Opinión | LA VIDA ES DISEÑO

Verano

En sus obras, en tiempos de Primo de Rivera y la II República, los ilustradores Rafael de Penagos y Federico Ribas idearon un modelo femenino criticado porque alteraba los convencionalismos morales dominantes y excitaba la imaginación del lector

Rafael de Penagos: ‘San Sebastián’, cartel, 1930.

Rafael de Penagos: ‘San Sebastián’, cartel, 1930.

"Las cuatro muchachas practicaban el nudismo en las calas desiertas […] y comían pedazos de jamón pellizcándolos con unas uñas rojas, brillantes y peligrosas, sucias de granos de arena […]. Cuando llegaba la gente, volvían a la playa con los ojos velados por la quemazón del sol y llevando en las pupilas el sueño y el prestigio de su aventura en las calas desiertas […]".

Así describe Josep Maria de Sagarra en "Vida privada" (1932) el verano en Llafranch de unas acomodadas jóvenes catalanas, recién iniciada la década de 1930. Tienen 20 años y se sienten modernas. Sus hábitos, su indumentaria y el desparpajo inconsciente con el que conducen el Talbot verde menta, regalo de su padre, pasándose "el volante de la mano de una a la de otra, haciendo virajes sensacionales y tosiendo con unos aspavientos de pato cuando los coches de línea les llenaban el maquillaje de polvo", reflejan un tiempo donde en España hubo mujeres que vislumbraron una vida extraordinaria.

Las muchachas de Sagarra podrían haber servido de inspiración a Rafael de Penagos o a Federico Ribas, dos ilustradores que trabajaban para revistas de éxito, como Crónica o Muchas Gracias, y se disputaban la publicidad de empresas como Gal o Puig. En sus obras, coincidentes cronológicamente con la dictadura de Primo de Rivera y la II República, ambos idearon un modelo femenino criticado porque alteraba los convencionalismos morales dominantes y excitaba la imaginación del lector.

La María Luisa, la Henriette o la Dionisia de Vida Privada recuerdan a la protagonista de San Sebastián (1930), cartel de Penagos que promociona la ciudad vasca como destino turístico. Con su traje de baño ceñido, su piel bronceada y la pose de una actriz de cine, ella y las otras "chicas de Penagos", como eran conocidas las fantasías femeninas del ilustrador, renovaron el encorsetado paisaje de las ciudades españolas. «Penagos había inventado el tipo de mujer que a todos nos gustaba y que no era fácil de encontrar por la calle», escribiría el dramaturgo Miguel Mihura. Menos elegante, el realizador Edgar Neville diría: "La mujercita de Penagos enseñó a las españolas a no ser gordas, les hizo cambiar los cánones de belleza y bajaron las farináceas en el mercado".

Llegado el caso, Dionisia, Henriette y María Luisa no habrían dudado en bailar enlazadas tan íntimamente como lo hacen las jóvenes de Cabaré y circo, chiste gráfico que ocupó la cubierta de Muchas Gracias el 26 de noviembre de 1926, cuya irónica leyenda protagonizan dos clientes del local donde transcurre la acción que comparan lo que ven con las actuaciones de unos payasos famosos por los golpes que se propinaban en escena: "Una- Oye: ¿has visto a Pompoff y Teddy? ¡Qué divertidos son! Otra- ¡Bah! Para ver dos que se pegan, no hay que ir al circo".

¿Quiso Ribas representar aquí a una pareja de lesbianas? Quizá, aunque en esos años no sorprendía que dos amigas bailaran juntas. Pero el lenguaje corporal que emplea el ilustrador sugiere esa posibilidad y evoca la tímida visibilidad que el lesbianismo empezaba a tener en España.

Data de 1916 la fundación en Madrid del Círculo Sáfico, a imitación de asociaciones similares en París y Londres. Lo integraron, entre otras, la artista Victorina Durán, las escritoras Rosa Chacel, Elena Fortún, Gabriela Mistral y Carmen Conde, la abogada y ministra Victoria Kent o las periodistas Lucía Sánchez Saornil e Irene Polo, cuyos encuentros acabaron cuando estalló la Guerra Civil. Antes, en 1909, una editorial argentina había publicado Zezé, de la murciana Ángeles Vicente, donde el lesbianismo se aborda literariamente en lengua castellana por primera vez.

En 1926, cuando Ribas firmó la ilustración para Muchas Gracias, regía el Código Penal liberal de 1848 que no mencionaba la homosexualidad, pero en enero de 1929, bajo Primo de Rivera, se introdujo una nueva ley penal que sancionaba los "actos contrarios al pudor con personas del mismo sexo", delito que dejaría de serlo cuando en 1932 entró en vigor el Código Penal de la II República. Lo que sucedió después de 1939 es de todos sabido. Ningún avance social está asegurado para siempre.

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La España moderna que Sagarra, Penagos y Ribas imaginaron era un país que pocos disfrutaban. Había otra España, mucho menos seductora, descrita por Carles Sentís en Viatge en Transmiserià (1994), donde el periodista reconstruye un periplo en autobús de 28 horas que hizo en 1934, desde Lorca a Tarrasa, junto a mujeres y hombres que abandonaban la población murciana buscando trabajo. Así detalla Sentís el ambiente que halló en Lorca, recién llegado de Barcelona: "Me he dirigido al casco antiguo […]. La mayoría de las casas […] están abandonadas; muchas se han caído y a otras las ha derribado el Ayuntamiento porque amenazaban ruina. Algunos tramos de la calle están tan destruidos que no se adivina la alineación. Este barrio de casas vacías o derrumbadas causa una impresión desoladora […]. En una taberna de este barrio mozárabe cenan unos que han venido a la feria de Lorca desde Puerto Lumbreras […]. Recostados junto a la puerta […] consumen un único plato, sin plato: sólo pan y un poco de butifarra […]. La butifarra estaba desgastada a fuerza de restregarla sobre la rebanada de pan, que cogía así un poco de sabor".

No, en Lorca no abundaban en 1934 los Talbot verde menta.

Un último detalle: El caballo rojo (1966), de Concha Alós, narra la llegada a Lorca, en el verano de 1938, de valencianos desplazados por la guerra y detalla las vejaciones que sufrieron tras la derrota republicana. "¡Hala a vuestro pueblo! ¡Muertas de hambre! ¡Piojosas!", fueron los gritos que esos días aciagos escucharon algunas refugiadas. Quizá quien los lanzaba tenía parientes a quienes la necesidad había conducido a Cataluña años atrás.