¿Atlántida?

Descubren un camino de baldosas que podría ser de... ¿Atlántida?

Cada cierto tiempo se vuelve a encontrar la Atlántida, la mítica civilización perdida referida por Platón. Estos recurrentes descubrimientos la han situado, a lo largo de los años, en Santorini, Cerdeña, Malta, Creta, Chipre y hasta la Antártida. También en las Canarias: se dice que estas islas son las cumbres de las montañas que formaban la Atlántida. Otra teoría afirma que su ubicación es el Atlántico; concretamente, el Golfo de Cádiz.

Un reciente descubrimiento por parte de un equipo de submarinistas ha contribuido a reforzar esta última hipótesis. Al fondo del océano, en las proximidades de Chipiona, han detectado los restos de lo que parece una muralla. El hallazgo no ha sido accidental, sino el resultado de varios años de investigación, después de que en 2013 dos buceadores españoles encontraran anomalías en la zona y contactaran con el arqueólogo estadounidense Michael Donnellan para que se ocupase del estudio.

La forma de las supuestas murallas, circulares y concéntricas, coincidirían con las descripciones que hizo Platón acerca de la Atlántida en sus Diálogos. Según ellas, se trataba de una acrópolis con magníficas edificaciones, como un palacio y un templo, situada sobre un terreno escarpado y rodeada por tres círculos de agua. Era el hogar de una antiquísima civilización, una verdadera potencia militar que hacía gala de una tecnología muy avanzada. Los atlantes, pacifistas y virtuosos, eran descendientes de Atlas, hijo de Poseidón. Un día, se vieron dominados por la ambición. Sus dirigentes quisieron conquistar Grecia y, como castigo, Zeus les envió una serie de desastres naturales que acabaron con la isla.

Las investigaciones científicas apuntan a que la Atlántida nunca existió realmente, a que fue una alegoría de Platón para representar la caída de la ambición desmedida, algo así como un complemento ficticio de la ciudad de Atenas, que era el verdadero ejemplo a seguir.

Sin embargo, esta falta de pruebas de su existencia no ha detenido a historiadores, arqueólogos o aventureros. El mito reaparece cada cierto tiempo a través de hallazgos en lugares que supuestamente podrían alojar sus restos. Parece la demostración de que la realidad nunca es suficiente y los seres humanos necesitamos un margen de misterio, de fantasía, para sobrevivir en ella. La Atlántida ha aparecido en novelas, canciones de rock y hasta en una película de Disney.

Estos lugares mágicos o míticos nos atraen poderosamente. Otro ejemplo es el imaginario Triángulo de las Bermudas, una porción de mar que queda entre Miami, Las Bermudas y Puerto Rico. En él se sucedieron, durante una época, desapariciones de barcos y aviones, y se han barajado teorías como la puerta a otra dimensión, los monstruos marinos o las abducciones extraterrestres. Los científicos defienden que son los particulares patrones climáticos de la zona –determinados por la Corriente del Golfo– la causa de los naufragios y desapariciones.

En Canarias existe una maravillosa leyenda, la Isla de San Borondón, que supuestamente aparece y desaparece desde hace siglos. Lo cierto es que se trata de una ilusión óptica debida a la refracción de la luz: un espejismo. En realidad, es el reflejo de la isla de La Palma.

Pero quién no querría viajar a Narnia a través de un armario, a la tierra de Fantasía desde un libro o tocar unos ladrillos de la estación de King Cross, en Londres, para abrir la puerta secreta del Andén nueve y tres cuartos, donde espera el Expreso de Hogwarts. Si nos visitara Peter Pan, podría rociarnos con polvo de hadas para volar hacia la segunda estrella a la derecha y encontrar el País de Nunca Jamás. Y fue Alicia la que se dedicó a perseguir a un conejo blanco hasta la entrada del País de las maravillas, al que solo pudo acceder volviéndose diminuta y dejándose llevar por la corriente que formaron sus propias lágrimas.

Ciertamente, nos gustaría que existiera la Atlántida: sería como hacer realidad uno de esos destinos fabulosos. En un tiempo en el que todo parece descubierto, el misterio es la tentación más sólida. ¡Una civilización perdida, mencionada por Platón! Es verdaderamente irresistible. Y más cuando Platón la situó «más allá de las Columnas de Hércules», es decir, por el Estrecho de Gibraltar. Incluso yo, que soy muy escéptica, reconozco que he seguido las noticias con atención, porque algo en el fondo de mi pecho me susurra: «¿Y si fuera verdad?».

Sea o no la Atlántida, parece probable que en el fondo del Atlántico duermen los restos de una antigua ciudad. A partir de esa verdad, somos nosotros quienes tenemos que decidir seguir o no al conejo blanco.